Una
buena parte de la población cubana justifica
su no realización del proyecto de vida por las grandes dificultades
económicas del país, los salarios bajos, lo caro que están los productos y su
dificultad por estar en todo ese complejo mundo del “vivir la vida y mañana ya
veremos”, esa es la mentalidad de muchos jóvenes ávidos de “disfrutar de la
vida” en el concepto más lúdico de la palabra, fiestas, lucimiento para el
grupo donde se mueven, perder el tiempo en la cursilería que el mundo de hoy pone
en sus mente y antes sus ojos como el nuevo “opio de los pueblos”
¿Qué
futuro tendrá mi hija en este país?, me pregunta un padre sobreprotector, que
no ve en los estudios universitarios de esta su futuro, porque va a ganar poco
y va a vivir las mismas precariedades que yo.
¿Qué
futuro tú quieres para tu hija?, pregunté, la respuesta es antológica en el
compendio de la superficialidad y el oportunismo: “qué viva bien[1],
que tenga de todo y no tenga que preocuparse por nada”, para el cubano eso
implica muchas cosas, incluyendo esa prostitución encubierta y ventajista de
casarte con un “yuma”[2]
que te ponga bien y vivas sin trabajar, no importa si el “yuma” tiene más años
que Matuzalén, el “baro”[3]
lo hace todo y además me puede mandar un dinerito para vivir e ir tirando aquí.
No voy a decir como los periodistas que
publican en Cuba y los funcionarios cuando responden ante un error, que
justifican los problemas, los errores y los horrores con aquellos de: “Claro es
la actitud de una minoría” y por ahí viene ese discurso que se hace vació por
repetitivo y esperado.
Para las sociedades no hay receta, puede haber
mucha decencia en medio de una sociedad corrupta o puede haber una gran cuota de marginalidad, enajenación
y conductas antisociales en medio de un proceso, por principios honesto y con
clara vocación humanista y de bondad, pero ese lo construimos desde la familia,
en el día a día y en cada lugar en que estemos.
Yo
sigo soñando con un mundo mejor, con gente de alma limpia y no títeres consumistas
con una cara en las redes sociales y una triste historia que arrastrar en las
calles.
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