La música popular cubana se forja en las capas más humildes de la
sociedad, con un predominio de negros y mulatos que formaban parte de las
orquestas de bailes del momento. Pero en los márgenes de la sociedad sonaban
también los ritmos puros de las etnias africanas traídas a Cuba, en las
humildes casas urbanas, en los barracones de esclavos o en el monte de
cimarrones, en constante confluencia y fusión que fueron madurando células
rítmicas, uso de nuevos instrumentos y
acercamiento a ritmos y melodías de otras procedencias (hispánicas,
italianas, árabes, etc.) que fueron conformando el impresionante universo
sonoro cubano. En los salones de los estratos dominantes, se oficializaba,
depuraba y “blanqueaban” los ritmos que se oían y bailaban en la Cuba
decimonónica.
En este período se forja en Santiago de Cuba una forma de la
canción cultivada por gente humilde que
entonan melodías acompañados de guitarras y con temas referidos al amor
principalmente, eran los antecedentes de la trova santiaguera y de su forma
predilecta el bolero que sería perfilado en sus características criollas por
José (Pepe) Sánchez (1856-1918), considerado el trovador mayor de Cuba, músico
intuitivo, cantante de bella voz, compositor inspirado y buen guitarrista
dentro de su género. Se estima que su bolero “Tristeza” (1885), marca le
nacimiento del bolero cubano. Con él nace la canción cubana, dejando atrás las
formas populares de la romanza y otras tonadas españolas y fomentando una forma
de hacer la canción que ya podemos llamar nacional.
La canción trovadoresca cubana se
difunde por otras partes de la isla en este período, abordando los temas el
amor, la naturaleza y la patria. Esta última forma muy ligada a las luchas
independentistas que se reiniciaron en el país en 1895. Eran canciones
recogidas por la tradicional patriótica, muchas anónimas y que tienen el
objetivo de enaltecer los sentimientos de libertad e independencia para Cuba,
algunos de estos títulos que recoge la tradición fueron: “El combate de Mal
Tiempo”, “La caída del Guacamayo” (en alusión a los españoles), “La bandera
cubana”, “La libertad de Cuba”, “Los guerrilleros del rancho”, “Cuba para los
cubanos”, “La Ley de los orientales”, “El bolero camagüeyano” y “El bolero de
Marianao”, entre otros .
Los últimos años del siglo XIX
trajeron la creación en la parte occidental del país, de una institución que
influiría profundamente en la música popular cubana. Fueron los Coros Líricos,
surgidos en La Habana y Matanzas, con un origen similar pero con una evolución
diferente.
Los coros líricos fueron una
mezcla sincrética de las corales españolas, con la riqueza melódica de los
rezos yorubas[1].
Formaban parte de estas agrupaciones hombres y mujeres, negros y mestizos en su
mayoría que se reunían en sus locales de ensayo y hacían sus fiestas, saliendo
en Navidad haciendo rondas de canto por otros lugares de la ciudad.
En La Habana los coros
incorporaron las claves y un tambor pequeño (viola) que se percutía con las
manos, lo que dio origen al nombre de “Coros de Clave”. El coro de clave tenía
un director, un sensor[2],
un tonista, un decimista y una clarina de voz aguda y fuerte. Proliferaron por
todos los barrios habaneros entre siglos siendo muy conocidos los Coros, “El
Timbre de Oro”, “La Unión”, “El porvenir”, “El Pañuelo Blanco”, “La Discusión”,
“La Moralidad”, entre otros. Eran muy frecuentes las visitas entre coros para
Las Pascuas, Día de Reyes, Fiestas de Santos, Cumpleaños y Carnavales.
En Matanzas los coros líricos
fueron conocidos como “Bandos de la Calle”, muy similares a sus homólogos
habaneros, pero se caracterizaban porque en sus rondas callejeras no solo iban
acompañado de clave y viola, sino que se enriquecía el sonido con la adición de
cajones percutidos con cucharas cuando tocaban en un lugar fijo. En Matanzas
fueron famosos los bandos, “El Flamboyán”, “La Rosedá”, “El Rosado”, “El Lírico
Blanco”, “El Verde”, “El Toronjil”, “La Valencia” y “El azul”
En cuanto al bolero, se
reafirma como uno de los géneros de más calidad en el país de la mano de
canta-autores, trovadores, de la talla de Sindo Garay(1867-1968), Manuel
Corona(1880-1950), Graciano Gómez(1895-1980), Oscar Hernández(1891-1967),
Alberto Villalón(1882-1955) y Rosendo Ruiz Suárez (1885-1983), entre otros,
quienes hace un bolero con personalidad propia, cubano.
Particular destaque para María Teresa Vera
(1895-1965), interprete y compositora de notable obra en este período, como
solista o formando parte de duos, cuartetos o sextetos. Cantó junto a Rafael
Zequeira hasta la muerte de este en 1924, luego formó dúo con Lorenzo
Hierrezuelo a partir de 1937, durante 28 años. En 1935 compuso la habanera
“Veinte años”, un clásico de la música cubana
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