Las Escuelas en el Campo el aporte educacional de los 80
La educación es uno de los
grandes logros sociales de la Revolución Cubana, sostenida por el estado
socialista que ha implementado la misma como un derecho de todos los
ciudadanos, que la reciben de forma gratuita y obligatoria hasta el 9no grado. A partir de este nivel
todos los educandos tienen derechos a recibir una opción para formarse como
técnicos de nivel medio en diferentes especialidades o continuar sus estudios
en el nivel preuniversitario para optar por una carrera universitaria de
acuerdo a sus capacidades y vocación. Todo de forma gratuita.
La aplicación de métodos propios en la
enseñanza media, como la vinculación del estudio y el trabajo en escuelas
integrales y en áreas agrícolas, fue la característica de la educación en esta
década.
La población cubana de los 80 estaba
compuesta en más de 55% por jóvenes menores de 30 años casi todos incorporados
al estudio directo o a la superación profesional. En
la década de los 80 la matrícula en primaria era del 39,7% de la población
total de país; media el 48,1 % y 12 % en las universidades, lo que convertía a
Cuba en un país de estudiantes, un reto que solo pudo asumir un país en Revolución
que dedicó buena parte de su presupuesto en garantizar la preparación de un
potencial humano capaz de participar en la trasformación cualitativa de la
economía y el desarrollo científico y cultural de la población cubana.
Con el inicio de la década de los 80 el
sistema educativo cubano estaba en plena expansión, teniendo como elemento
novedoso la combinación del estudio con el trabajo como base de la pedagogía
cubana, lo que era más notable en los niveles de secundaria básica y
preuniversitario, donde la gran mayoría de los estudiantes estaban becados en
las Escuelas Secundarias en el Campo (ESBEC) o en los Institutos
Preuniversitarios en el Campo (IPUEC), centros en los que estos jóvenes
intercalaban una jornada de estudio con otra media jornada laboral en faenas
agrícolas en grandes planes citrícolas y vianderos en todas las provincias del
país.
En 1980 existían 415 ESBEC y 141 IPUEC con una
matrícula que sobrepasaba los 580 mil estudiantes, 16 mil de ellos estudiantes
extranjeros de varios países que recibían educación, principalmente en la Isla
de la Juventud. Esta gran población estudiantil era un aporte nada despreciable
a la economía de estos planes agrícolas, esencialmente en plantaciones
citrícolas en Jagüey Grande, Isla de la Juventud que producían frutas
exportables para los países del CAME.
La gran problemática de este masivo
crecimiento de la población estudiantil en este nivel fue la calidad de la
enseñanza, no solo por la falta de experiencia de la mayoría de los profesores,
muy jóvenes y con una preparación sobre la marcha para resolver el reto educacional, sino el
fenómeno del “promocionismo” desatado en este tipo de escuelas internas, casi
todas acercándose al ciento por ciento de promoción y con evidentes lagunas en
la formación ética y curricular de sus alumnos, que luego incidía en los
niveles superiores de la enseñanza.
El 11 de julio de 1980 se graduaron en La
Habana el III y IV Contingente del “Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce”,
una forma emergente de formar maestros para responder a la demanda de docentes
para la enseñanza media y media superior. Eran jóvenes graduados de 10mo grado
que luego fueron nivelando su categoría académica hasta alcanzar la
Licenciatura en la Enseñanza, desde el primer año se incorporaban a las aulas
de las escuelas en el campo en media jornada y estudiaban en la otra.
Al iniciarse el quinquenio 1981-85 Cuba
contaba con 26 escuelas pedagógicas y 216 900 maestros y profesores de la
enseñanza primaria, secundaria y preuniversitaria.
No se descuidó la educación de los
trabajadores que continuaron elevando su nivel escolar enfrascado en lo que se
llamó “La Batalla por el Sexto” alcanzado con éxito en 1980, cuando más de 900
mil personas habían vencido ese nivel. La continuidad hasta el 9no grado fue el
compromiso logrado en 1985.
