Cuba
es una fiesta, comienza el curso escolar 2017-2018, es el evento que marca a
toda la población, porque todos tenemos un hijo, un nieto, un pariente que va a
ser beneficiado por este Programa Escolar que Dios solo sabe cuánto cuesta
organizar, cuánto cuesta para que inicie en condiciones dignas aún en lugares
como Baracoa y Maisí por donde hace menos de un año un devastador huracán
dejó la infraestructura escolar muy
dañada, pero que abrirán escuelas, tendrán maestros y su base material de
estudio, pese a todo, eso es Revolución, eso es parte de los derechos que
conquistamos desde 1959, aunque hayan personas que de tanto verlo ya no lo
valoren y siempre dejan caer una crítica mordaz e injusta a un sistema que es
nuestro, costoso y que debemos cuidar porque de él depende el futuro de la
sociedad cubana.
Junto con el sistema nacional de salud, la
educación, ocupa cerca de la mitad del presupuesto anual del estado socialista
cubano, en un país que debe contar centavo a centavo su presupuesto, porque
siempre hay un pillo que quiere burlar el fisco, o “robar” los bienes públicos,
que no por ser de todos, en el sentido socialista, significa que pueden ser mercancía
para llenar el bolsillo de quien debe velar por su buen uso.
También se afronta grandes dificultades para
completar las plantillas de maestros, en los niveles primarios y medios, porque
en una población pequeña a muchos no le incentiva ser maestros, por diversas
razones, todas ellas de índole económicas y sociales, porque el mismo padre que
ve impensable que su hijo no tenga maestro, luego será el que no quiere que
este mismo niño siga la noble carrera de educador, en un país que por tradición
le nacen maestros.
Cuba es de todos, el concepto de poder del
pueblo no puede disolverse en la egoísta cuenta de lo que me falta para estar
más cómodo, de las malas prácticas para obtener un dinero extra a costa del
robo, la mentira y el favoritismo, ese no debe ser el patrón de los millares de
niños que el 4 de septiembre comienzan el curso, niños cubanos, que deben ser
educados bajo los preceptos humanistas de solidaridad, apoyo mutuo, respeto al otro, defensa de su
historia y su sociedad, respeto a su familia a los mayores, sociedad de iguales
donde estemos preparados para estar a la altura del otro, no por encima de él
por nuestras posesiones materiales, el lugar que ocupamos en la sociedad o
simplemente porque es distinto. Seamos buenos maestros aunque no estemos frente
a un aula, de eso depende la felicidad individual de ellos y el futuro de este
pedacito de humanidad que llamamos CUBA.
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