martes, 14 de junio de 2016

ANTONIO MACEO: TANTA FUERZA EN LA MENTE COMO EN EL BRAZO



De esa manera lo describe José Martí, como el hombre que tiene tanta fuerza en la mente como en el brazo, rompiendo el mito reduccionista del sublime guerrero capaz del sacrificio pero sin una formada idea de lo que quiere en esa lucha larga y consagra a la que se entregó su familia des desde 1868, cuando acudieron al llamado que les hacía Carlos Manuel de Céspedes para luchar por la libertad de Cuba y la redención de los esclavos.

 Quienes lo conocieron, blancos y negros, amigos o enemigos, no dejaron de valorar los méritos  éticos que acompañaban al mulato oriental, algo tartamudo, fuerte y elegante, educado en la disciplina hogareña de su madre Mariana Grajales, quien no concebía a un hijo suyo menos que los demás, fuera blanco o negro.

Así lo describe el coronel Enrique Collazo quien lo conoció en plena guerra:

“(…) su figura era atrayente; fornido y bien proporcionado; fisonomía simpática y sonriente, facciones regulares, manos y pies chicos, formando un conjunto que lo destacaba siempre, por numeroso que fuera el grupo que lo rodeaba. Acostumbraba a hablar bajo y despacio; su trato era afable. Talento natural, sin pulir pero unido a una fuerza de voluntad extraordinaria, que le hicieron dominar sus defectos naturales.”

 Y el historiador Emilio Roig de Leuchsenring resumirá sus virtudes humanas y aportes a la patria:

“Maceo era grande, sobre todo, porque el amor a la patria despierta en él sus magnificas cualidades latentes de combatiente, de organizador y de jefe, y porque las consagra enteras, sin desmayo, a la causa revolucionaria.”

  Fue enemigo de las intrigas políticas, adversario franco y caballero para la valoración de los seres humanos, así queda expresado en la carta que dirige al periodista Enrique Trujillo quien trata de enemistar a Maceo con José Martí, queriendo aprovechar las diferencias tácticas que ambos sostenía en cuanto al modo de organizar la nueva  revolución independentista. Así responde Maceo al intrigante desde Costa Rica, el 22 de agosto de 1894.

 “Su salpicada carta, de tendencias disolventes y de impurezas que no debe abrigar un corazón honrado, que dañan, sin Ud. pensarlo, la elevación del espíritu y la sincera devoción que debemos a la causa de la libertad, peca de fatídica y aviesa, de poco política y antipatriótica. No parece suyo el contenido de esa carta. ¿Qué diablo le atormenta cuando la escribió?

“En ninguna época de mi vida he servido de banderín político de convenciones personales; solo me ha guiado el amor puro y sincero que profesé, en todo tiempo, a la soberanía nacional de nuestro pueblo infeliz. Cualquiera que sea el personal que dirija la obra común hacia nuestros fines, tiene, para mí, la grandeza y la sublimidad del sacrificio honrado que se imponga. (…)Estoy y estaré con la revolución por principio, por deber. (…)¿Para qué queremos la vida  sin el honor de saber morir por la patria? (…) La guerra que Ud. hace al Sr. Martí es un crimen de lesa patria…”
 A pesar de las diferencias de criterios sobre determinados temas en la forma de organizar la guerra, Maceo y Martí coincidieron  en la necesidad de la unidad, la entrega y lealtad a la causa que defendían, así lo hicieron en la etapa de organización de la guerra y se atuvieron a ella durante la contienda bélica.

 De la claridad de su pensamiento político deja Maceo muchas pruebas a lo largo de su actuar en las luchas por la independencia, Baraguá, había sido el ejemplo  claro de que era el representante de las ideas más radicales en estas luchas y así lo ratifica en carta a los Delegados de la Asamblea Constituyente de Jimaguayú, el 30 de septiembre de 1895:

“Permitidme, pues, ciudadanos Representantes, que os haga presente la expresión de agradecimiento que me anima con vosotros, motivado por el honor que me habéis discernido al concederme el nombramiento de Lugar Teniente General del Ejército Libertador. Y al aceptar cargo tan honroso como éste, que aumenta la responsabilidad que tengo contraída ante mis compatriotas, permitidme también que os reitere la protesta y obediencia a las leyes que emanan de la voluntad popular (…) Fundemos la República sobre la base inconmovible de la igualdad ante la ley. Yo deseo vivamente que ningún derecho o deber, título, empleo o grado alguno exista en la República de Cuba como propiedad exclusiva de un hombre, creada especialmente para él e inaccesible por consiguiente a la totalidad de los cubanos…”

 Principios luego olvidados en la República cuando los derechos de los humildes fueron ignorados por la clase oligárquica que traicionó los ideales de Maceo y Martí.

 El 27 de enero de 1896 Antonio Maceo escribe al periódico estadounidense “The Star” y le expresa:

“En primer lugar me dice Ud. Que en los Estados Unidos creen que había una división en el ejército cubano; que entre el General en Jefe y yo  existía mala inteligencia; y que mi ejército, para usar los términos empleados por los españoles, fue abandonado por el general Gómez y lanzado a  la provincia de Pinar del Río para que cayese en una trampa. Semejantes afirmaciones son tan ridículas, que ninguna persona seria puede tomarla en consideración, pero hay otras muchas entre nuestros amigos más sinceros y correligionario, que son bastante cándidos para creer que el rumor tenía algún fundamento.

“En primer lugar, no puede existir semejante desavenencia, división o como quiera usted llamarla, entre el general Gómez y yo. Él es el General en Jefe y sus leyes son como leyes acatadas por mí. Yo solo soy Teniente General del Ejército y en todos los tiempos y en cualquier lugar y todas las razones, estoy sujeto a sus órdenes. Nuestro ejército no está compuesto de gentuza en que el hombre que más grita es el Jefe, sino que está organizado bajo el plan de una fuerza militar moderna, en que el orden y la disciplina se sostienen y los superiores son respetados. Pero, aparte de las reglas de la disciplina militar, no hay un soldado del ejército cubano que por un instante desobedezca las órdenes del general Máximo Gómez. Todo el ejército confía implícitamente en su patriotismo y en su habilidad militar. Nosotros los que le hemos conocido y seguido en otras guerras, estamos convencidos de nuestra comparativa pequeñez para dudar de su sabiduría y actitud.”

 Estaba conciente de las intenciones anexionista de los Estados Unidos y de la clase aristocrática cubana, por ello siempre rechazó esa posibilidad y dejó siempre bien claro su posición:12 de junio de 1896, en la cual le manifiesta, entre otras cosas:

 “Los americanos y los españoles podrán concertar los pactos que quieran, pero Cuba es libre dentro de breve término y puede reírse de negociaciones que no favorezcan su emancipación.”(12 de junio de 1896)

 “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejecutarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.” (14 de julio de 1896).

 Esas eran las ideas claras de Mayor General Antonio Maceo. Digno hijo de Santiago de Cuba, surgido de la humilde cuna de una familia campesina, numerosa y negra, consagrada a Cuba y al logro de una patria no solo libre en lo político, sino basada en la igualdad de derechos de todos sus hijos.

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