viernes, 10 de junio de 2016

EL IMPACTO DE LA ESCLAVITUD MASIVA EN CUBA



Monumento al Esclavo Rebelde en Triunvirato provincia de Matanzas 

Esta breve monografía forma parte del libro HISTORIA DE LA CULTURA CUBANA, que he publicado en estos últimos años en MONOGRAFÍA.COM por capítulos, en espera de tener el día la posibilidad de verlo en papel, fue en  mi Blog CULTURA CUBA el material más visitado y comentado que quiero retomar para los nuevos lectores, estos hechos y estos datos explican muchos problemas de nuestras historia nacional:

 El desarrollo de la plantación esclavista en Cuba provoca como primera consecuencia el arribo a la isla de una avalancha de esclavos africanos a partir de 1762, cuando los ingleses introdujeron en La Habana alrededor de diez mil “piezas de ébano” en los pocos meses que ocuparon la capital de la colonia.

“Como resultado de ello, si en 1774, durante el primer censo de población, en Cuba fueron registrados 44 300 esclavos, ya en 1792 la cifra ascendió a 84 400, en 1804  a 138 000 (75 000 hombres y 63 000 mujeres)”[1]

 En 1792 se creó en La Habana la Nueva Compañía de Comercio, primordialmente de capital criollo, que tenía por finalidad recibir los esclavos en consignación y revenderlos a los hacendados.

 La vertiginosa entrada de mano de obra esclava africana  estimuló un rápido crecimiento de la economía de plantación en el occidente de la isla y la rápida reducción porcentual de la población  libre[2].

 Durante poco más de dos siglos, desde la conquista hasta la ocupación inglesa de La Habana, arribaron a Cuba, legalmente, unos sesenta mil esclavos aproximadamente. A partir de esa fecha la mano de obra esclava se incrementó vertiginosamente y se convierte en la base de la riqueza de la oligarquía criolla y sus aliados. La arribada de estos seres humanos, legal o de contrabando, inunda el mercado  y provoca un desequilibrio demográfico en la isla.

 El salto más espectacular en la importación de esclavos se produce  entre 1790 y 1820 al ser traído de forma legal 236 599 africanos, casi cuatro veces más que todos los arribantes en el primer período colonial, sin contar con los esclavos traídos de contrabando.

 Pese a los malos tratos y la despiadada explotación de las plantaciones, la población de color en la isla, pasó de un 43, 6 % en 1762 a un 54,5 % en 1811, lo que atemorizó a las clases dominantes en el país.  En 1820 Cuba tenía una población de 627 238 habitantes de ellos de ellos el 55 % era de color, un 40 % esclavos y un 15 % libres[3]

 El negro está presente en la población de la isla desde la conquista,  su trasculturación gradual y equilibrada con el resto de los componentes étnicos, forma parte de la identidad del criollo. Incluso un minoritario grupo de “gente de color” se perfila a principios  de este período como una pequeña burguesía con base en algunos oficios, el comercio minorista, los servicios y algunas esferas artísticas.

 Este estrato social asimila la cultura predominante en la colonia y al igual que la oligarquía criolla procura hacer méritos a los ojos de las autoridades coloniales, formando parte en los batallones de milicias de color, donde son premiados con grados de oficiales y condecoraciones por estos servicios.

 Con el desarrollo plantacionista de este período se consolida una pequeña burguesía de color cuyo número no era despreciable y que fue mirada siempre con desconfianza por las élites de la sociedad colonial.

El conocimiento de un oficio artesanal y la demanda en el mercado de su trabajo especializado, hizo que el negro cubano ocupase un sitio  vital en el seno de la economía: la sociedad no puede prescindir de él y por tanto se produce su integración a ella sobre la base de su utilidad e insustituibilidad”[4]

 El incremento desmesurado de la mano de obra esclava prejuició a la población blanca con respecto al trabajo manual que dieron lugar a un agudo fenómeno de vagancia[5].

 El esclavo fue la principal fuente de trabajo en 1825, de un total de 140 mil dedicados al cultivo de exportación, 66 mil laboraban en las plantaciones azucareras y de los 260 mil esclavos existentes en la isla para esa fecha, 73 mil (28%) vivían y trabajaban en áreas urbanas[6].

 A partir de la masiva y forzosa llegada de esta población africana y pese a las prohibiciones de las autoridades civiles y eclesiásticas, su acervo cultural llegó con ellos y encontró acomodo en la cultura popular del país, en un proceso de aculturación con las otras formas culturales presentes en el mismo.

 El africano desarrolla en difíciles condiciones su cultura, a veces de forma encubierta, otra de forma abierta. Sus creencias sobreviven en los barracones y cabildos; en su forma original o sincretizados. Su religiosidad, su música, la tradición oral y otras formas de su cultura, enriqueció el tronco común de la cultura de esta tierra.

 A Cuba fueron traído de forma forzada personas de más de cien étnias africanas, predominando los yorubas, bantúes, carabalíes y ararás, de ellos los dos primeros grupos son los de más fuerte arraigo cultural en Cuba.

