lunes, 6 de junio de 2016

MARTÍ EN LA CONFERENCIA MONETARIA INTERNACIONAL





Perdonen mis lectores que tenga que extenderme un poquito, el tema lo amerita, se trata de hacer un breve acercamiento a la participación de José Martí en la Conferencia Monetaria Internacional de Washington, su modo objetivo y claro de desmontar las intenciones expansionistas y hegemónica de los Estados Unidos sobre sus vecinos del sur, intenciones que con el tiempo no han hecho más que ganar vigencia en un cíclico volver a lo mismo que tiene en los días que corren una nueva ronda apoyada por el neoliberalismo egoísta de las clases privilegiadas del continente:

El 24 de mayo de 1888 el presidente de los Estados Unidos envió una invitación del Senado y la Cámara de Representantes de ese país a los pueblos de América, llamando a una conferencia internacional en Washington, para estudiar, entre otras cosas, la adopción por cada uno de los gobiernos de una moneda común de plata, que fuera de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas de los ciudadanos de todos los estados de América.

El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional Americana recomienda establecer una unión monetaria internacional que como base de esta unión se acuñasen una o más monedas internacionales, uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los países representados en esta conferencia.

El 30 de marzo de 1891 un joven que ha ido conquistando afectos y respetos en la colonia hispanoamericana de Estados Unidos y que en Nueva York ya casi todos le llaman el Maestro, presenta un informe en la Conferencia Monetaria Internacional de Washington. Ese joven a quien las repúblicas de Argentina, Uruguay y  Paraguay le han hecho su cónsul general en Nueva York, habla en representación de Uruguay y es el cubano José Martí.

El discurso inaugural del cónclave internacional fue pronunciado por el representante de los Estados Unidos, el Secretario de Estado James G. Blaine, y fue, según palabras de José Martí,   “el planteamiento desembozado de la era del predominio de los Estados Unidos sobre los pueblos de América”.

 Desde el mismo momento de la convocatoria de la Conferencia Monetaria Internacional  José Martí advierte a las naciones hispanoamericanas del peligro que representaba la desigual unión con los Estados Unidos.

En la carta que el Maestro dirigiera al director del periódico La Nación, de Buenos Aires, y que fuera divulgada en las páginas de esta misma publicación el 19 de diciembre de 1889, Martí se refiere a las antiguas pretensiones estadounidenses de dominio sobre nuestras tierras de América:

“...Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el “nada sería más conveniente” de Jefferson; con  los trece gobiernos destinados” de Adams; con “la visión profética” de Clay; con “la gran luz del Norte” de Webster; con “el fin es cierto, y el comercio tributario” de Summer; con el verso de Sewall, que va de boca en boca, “vuestro es el continente entero y sin límites”; con “la unificación continental” de Everett; con “la unión comercial” de Douglas; con “el resultado inevitable” de Ingalls, “hasta el istmo y el polo”; con “la necesidad de extirpar en Cuba”, de Blaine, “el foco de la fiebre amarilla...” 
 
Y alerta a la América Latina sobre el peligro inminente de que esas viejas aspiraciones puedan concretarse en ese momento:

“...Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.”

Del mismo modo, convoca a las repúblicas de América, de la América española, a la unidad y la firmeza frente a las pretensiones de la potencia del Norte:

“...Sólo una respuesta unánime y viril, para la que todavía hay tiempo sin riesgo, puede libertar de una vez a los pueblos españoles de América de la inquietud y perturbación, fatales en su hora de desarrollo, en que les tendría sin cesar, con la complicidad posible de las repúblicas venales o débiles, la política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso, que no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos, como ahora, a comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio.”

Por encargo y en representación de la Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, presenta a la conferencia un informe brillantísimo, primero en castellano y después en inglés, recomendando el bimetalismo y recordando de paso que no es “el oficio del continente americano restablecer con otro método y nombre el sistema imperial por donde se corrompen y mueren las repúblicas”.

Martí rechaza las opiniones de la delegación de los Estados Unidos, que aspiraba a la creación de una moneda internacional de plata. Él deseaba la creación de un sistema de monedas uniformes, que harían más morales y seguras las relaciones económicas de los pueblos. Hace una caracterización de los EE.UU. y del peligro que representaba para América las intenciones de ese país.

Llamaba Martí a que imperara tanto en el comercio como en la política, la paz igual y culta y que todo cambio de moneda debía hacerse en acuerdo con los países implicados.

Un aspecto muy importante sobre el que llamó la atención fue la unidad económica, al decir “quien dice unión económica dice unión política” y “el pueblo que compra manda”.

Según José Martí, los pueblos de América únicamente lograrán alzarse sobre los Estados Unidos si oponen su inteligencia y talento sobre el poderío norteño: “Para eso es el genio: para vencer la fuerza con la habilidad.”

  

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