Este
fragmento forma parte de la introducción de un artículo de Ricardo Sarmiento[1]
acerca del espectáculo “La extranjera”, de la cubana Mérida Urquía, presentada
en el Festival Internacional de Teatro
de La Habana, es una gran introducción para un problema nacional que a veces
queremos ignorar, comparto esa preocupación aunque soy de los que ha echado
raíces y no buscará fuera los oropeles que saben que existen, pero que son solo
eso, aquí están mis amores, mi espiritualidad, mis vivos y mis muertos y como
dice Carilda Oliver cuando muera quiero toda esta tierra sobre mi tumba. Lo
demás queda para la meditación:
Por
Ricardo Sarmiento
A muchas personas he visto despedirse de Cuba
como si nunca fueran a regresar, como si estuvieran enterrando un país y sus
recuerdos. Para algunas personas irse de Cuba resulta un suicidio. Para otros,
una esperanza. Incluso ambas cosas. No puedo contar cuántos continúan zarpando
cada semana. Una isla es un puerto, dice Graziella Pogolotti. Un puerto es un
lugar de tránsito. ¿Qué sucede con los que nacen en el puerto? ¿Uno nace en un
lugar para permanecer en él toda la vida?
Cuando llegan a un lugar extraño, a otro país,
donde otras personas han nacido y tienen sus recuerdos, les resulta muy difícil
volver a echar raíces. Es natural. Los árboles tardan sus años en echarlas; no
se puede pretender que el diminuto ser humano se arraigue y permanezca, ni
tampoco que el ser humano sea tan paciente como el árbol. En ese sitio
desconocido, ¿no hay acaso más extranjeros, más gente que intenta echar sus
raíces?
Todos sabemos del éxodo cubano. De la diáspora
cubana. ¿Hay que irse de un lugar para emplazarse en otro? Ser extranjero es
una condición de por vida. Te llevas tus ancestros y la lengua del que te crio.
¿No fue Marco Polo un extranjero? ¿No emigran los flamencos? ¿Acaso solo los
cubanos saltan el mar? La verdadera tragedia de ser extranjero para la mayoría
de los cubanos aparece cuando se quiere
echar raíces en otro lugar.
Pero ya no estamos
hablando solamente de ser extranjero. No
estamos hablando de un viaje basado en un mapa. Aquí caemos en el punto de que
el viaje no es un problema, la distancia no es un problema. Uno nace con un
nombre, con una temperatura, vive
durante muchos años en un mismo país, y de pronto se va de ese país con
nostalgia anticipada… Su nombre nunca va a ser entendido igual, el flujo de sus
signos sufre una interrupción.
Se vive tentando. Se vive en un puerto,
señores y señoras. Se vive en un puerto que ha recibido africanos, indios,
chinos, europeos. Detrás de ti hay una historia, hay sangre, como cada tierra tiene su historia. En ti está cifrada. ¿Qué
vas a ser con eso?
…
En el espectáculo prescinde de la dramaturgia
lineal y acude a los recuerdos, a la forma de contar historia entre los
miembros de una familia; se mueve de un espacio a otro: en su país, en el
camino, en otro país; y construye su unipersonal en lo que quisiera llamar
“tercer espacio”, siguiendo las palabras, de una entrevista que le realizara en
el Perro
Huevero para la primera tirada de este Festival.
La actriz desea hablar a los miembros de su
generación (45-55 años), como dijo en la entrevista, y por ello recurre a la
memoria común de los individuos que vivieron los muñequitos rusos, los sueños
que se derrumban, el período especial.
Ahora retorno a una pregunta que se hace
Mérida Urquía con respecto a “La Extranjera”. ¿Tendrá sentido mi obra en Cuba
ahora?
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