 Los yorubas proceden de la costa occidental de Nigeria, a su llegada a la isla encontraron en la cultura popular predominante una mezcla religiosa que iba del cristianismo más ortodoxo hasta el animismo.

 Será la estructura jerarquizada y piramidal de la religión cristiana, con un Dios supremo y deidades inferiores (santos), la que asimilaron para encubrir en un proceso de sincretismo religioso de rápido y fuerte aceptación en las clases populares. En un período relativamente corto crearon un culto sincrético de doble  identidad (Regla de Ocha o Santería), que es un ejemplo de cultura de resistencia, al sobrevivir al conquistador, conquistándolo.

 Los principales orichas del panteón yoruba, encontraron un equivalente en el santoral cristiano. Changó(Santa Bárbara), oricha de la virilidad; Yemayá(Virgen de Regla), señora del mar; Ochún(Virgen de la Caridad del Cobre), la fertilidad y el amor, son sus atributos; Obatalá( Virgen de las Mercedes), señor de la sabiduría; Babalú Ayé(San Lázaro), señor de la salud y las curaciones y Ogún(Santiago Apóstol), dueño del monte y del trabajo, entre otros muchos, los más conocidos y arraigados en la cultura popular del país.

 La difusión que ha tenido la santería en Cuba parte de esta época cuando comenzó a desarrollarse no solo entre los esclavos, sino también entre la población de color  y la blanca de origen humilde, teniendo en la región occidental su mayor arraigo con una expansión rápida y sostenida al resto del país.

 La étnia bantú o congos fue también de mucha importancia en la conformación de la cultura popular de Cuba. Traídos en la Gran Avalancha de principios del siglo XIX, conforman un grupo humano disperso en diversos reinos o tribus en la cuenca del río Congo, de ellos los más importantes llegados al país fueron los mayombes, loangos, angolas y balubas.

 La cultura de estos grupos giraba alrededor de un sistema religioso animista, que atribuye poderes a los elementos naturales personificados en el bosque, los árboles, los animales, fenómenos naturales, etc. Por esta razón no les fue difícil mantener sus cultos durante la esclavitud, en constante sincretismo con otros étnias africanas y con el catolicismo.

 Por centrar sus ritos en los palos del monte, se les reconoció en Cuba como “Paleros”, extendiéndose  de forma similar a la santería pero sin alcanzar su popularidad.

 Yorubas y Bantues aportaron elementos religiosos que refundidos con el catolicismo oficial dieron lugar a los cultos sincréticos que se arraigaron en la cultura popular cubana.

 Otra institución de origen africano fueron los Cabildos de Nación, que existen en la isla desde el siglo XVI con la autorización de los funcionarios coloniales. Su finalidad es proteger y conservar la cultura de un grupo étnico, costumbres, ritos, e instrumentos, modificados en el nuevo contexto. Formaban parte de ellos los individuos de una misma étnia, en cofradías de cooperación y ayuda mutua que con el tiempo  asimilaron a descendientes  de otros grupos africanos minoritarios.

 En Cuba, principalmente en la región occidental, surgieron Cabildos congos, lucumíes, arará, y la Secta Abakúa. Esta última secreta, cerrada y con membresía masculina, pero con objetivos similares a los cabildos.

 El Cabildo de Nación era presidido por un Rey o una Reina, un Rey suplente, un abanderado, el Mayor de Plaza, el Mayordomo, el Tesorero y la Corte. Ellos dirigían las festividades, desarrolladas los domingos en la mañana, de 10 a 12 del día y en la tarde de 3 a 8 de la noche, bajo la constante vigilancia de las autoridades y los amos.

 La festividad más importante de los Cabildo de Nación y que en el siglo XIX se convirtió en la más significativa fiesta popular del país,  es Día de Reyes, celebrado el 6 de enero. Esta festividad cristiana se celebraba en Cuba desde la Conquista, pero su esplendor se da en ese siglo por la incorporación masiva de los negros. Ese día salían a las calles y plazas, ataviados con sus trajes típicos o imitando al blanco, llevando estandarte y atributos, al son de la música. Era una festividad que los esclavistas permitieron pero que nunca entendieron.

 La masiva estrada de esclavos africanos fue un suceso determinante para la conformación del etno nacional a partir de que la presencia de esta raza de origen y culturas múltiples se integra al proceso de transculturación  que Fernando Ortiz reconoce como el modo creativo y formativo de toda cultura mestiza.



[1] Fernando Ortiz: Los negros esclavos”, p. 38 citado por E. Alexandrenkov en “Los negros en el Nuevo Mundo”, colectivo de autores. Moscú, 1987, p. 250.
[2] Ramiro Guerra: Manual de Historia de Cuba, p. 207; citado por López Segrera: en OC.: 72
[3] Juan Pérez de la Riva: La Isla de Cuba en el siglo XIX vista por los extranjeros: 4, citado por López Segrera: OC.: 84
[4] López Segrera: en “Cuba: Capitalismo dependiente y subdesarrollo”: 89
[5] Alejandro de Humboldt: Ensayo político  sobre la isla de Cuba, Vol. XI, Nº 3, 73 citado por López Segrera, Obra citada.: 82
[6]López Segrera, Obra citada: 82

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