Perdonen mis lectores que tenga que extenderme
un poquito, el tema lo amerita, se trata de hacer un breve acercamiento a la
participación de José Martí en la Conferencia Monetaria Internacional de Washington,
su modo objetivo y claro de desmontar las intenciones expansionistas y
hegemónica de los Estados Unidos sobre sus vecinos del sur, intenciones que con
el tiempo no han hecho más que ganar vigencia en un cíclico volver a lo mismo
que tiene en los días que corren una nueva ronda apoyada por el neoliberalismo egoísta
de las clases privilegiadas del continente:
El 24 de mayo de 1888 el presidente de los
Estados Unidos envió una invitación del Senado y la Cámara de Representantes de
ese país a los pueblos de América, llamando a una conferencia internacional en
Washington, para estudiar, entre otras cosas, la adopción por cada uno de los
gobiernos de una moneda común de plata, que fuera de uso forzoso en las
transacciones comerciales recíprocas de los ciudadanos de todos los estados de
América.
El 7 de abril de 1890, la Conferencia
Internacional Americana recomienda establecer una unión monetaria internacional
que como base de esta unión se acuñasen una o más monedas internacionales,
uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los países representados
en esta conferencia.
El 30 de marzo de 1891 un joven que ha ido
conquistando afectos y respetos en la colonia hispanoamericana de Estados
Unidos y que en Nueva York ya casi todos le llaman el Maestro, presenta un
informe en la Conferencia Monetaria Internacional de Washington. Ese joven a
quien las repúblicas de Argentina, Uruguay y Paraguay le han hecho su cónsul general en
Nueva York, habla en representación de Uruguay y es el cubano José Martí.
El
discurso inaugural del cónclave internacional fue pronunciado por el
representante de los Estados Unidos, el Secretario de Estado James G. Blaine, y
fue, según palabras de José Martí, “el
planteamiento desembozado de la era del predominio de los Estados Unidos sobre
los pueblos de América”.
Desde el mismo momento de la convocatoria de
la Conferencia Monetaria Internacional
José Martí advierte a las naciones hispanoamericanas del peligro que
representaba la desigual unión con los Estados Unidos.
En la carta que el
Maestro dirigiera al director del periódico La Nación, de Buenos Aires,
y que fuera divulgada en las páginas de esta misma publicación el 19 de
diciembre de 1889, Martí se refiere a las antiguas pretensiones estadounidenses
de dominio sobre nuestras tierras de América:
“...Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el “nada
sería más conveniente” de Jefferson; con
“los trece gobiernos destinados” de Adams; con “la visión
profética” de Clay; con “la gran luz del Norte” de Webster; con “el
fin es cierto, y el comercio tributario” de Summer; con el verso de Sewall,
que va de boca en boca, “vuestro es el continente entero y sin límites”;
con “la unificación continental” de Everett; con “la unión comercial”
de Douglas; con “el resultado inevitable” de Ingalls, “hasta el istmo
y el polo”; con “la necesidad de extirpar en Cuba”, de Blaine, “el
foco de la fiebre amarilla...”
Y
alerta a la América Latina sobre el peligro inminente de que esas viejas
aspiraciones puedan concretarse en ese momento:
“...Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera
más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y
minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de
productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen
a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil
con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos
con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América
española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas
y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la
América española la hora de declarar su segunda independencia.”
Del mismo modo,
convoca a las repúblicas de América, de la América española, a la unidad y la
firmeza frente a las pretensiones de la potencia del Norte:
“...Sólo una respuesta unánime y viril, para la que todavía hay tiempo
sin riesgo, puede libertar de una vez a los pueblos españoles de América de la
inquietud y perturbación, fatales en su hora de desarrollo, en que les tendría
sin cesar, con la complicidad posible de las repúblicas venales o débiles, la
política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso, que
no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir
su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua,
Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con
el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos, como ahora, a
comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio.”
Por encargo y en representación de la
Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, presenta a la conferencia un informe
brillantísimo, primero en castellano y después en inglés, recomendando el
bimetalismo y recordando de paso que no es “el oficio del continente americano
restablecer con otro método y nombre el sistema imperial por donde se corrompen
y mueren las repúblicas”.
Martí rechaza las opiniones de la delegación de
los Estados Unidos, que aspiraba a la creación de una moneda internacional de
plata. Él deseaba la creación de un sistema de monedas uniformes, que harían
más morales y seguras las relaciones económicas de los pueblos. Hace una
caracterización de los EE.UU. y del peligro que representaba para América las
intenciones de ese país.
Llamaba Martí a que imperara tanto en el
comercio como en la política, la paz igual y culta y que todo cambio de moneda
debía hacerse en acuerdo con los países implicados.
Un aspecto muy importante sobre el que llamó la
atención fue la unidad económica, al decir “quien dice unión económica dice unión
política” y “el pueblo que compra manda”.
Según José Martí, los
pueblos de América únicamente lograrán alzarse sobre los Estados Unidos si
oponen su inteligencia y talento sobre el poderío norteño: “Para eso es el genio: para vencer la fuerza con la habilidad.”
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