La educación de adultos continuó siendo una
prioridad de la Revolución en la década de los 80, en el curso 80-81
matricularon en esa modalidad más 128 mil estudiantes adultos en la Secundaria
Obrero campesina (SOC) y unos 66 mil en el nivel de Educación Obrero Campesina
(EOC); en la enseñanza superior más de 58 mil trabajadores estudiaban en 1980,
cifra que aumentó a 109 mil en 1984, lo que permitió al país tener una fuerza
laboral escolarizada y en constante superación a más del potencial joven que se
preparaba en las escuelas y universidades, en 1985 más del 42,8 % de los
técnicos y profesionales eran menores de 30 años.
El nivel educacional de los trabajadores se
modificó significativamente entre 1978 y 1986: con nivel de primaria se
disminuyó de un 54% a 23 %; en secundaria básica se elevó de 26 % a 37,8 %;
preuniversitario de 16, 1 % a 29,7% y en el nivel universitario se elevó de 3,9
% a 9 %.
Esta escolarización masiva de la fuerza
laboral fue creando un potencial científico técnico que sería la base del
desarrollo cualitativo de la economía y las investigaciones científicas y su
aplicación técnica.
En 1976 se creó el Ministerio de la Educación
Superior que tenía a su cargo en 1985 46 centros de enseñanza universitaria con
una matrícula de 280 mil estudiantes que estudiaban 98 especialidades,
priorizándose las carreras pedagógicas y de la salud, sectores en constante
crecimiento.
En cuanto al desarrollo científico técnico,
los centros de educación superior fueron creando su base para la formación en
Cuba de los aspirantes a grados científico, los que ya sumaban más de 1200
candidatos a doctores a mediados de la década de los 80.
El 8 de septiembre de 1982 la UNESCO reconoce
a Cuba por sus resultados en materia educativa, en tanto la Central de
Trabajadores de Cuba es galardonada por la Asociación Internacional de Lectura,
con sede en Roma, por el programa que le permitió alcanzar a medio millón de
trabajadores el 6to grado.
En 1985 el país disponía de 319 bibliotecas
públicas y 3 200 bibliotecas escolares, además de las bibliotecas de las
universidades y las especializadas, era todo un sistema en función del esfuerzo
por elevar la educación y la cultura del pueblo, que se completaba con la
impresión masiva y gratuita de la base
material de estudio para todas las enseñanzas y un sistema editorial que
publicaba lo mejor de la literatura universal y nacional a precios muy barato
para la población nacional en tiradas grandes, era el principio de “libros para
todos” que ya contaba con una campaña para fomentar el hábito de la lectura en
una población que eleva constantemente su nivel de instrucción.
En cuanto al sistema de museos y las oficinas
del cuidado del patrimonio, se consolidan en todo el país. Con la nueva división
político administrativa se impulsó la creación de al menos un museo en las
cabeceras municipales.
El 12 de noviembre de 1980, se
crea el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (Cencrem),
subordinado al Ministerio de Cultura y radicado en el antiguo Convento de Santa
Clara. Su creación fue de un gran impacto para el cuidado del patrimonio en
Cuba puesto que en este centro se formaron durante más de 30 años los
especialistas en conservación y restauración de monumentos, los museólogos de todo el país y de otras
partes de América Latina y el Caribe, además trabajos de restauración de piezas
patrimoniales. Este proyecto recibió una gran ayuda de la UNESCO en
este período.
Durante esta década el Cencrem jugó un
papel importantísimo en la restauración de diversas edificaciones de La Habana
Vieja y conformó la base para el trabajo que desarrollaría la Oficina del
Historiador de la Ciudad a partir de la década de los 90 del siglo XX.
En 1982 la UNESCO declara Patrimonio de La Humanidad el centro
histórico de La Habana que abarca además
el sistema de fortalezas defensivas de la misma, en 1983 esta misma institución
presenta en La Habana una campaña internacional para el rescate y
rehabilitación de la Plaza Vieja, base de las grandes transformaciones que en
el tema del patrimonio desarrollaría la Oficina del Historiador de La Habana, dirigida por Eusebio Leal, quien
inicia un proceso de rescate de la ciudad histórica comprendida en los límites
del municipio Habana Vieja.
Trinidad y el valle de los Ingenio fue
declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1988, por su
alto grado de conservación del conjunto y el significado para la preservación
de la cultura colonial en ese espacio.