Los
primeros años del siglo XX fueron de apogeo danzonero frente a los ritmos
foráneos que iban penetrando el gusto de los bailadores, principalmente de la
clase media y alta, deseosos de imitar al yanqui no solo en sus bailes, sino en
sus modas y costumbres.
Frente a ello la resistencia de la genuina
música popular cubana que asimila poco a poco las sonoridades llegadas para
incorporarlas a las modalidades criollas de la música.
A
fines de la década del veinte es notable el descenso de la popularidad del
danzón tradicional frente a los ritmos foráneos y al son oriental. Aun así mantiene su preferencia entre los
bailadores con la introducción de novedades sonoras creadas por Antonio María
Romeu (1876-1955) al afianzar la supremacía del piano en el danzón e introducir
una segunda parte en los danzones con una descarga de piano muy soneada en su
danzón, “Marcheta” (1924) .También en este período se escriben los danzones
antológicos “Fefita” (1925) de José Urfé y “Tres lindas Cubanas”(1926) de Romeu.
La
charanga danzonera pasa a girar alrededor de un buen ejecutante del piano que
se convierte en protagonista del danzón, de ahí la fama de las orquestas de
Romeu, Cheo Belén Puig, Tata Alfonso, Miguel Vázquez, Eliseo Grenet, Ricardo
Riverón, Calixto Allende, Habana, Gris, Las Maravillas de Arcaño, Unión y otras
muchas más.
Cuando parecía que el danzón salía de los
grandes salones de bailes cubanos, surge la innovación de Aniceto Díaz
(1887-1964) creando el danzonete, una combinación de danzón y son,
introduciendo el cantante en las orquestas de danzón. El primer danzonete fue,
“Rompiendo la rutina” (1929) del propio Aniceto cantado magistralmente por
Paulina Álvarez.
Con esta renovación se actualiza el danzón y
surgen importantes voces del cancionero cubano, esta vez unidos a las charangas
de danzón: Paulina Álvarez (1912-1965), Joseíto Fernández (1908-1979), Joseíto
Núñez, Abelardo Barroso (1905-1972), Fernando Collazo (1902-1939), Pablo
Quevedo (1908-1936) y al final de esta etapa Barbarito Diez (1895-1990), la
“voz de oro del danzón”, quien llega a la orquesta de Romeu en 1937.
Con estas modificaciones las orquestas típicas
o charangas ampliaron el repertorio para tocar no solo danzón, sino los ritmos
de moda, como forma de llegar al bailador del momento y enfrentar la
competencia de la música foránea.
Antonio
Arcaño (1911-1994) era el flautista más respetado dentro de la música popular
cubana, en 1936 creó la orquesta “Las Maravillas del Siglo” en la que reunió un
excelente grupo de instrumentistas cubanos: Virgilio Diago (primer violín),
Elizardo Aroche (segundo violín), Jesús López (piano), Israel López
(contrabajo), Ulpiano Díaz (timbal), Oscar Pelegrín (güiro) y él como
flautista. En 1937 cambió el nombre de la orquesta por “Las Maravillas de
Arcaño” y se convierte en la orquesta más popular del momento.
Con
estas modificaciones las orquestas típicas o charangas ampliaron el repertorio
para tocar no solo danzón, sino los ritmos de moda, como forma de llegar al
bailador del momento y enfrentar la competencia de la música foránea.
Antonio
Arcaño (1911-1994) era el flautista más respetado dentro de la música popular
cubana, en 1936 creó la orquesta “Las Maravillas del Siglo” en la que reunió un
excelente grupo de instrumentistas cubanos: Virgilio Diago (primer violín),
Elizardo Aroche (segundo violín), Jesús López (piano), Israel López
(contrabajo), Ulpiano Díaz (timbal), Oscar Pelegrín (güiro) y él como
flautista. En 1937 cambió el nombre de la orquesta por “Las Maravillas de
Arcaño” y se convierte en la orquesta más popular del momento.
Una
contribución de esta agrupación de Arcaño fue la gestación del danzón de nuevo
ritmo creado por Orestes López, base ritmática del conocidísimo mambo y del no menos
conocido chachacha, posteriores.
La creación de Orestes López se basa en la
innovación que introdujo en la sección final de sus danzones, un montuno
sincopado, tomado de la forma peculiar de los treseros orientales. El danzón “Mambo”
(1938) asienta de forma definitiva el estilo rítmico al final de la pieza
musical permitiendo un clima más dispensado para el bailador.
Ya a fines de este período el danzón había
evolucionado, apareciendo danzones que omitían las tres introducciones y se
extienden en el montuno para permitir la expansión coreográfica del bailador.
Las innovaciones de Arcaño lo llevan a crear
una orquesta de formato mayor para las actuaciones en las emisoras de radio, él
la llamó, “Orquesta Radiofónica”, con un aumento de las cuerdas, mayor cantidad
de violines, adición de viola y de violonchelo, así como la tumbadora. Junto a
esto los momentos de imprevisión de la flauta y el piano, muchas veces en
controversia musical, lo que trae una modificación del timbre orquestal de la
época.
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