El cuadro que encabeza este escrito es un mito en
la pintura cubana, es como decir la novela “Cecilia Valdés” de Cirilo
Villaverde para la literatura cubana. Posiblemente sea la pintura cubana más
conocida en la isla, la gente la tiene en afiches, llaveros, pulover o
simplemente recortada de alguna revista para tener cerca esta mujer de ojos
grandes, amulatada y con un paisaje minimalista detrás, es la “Gitana Tropical”
la que obsesionó a Víctor Manuel desde sus años mozos cuando fue a París
buscando la buena pintura que de todos modo llevaba en la destreza de sus manos
y en su sensibilidad de artista.
La
gran figura cubana de las artes plásticas de este período (1925-1940) fue sin
dudas Víctor Manuel García Valdez (1897-1969) fue discípulo de Leopoldo
Romañach en la Academia San Alejandro, pero se levanta contra estos mismos
preceptos aprendidos en la academia y marcha a París en 1925 en busca de las
técnicas y la información desconocidas en su isla. Allí comprende que pese a la
necesidad de lo novedoso, los temas de su país, su paisaje, y su gente común
son dignos de ser llevados al lienzo.
El post impresionismo marca su obra en la que
son evidentes las influencias. En París crea una colección de paisajes y
cabezas de mulatas en las que la cubanía radica en la intimidad llena de
optimismo con que trabaja sus temas. Su visión de Cuba pasa por el exotismo de
París y el indigenismo en ascenso en Latinoamérica.
En 1926 regresa a Cuba, participa de la
exposición de arte nuevo e impacta su forma de hacer, regresando a Francia tras
comprender el ahogo en que viven las artes plásticas cubanas. Será en París
donde pinte su cuadro definitorio, “Gitana Tropical”.
La “”Gitana Tropical” es una pequeña pintura
(46 x 38 cm) pintada sobre madera y premiada en el Salón de Pintores y
Escultores de 1929. Representa a una muchacha mestiza, más cercana al tipo
mexicana que a la cubana característica teniendo como fondo un paisaje.
Aparece
en aquel Salón del 29 en el momento en que decae el primer impulso del “arte
nuevo” en Cuba frente a la “(…) anemia de lo imitativo, en ausencia de la
maduración de lo verdadero autóctono, que no puede entenderse como deslavado
reflejo del paisaje con palma, o de un folklorismo superficial para el consumo del
turismo tonto”[1]
Víctor Manuel fue inaugurador de lo moderno en
la pintura cubana, marcado por la sencillez de su obra, casi monotemática, una
gitana multiplicada en otros cuadros y sus dormidos paisajes. Su pintura parece
detenerse en esos logros, como si se hubiese agotado a sí mismo, pero la brecha
que el abre da paso a otros jóvenes artistas cubanos[2]
que incluso superan su propia obra.
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