Yo
sé que hay muchos, de aquí y de allá, que desean que enterremos a Martí, a mi
por el contrario me gusta desempolvarlo para mostrar su versatilidad temática,
la frescura y actualidad de sus opiniones y hasta la valentía para expresar criterios, sin
pensar en consecuencias, cosa que hoy muchos no asumen al escribir.
Martí no es un bandera para flamearla ante las
campañas mediáticas de dentro y fuera, es un intelectual de a pie que vivió su
tiempo y se empeñó en mostrarnos al ser humano, hacer que nos viéramos en ese
espejo que somos nosotros mismos y no solo que
imagináramos la persona que quisiéramos ser.
Por eso lo traigo en el tema más cotidiano
para el cubano, la pelota, el beisbol sacrosanto del que quisiéramos ser los
inventores, aunque nos duela hasta la médula no poder blasonar de ser los
mejores en el deporte de nuestros amores.
Empecemos por esta breve frase, escrita como
al vuelo y que nos deja ver el asombro del beisbol como fenómeno de masas allá
por los últimos años del siglo decimonónico: “(...)
Dicen que irán treinta mil almas al juego
de pelota, (...)”[1], observen que Martí llama pelota al
juego, tal y como el cubano de hoy llama al beisbol y que conste que tal manejo
del término es muy del siglo XX entre nosotros.
Pero no es esta una nota ocasional, ya antes
había escrito para una de sus crónicas sobre la sociedad norteamericana:
“(…)
Si se mira a la calle por la tarde, no se ven sino mozos robustos que andan a
buen paso, para cambiar sus trajes de oficio por el vestido de paseo, con que
han de lucir a la novia, o el del juego de pelota, que aquí es locura, en la
que se congregan por parques y solares grandes muchedumbres”[2]
También
nos demuestra que no es solo curiosidad, conoce el juego y de haberse detenido
muchas veces a contemplar los reñidos partidos de beisbol en el New York de su
época. Acoto esta curiosa nota al referirse al lanzador (picher) de un equipo
de pelota, al que por cierto nombra como “tirador”, término que no utilizamos
para esta importante figura del beisbol pero que se aviene a su función
principal de tirar la pelota para que batee el equipo contrario: “(...) en
Yale tenemos un gran tirador de pelota, que gana
siempre, porque antes de entrar en el
juego, reza”[3]
Ahora traigo el fragmento más controversial
escrito por José Martí sobre el beisbol, el que ha hecho decir a muchos que no
gustaba de este juego, que no lo entendía y que opinaba por lo que leía,
veamos:
“(...) sin
que en lugar alguno falte una asamblea, ya de clérigos protestantes, (...) ya
de jugadores de pelota, que es juego
desgraciado y monótono que perturba el juicio, y como todos los demás,
como las regatas, como los pugilatos, como las carreras, como cuanto estimula
la curiosidad, las apuestas, y el amor natural del hombre a lo sobresaliente,
aun en la fuerza física y el crimen,
privan aquí tanto en verano, que para dar cuenta de quién recorrió el cuadro
más veces o tomó más la pelota en el aire, publican los periódicos de nota al
oscurecer, una edición extraordinaria. (...)”[4]
Un juicio contundente al que no falta razón y
actualidad, aunque amemos mucho al beisbol y al deporte en general, su crítica
no iba dirigida al deporte sino a los vicios colaterales de las apuestas.
Por último quiero citar mi fragmento favorito, ese que deja ver al
poeta que es Martí, al cubano que entiende de beisbol y que le rinde homenaje con una de las jugada
más difíciles para el receptor de pelota, fíjense en el modo de llamar a este
jugador, “encuclillado”, en referencia su posición defensiva; vayan estas
palabras de José Martí como un homenaje a los grandes cacher que ha tenido la
pelota y en especial a mi admirado Ariel Pestano, maestro en la conducción de
los lanzadores y del juego, valiente y oportuno en su bateo y su defensa:
“La
población está de vuelta en las casas. ¿Qué yacht triunfó en la regata? ¿Qué
peloteros ganaron, los de Nueva York, que tienen el bateador que echa la pelota
más lejos, o los de Chicago, cuyo campeador es el primero del país, encuclillado fuera del cuadro, mirando
al cielo, para echarse con ímpetu de bailarín o coger en la punta de los dedos
la pelota que viene como un rayo por el aire”[5]
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