El
12 de agosto de 1933 termina para el pueblo de Cuba el gobierno más sanguinario
de los que se alternaron en el poder entre 1902 y 1933, era el fin del ciclo de
los “generales y doctores” figuras emblemática del entreguismo de la
politiquería de estas primeras décadas de la República condicionada y manejada
desde los Estados Unidos por los intereses empresariales y políticos de la
oligarquía yanqui. ¡Qué República era aquella! Era el duro resumen del “cubano
de a pie” al recordar aquellos difíciles pero fructíferos años de luchas
sociales, de crecimiento ideológico y de la aparición de grandes figuras que de
modo natural se identificaron con el pensamiento nacional, antimperialista y
universal de José Martí.
Gerardo Machado llegó al poder aupado por el dinero de los bancos
norteamericanos y el apoyo de la burguesía criolla, venía con el lema de
impedir que “ninguna huelga bajo su gobierno durará más de 24 horas” y la fama
de mano dura que se ganó durante su mandato en el Ministerio de Gobernación
durante la represión a l movimiento negro cubano en 1912, venía como el
salvador de una economía en crisis por los bajos precios del azúcar, las “vacas
flacas” de la economía nacional y un creciente e muy ideologizado movimiento de
izquierda que incluía a los obreros, los estudiantes y una joven intelectualidad
cuban dispuesta a rescatar la dignidad nacional frente al entreguismo de los
gobiernos de turno.
Represión y muerte fue el signo más evidente
de un gobierno que tuvo continuidad en una reelección amañada e impopular en
1929, al tiempo que su plan de obras públicas, de beneficio fundamental para La
Habana[1]
fue el paliativo para la grave crisis económica que pasaba el país.
En cuanto a los movimientos sociales, vivieron
su primer momento de protagonismos coincidentes en cuanto a la cesación de la
dictadura machadista, pero desangrado por la falta de unidad a futuro sobre la
Cuba que quería.
Refulgen en medio de esta fecunda y violenta
lucha contra el tirano, las figuras de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez
Villena, Alfredo López y Antonio Guiteras, hombres con madera de liderazgo pero
que ninguno pudo nuclear a su alrededor las aspiraciones de un pueblo cansado
de engaños y de promesa no cumplidas en una República por y para la oligarquía
nacional y sus patrocinadores y modelo, la oligarquía imperialista de yanqui.
A 84 años de distancia la salida de “Asno con
Garra”[2],
queda el ejemplo de un pueblo dispuesto a todo para sacudirse el dogal de sus
opresores y el caos que provocó la falta de unidad entre las fuerzas
progresistas que encabezaron la lucha en el objetivo de hacer una Cuba mejor.
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