Hace
136 las autoridades españolas de la Isla decidieron abolir el régimen de
esclavitud al que estaban sometidos más de cien mil africanos o descendientes
de estos en la isla. Era la consecuencia lógica de la crisis del sistema
económico basado en la mano de obra esclava que durante más de tres siglos
marcó la sociedad colonial en Cuba.
Ya los cubanos en el alzamiento que encabezó Carlos
Manuel de Céspedes en el ingenio “Demajagua”, declararon el derecho de los
esclavos a ser libre y él de forma personal dio la libertad a los de su
dotación, diez años de guerra radicalizaron de tal modo a la sociedad que el
negro, al luchar por la libertad de Cuba se hace libre si era esclavo, si ya lo era se reafirma como
parte de un movimiento que lo integraba y que no solo era por la independencia
de España, sino por la abolición de esta infame institución.
Con la creación de la República burguesa, la
demagogia populista de los gobiernos burgueses mantenían un coqueteo constante
con estos sectores negros, mayoritarios combatientes por la libertad de Cuba y
a los que el propio Martí llamó a crear la República “con todos y para el bien
de todos”, el objetivo era obtener su apoyo electoral y político, en tanto
continuaba la segregación, velada o abierta en todos los sectores de la
sociedad cubana.
Con
el triunfo de la
Revolución Cubana el 1ero de enero de 1959 cambiaron muchas
cosas en Cuba, llegaba al poder un grupo de revolucionarios dispuestos a
liderar los profundos cambios que necesitaba la sociedad, encabezados por el
Comandante Fidel Castro.
La discriminación racial latente en la
sociedad pre-revolucionario tenía una profunda raíz clasista dada la
pertenencia a los sectores más humildes del pueblo de las mayorías negras y
mestizas, agrupadas en sociedades y hermandades que servían más para que
continuaran segregados, que para luchar por una igualdad real ya refrendada en la Constitución del 40.
No es de extrañar que en la vanguardia de los
trabajadores se destaquen líderes negros de la talla de Jesús Menéndez, Aracelio
Iglesia, Lázaro Peña, mano a mano con sus hermanos de causa, fueren del color
que fueren. Ellos estuvieron a la vanguardia, los dos primeros asesinados por
su radical defensa de los trabajadores y el tercero el líder indiscutible de
los obreros cubanos, que acompañó al proceso revolucionario hasta su muerte.
Es por ello que Fidel Castro aborda el problema de la
discriminación racial desde los primeros días del triunfo y se pronuncia
categóricamente:
“Una de las batallas en que es
necesario hacer hincapié (…), es porque se acabe la discriminación racial en
los centros de trabajo. No debiera ser necesario dictar una Ley para fijar un
derecho que se tiene por la simple razón de ser un ser humano y un miembro de
la sociedad.
“Nadie se puede considerar de raza
pura y mucho menos de raza superior.
“Hay que dictar el anatema y la
condenación pública contra aquellos que, llenos de pasados resabios, de pasados
prejuicios, tienen el poco escrúpulo de discriminar a unos cubanos por cuestiones
de piel más clara o más oscura.
Recordando
a Martí Fidel dijo
“La virtud, los méritos personales,
el heroísmo, la bondad, deben ser la medida del aprecio que se tenga a los hombres y no el pigmento de la piel. El
problema no es cambiar el gobierno sino cambiar la esencia de lo que ha sido
hasta hoy nuestra política, política colonial.[1]
Esta política ha sido prioridad de la Revolución que sostiene
que la discriminación y los prejuicios raciales son antinacionales, porque
atenta contra los derechos de estas personas y se pone en peligro la unidad
nacional tan necesaria al proceso revolucionario.
El problema no fue de política estatal,
encaminada desde un primer momento a favorecer a los más humildes, sino de
pensar que con una campaña y la proclamación de la igualdad de todos los
cubanos, ya se acababa el problema, cuando la realidad social del país ha
demostrado que pese a todo, permanecen los prejuicios y la desventaja social
de parte de la población negra cubana, en tanto quedaban insatisfacciones
que no eran solo materiales sino de esencia espiritual.
Los duros años a partir del Período Especial
(Década de los 90), pusieron de manifiesto estos problemas como arrecife que
aflora en la bajamar y afrontarlos
requieren honestidad, sentido crítico y un amplio consenso participativo real
para completar la obra y lograr la plenitud social de todos y con todos.
[1]Fidel Castro, 1959 citado
por Pedro Serviat Rodríguez en “La discriminación y el racismo: lacras del
pasado” en Revista Universidad de La Habana, pág. 164, Nº 224, ene-abr, 1985
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