viernes, 18 de agosto de 2017

¿AMAPOLA? BELLÍSIMA AMAPOLA



Este fragmento forma parte de la introducción de un artículo de  Ricardo Sarmiento[1] acerca del espectáculo “La extranjera”, de la cubana Mérida Urquía, presentada en el Festival Internacional de  Teatro de La Habana, es una gran introducción para un problema nacional que a veces queremos ignorar, comparto esa preocupación aunque soy de los que ha echado raíces y no buscará fuera los oropeles que saben que existen, pero que son solo eso, aquí están mis amores, mi espiritualidad, mis vivos y mis muertos y como dice Carilda Oliver cuando muera quiero toda esta tierra sobre mi tumba. Lo demás queda para la meditación:

Por Ricardo Sarmiento
  A  muchas personas he visto despedirse de Cuba como si nunca fueran a regresar, como si estuvieran enterrando un país y sus recuerdos. Para algunas personas irse de Cuba resulta un suicidio. Para otros, una esperanza. Incluso ambas cosas. No puedo contar cuántos continúan zarpando cada semana. Una isla es un puerto, dice Graziella Pogolotti. Un puerto es un lugar de tránsito. ¿Qué sucede con los que nacen en el puerto? ¿Uno nace en un lugar para permanecer en él toda la vida?
 Cuando llegan a un lugar extraño, a otro país, donde otras personas han nacido y tienen sus recuerdos, les resulta muy difícil volver a echar raíces. Es natural. Los árboles tardan sus años en echarlas; no se puede pretender que el diminuto ser humano se arraigue y permanezca, ni tampoco que el ser humano sea tan paciente como el árbol. En ese sitio desconocido, ¿no hay acaso más extranjeros, más gente que intenta echar sus raíces?
 Todos sabemos del éxodo cubano. De la diáspora cubana. ¿Hay que irse de un lugar para emplazarse en otro? Ser extranjero es una condición de por vida. Te llevas tus ancestros y la lengua del que te crio. ¿No fue Marco Polo un extranjero? ¿No emigran los flamencos? ¿Acaso solo los cubanos saltan el mar? La verdadera tragedia de ser extranjero para la mayoría de los cubanos  aparece cuando se quiere echar raíces en otro lugar.
Pero ya no estamos hablando solamente  de ser extranjero. No estamos hablando de un viaje basado en un mapa. Aquí caemos en el punto de que el viaje no es un problema, la distancia no es un problema. Uno nace con un nombre, con una  temperatura, vive durante muchos años en un mismo país, y de pronto se va de ese país con nostalgia anticipada… Su nombre nunca va a ser entendido igual, el flujo de sus signos sufre una interrupción.
 Se vive tentando. Se vive en un puerto, señores y señoras. Se vive en un puerto que ha recibido africanos, indios, chinos, europeos. Detrás de ti hay una historia, hay sangre, como cada tierra  tiene su historia. En ti está cifrada. ¿Qué vas a ser con eso?
 En el espectáculo prescinde de la dramaturgia lineal y acude a los recuerdos, a la forma de contar historia entre los miembros de una familia; se mueve de un espacio a otro: en su país, en el camino, en otro país; y construye su unipersonal en lo que quisiera llamar “tercer espacio”, siguiendo las palabras, de una entrevista que le realizara en el Perro Huevero para la primera tirada de este Festival.
 La actriz desea hablar a los miembros de su generación (45-55 años), como dijo en la entrevista, y por ello recurre a la memoria común de los individuos que vivieron los muñequitos rusos, los sueños que se derrumban, el período especial.
 Ahora retorno a una pregunta que se hace Mérida Urquía con respecto a “La Extranjera”. ¿Tendrá sentido mi obra en Cuba ahora?



[1] “¿Amapola? Bellísima amapola…”, revista Caimán Barbudo, pág. 30 /nov.-dic. 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario