Monumento al Esclavo Rebelde en Triunvirato provincia de Matanzas
Esta breve
monografía forma parte del libro HISTORIA DE LA CULTURA CUBANA, que he
publicado en estos últimos años en MONOGRAFÍA.COM por capítulos, en espera de
tener el día la posibilidad de verlo en papel, fue en mi Blog CULTURA CUBA el material más visitado y
comentado que quiero retomar para los nuevos lectores, estos hechos y estos
datos explican muchos problemas de nuestras historia nacional:
El desarrollo de la
plantación esclavista en Cuba provoca como primera consecuencia el arribo a la
isla de una avalancha de esclavos africanos a partir de 1762, cuando los
ingleses introdujeron en La
Habana alrededor de diez mil “piezas de ébano” en los pocos
meses que ocuparon la capital de la colonia.
“Como resultado de ello, si en 1774, durante el primer
censo de población, en Cuba fueron registrados 44 300 esclavos, ya en 1792 la
cifra ascendió a 84 400, en 1804 a 138
000 (75 000 hombres y 63 000 mujeres)”[1]
En 1792 se creó en La Habana la Nueva Compañía de
Comercio, primordialmente de capital criollo, que tenía por finalidad recibir
los esclavos en consignación y revenderlos a los hacendados.
La vertiginosa entrada
de mano de obra esclava africana
estimuló un rápido crecimiento de la economía de plantación en el
occidente de la isla y la rápida reducción porcentual de la población libre[2].
Durante poco más de
dos siglos, desde la conquista hasta la ocupación inglesa de La Habana,
arribaron a Cuba, legalmente, unos sesenta mil esclavos aproximadamente. A
partir de esa fecha la mano de obra esclava se incrementó vertiginosamente y se
convierte en la base de la riqueza de la oligarquía criolla y sus aliados. La
arribada de estos seres humanos, legal o de contrabando, inunda el mercado y provoca un desequilibrio demográfico en la
isla.
El salto más
espectacular en la importación de esclavos se produce entre 1790 y 1820 al ser traído de forma legal
236 599 africanos, casi cuatro veces más que todos los arribantes en el primer
período colonial, sin contar con los esclavos traídos de contrabando.
Pese a los malos
tratos y la despiadada explotación de las plantaciones, la población de color
en la isla, pasó de un 43, 6 % en 1762 a un 54,5 % en 1811, lo que atemorizó a
las clases dominantes en el país. En
1820 Cuba tenía una población de 627 238 habitantes de ellos de ellos el 55 %
era de color, un 40 % esclavos y un 15 % libres[3]
El negro está
presente en la población de la isla desde la conquista, su trasculturación gradual y equilibrada con
el resto de los componentes étnicos, forma parte de la identidad del criollo.
Incluso un minoritario grupo de “gente de color” se perfila a principios de este período como una pequeña burguesía
con base en algunos oficios, el comercio minorista, los servicios y algunas
esferas artísticas.
Este estrato social
asimila la cultura predominante en la colonia y al igual que la oligarquía
criolla procura hacer méritos a los ojos de las autoridades coloniales,
formando parte en los batallones de milicias de color, donde son premiados con
grados de oficiales y condecoraciones por estos servicios.
Con el desarrollo
plantacionista de este período se consolida una pequeña burguesía de color cuyo
número no era despreciable y que fue mirada siempre con desconfianza por las
élites de la sociedad colonial.
El conocimiento de un oficio artesanal y la demanda en el
mercado de su trabajo especializado, hizo que el negro cubano ocupase un
sitio vital en el seno de la economía:
la sociedad no puede prescindir de él y por tanto se produce su integración a
ella sobre la base de su utilidad e insustituibilidad”[4]
El incremento
desmesurado de la mano de obra esclava prejuició a la población blanca con
respecto al trabajo manual que dieron lugar a un agudo fenómeno de vagancia[5].
El esclavo fue la
principal fuente de trabajo en 1825, de un total de 140 mil dedicados al
cultivo de exportación, 66 mil laboraban en las plantaciones azucareras y de
los 260 mil esclavos existentes en la isla para esa fecha, 73 mil (28%) vivían
y trabajaban en áreas urbanas[6].
A partir de la
masiva y forzosa llegada de esta población africana y pese a las prohibiciones
de las autoridades civiles y eclesiásticas, su acervo cultural llegó con ellos
y encontró acomodo en la cultura popular del país, en un proceso de
aculturación con las otras formas culturales presentes en el mismo.
El africano
desarrolla en difíciles condiciones su cultura, a veces de forma encubierta,
otra de forma abierta. Sus creencias sobreviven en los barracones y cabildos;
en su forma original o sincretizados. Su religiosidad, su música, la tradición
oral y otras formas de su cultura, enriqueció el tronco común de la cultura de
esta tierra.
A Cuba fueron
traído de forma forzada personas de más de cien étnias africanas, predominando
los yorubas, bantúes, carabalíes y ararás, de ellos los dos primeros grupos son
los de más fuerte arraigo cultural en Cuba.
Los yorubas
proceden de la costa occidental de Nigeria, a su llegada a la isla encontraron
en la cultura popular predominante una mezcla religiosa que iba del
cristianismo más ortodoxo hasta el animismo.
Será la estructura
jerarquizada y piramidal de la religión cristiana, con un Dios supremo y
deidades inferiores (santos), la que asimilaron para encubrir en un proceso de
sincretismo religioso de rápido y fuerte aceptación en las clases populares. En
un período relativamente corto crearon un culto sincrético de doble identidad (Regla de Ocha o Santería), que es
un ejemplo de cultura de resistencia, al sobrevivir al conquistador,
conquistándolo.
Los principales
orichas del panteón yoruba, encontraron un equivalente en el santoral
cristiano. Changó(Santa Bárbara), oricha de la virilidad; Yemayá(Virgen de
Regla), señora del mar; Ochún(Virgen de la Caridad del Cobre), la fertilidad y el amor, son
sus atributos; Obatalá( Virgen de las Mercedes), señor de la sabiduría; Babalú
Ayé(San Lázaro), señor de la salud y las curaciones y Ogún(Santiago Apóstol),
dueño del monte y del trabajo, entre otros muchos, los más conocidos y
arraigados en la cultura popular del país.
La difusión que ha
tenido la santería en Cuba parte de esta época cuando comenzó a desarrollarse
no solo entre los esclavos, sino también entre la población de color y la blanca de origen humilde, teniendo en la
región occidental su mayor arraigo con una expansión rápida y sostenida al
resto del país.
La étnia bantú o
congos fue también de mucha importancia en la conformación de la cultura
popular de Cuba. Traídos en la Gran Avalancha de principios del siglo XIX,
conforman un grupo humano disperso en diversos reinos o tribus en la cuenca del
río Congo, de ellos los más importantes llegados al país fueron los mayombes,
loangos, angolas y balubas.
La cultura de estos
grupos giraba alrededor de un sistema religioso animista, que atribuye poderes
a los elementos naturales personificados en el bosque, los árboles, los
animales, fenómenos naturales, etc. Por esta razón no les fue difícil mantener
sus cultos durante la esclavitud, en constante sincretismo con otros étnias
africanas y con el catolicismo.
Por centrar sus
ritos en los palos del monte, se les reconoció en Cuba como “Paleros”,
extendiéndose de forma similar a la
santería pero sin alcanzar su popularidad.
Yorubas y Bantues
aportaron elementos religiosos que refundidos con el catolicismo oficial dieron
lugar a los cultos sincréticos que se arraigaron en la cultura popular cubana.
Otra institución de
origen africano fueron los Cabildos de Nación, que existen en la isla desde el
siglo XVI con la autorización de los funcionarios coloniales. Su finalidad es
proteger y conservar la cultura de un grupo étnico, costumbres, ritos, e
instrumentos, modificados en el nuevo contexto. Formaban parte de ellos los
individuos de una misma étnia, en cofradías de cooperación y ayuda mutua que
con el tiempo asimilaron a
descendientes de otros grupos africanos
minoritarios.
En Cuba,
principalmente en la región occidental, surgieron Cabildos congos, lucumíes,
arará, y la Secta
Abakúa. Esta última secreta, cerrada y con membresía
masculina, pero con objetivos similares a los cabildos.
El Cabildo de
Nación era presidido por un Rey o una Reina, un Rey suplente, un abanderado, el
Mayor de Plaza, el Mayordomo, el Tesorero y la Corte. Ellos dirigían las
festividades, desarrolladas los domingos en la mañana, de 10 a 12 del día y en la tarde
de 3 a 8
de la noche, bajo la constante vigilancia de las autoridades y los amos.
La festividad más
importante de los Cabildo de Nación y que en el siglo XIX se convirtió en la
más significativa fiesta popular del país,
es Día de Reyes, celebrado el 6 de enero. Esta festividad cristiana se
celebraba en Cuba desde la
Conquista, pero su esplendor se da en ese siglo por la
incorporación masiva de los negros. Ese día salían a las calles y plazas,
ataviados con sus trajes típicos o imitando al blanco, llevando estandarte y
atributos, al son de la música. Era una festividad que los esclavistas
permitieron pero que nunca entendieron.
La masiva estrada
de esclavos africanos fue un suceso determinante para la conformación del etno
nacional a partir de que la presencia de esta raza de origen y culturas
múltiples se integra al proceso de transculturación que Fernando Ortiz reconoce como el modo
creativo y formativo de toda cultura mestiza.
[1] Fernando Ortiz: Los
negros esclavos”, p. 38 citado por E. Alexandrenkov en “Los negros en el Nuevo
Mundo”, colectivo de autores. Moscú, 1987, p. 250.
[2] Ramiro Guerra:
Manual de Historia de Cuba, p. 207; citado por López Segrera: en OC.: 72
[3] Juan Pérez de la Riva: La Isla de Cuba en el siglo XIX
vista por los extranjeros: 4, citado por López Segrera: OC.: 84
[4] López Segrera: en
“Cuba: Capitalismo dependiente y subdesarrollo”: 89
[5] Alejandro de
Humboldt: Ensayo político sobre la isla
de Cuba, Vol. XI, Nº 3, 73 citado por López Segrera, Obra citada.: 82
[6]López Segrera, Obra
citada: 82
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