Se
ha polemizado mucho acerca del conocimiento que sobre José Martí tenían las
generaciones de cubanos de los primeros años de la República. Martí era un
impacto para todos los cubanos que de una forma o de otra lo había conocido en
su batallar constante en la emigración para unir a los que soñaban con una Cuba
Libre.
Las interpretaciones sobre él fueron múltiples
y los juicios fueron de un extremo al otro, desde “fanático incendiario”, “loco
imprudente”, hasta su santificación política, por quienes le temían más a sus
ideas después de muerto que a su ejemplo de líder de la independencia e ideólogo de nuestras libertades.
Los políticos de todas las tendencias han
hecho de Martí, ícono por excelencia en
su afán legitimador de sus propuestas. Cada cual ha hecho uso de él y lo hacen
“hablar para su causa”, en frases rotundas y cerradas sacadas de contexto, sin
un análisis objetivo de su obra y sus circunstancias.
La “Década Crítica” ha sido el nombre que se
le ha dado a los decisivos años veinte en Cuba, en esos tiempos asomaba una
nueva generación desinhibida de los pecados cometidos por la Revolución
Independentista, frustrada y traicionada, convertida en mascarada en aquella
República minusválida que pese a ello se erigía como un logro de los esfuerzos
del pueblo cubano por ser libre.
Aquellos años fueron el punto de giro hacia
los nuevos tiempos en Cuba, la juventud cubana, acompañada por aquellos
“veteranos” que conservaron la dignidad y voluntad de cambio. emprende la lucha
por el mejoramiento de la sociedad cubana, dispuesto a terminar con las lacras
coloniales que la oligarquía nacional y los intervencionistas yanquis se
encargaron de hacer permanecer.
En esos momentos José Martí y su obra ocuparon
su lugar, su liderazgo es aceptado por esta generación que se da a la tarea de
conocerlo, interrogarlo y buscar respuestas.
Julio
Antonio Mella escribe sobre la necesidad de dedicarle un libro a Martí; Rubén
Martínez Villena clama por una “carga para matar bribones”; Juan Marinello,
hurga en su literatura; Jorge Mañach nos lega una biografía martiana aún no
superada, Emilio Roig se acerca al habanero ilustre y comprometido, a la vez
que resalta su quehacer antimperialista y muchos otros van en busca de sus
advertencias, compromisos y encendidas palabras para continuar el camino.
En los medios politiqueros Martí era mármol y
bronce; en las escuelas públicas el humilde maestro cubano, lo hace símbolo
para arraigarlo en los niños: La Rosa Blanca, Los Zapaticos de Rosa, Los Versos
Sencillos, El Beso de la Patria. En los medios intelectuales y académicos se
estudia e interpreta, a veces de forma oportunista o tremendista, con una
manera libre que elude el cliché o los términos hechos. De esa manera creció
Martí, entre nosotros, se hizo el Apóstol y cómplice de las puras causas.
Hoy no se libra ni de la tribuna, ni del
estandarte, asidero de algunos de
variadas intenciones, material de estudio de muchos que siguen asombrándose de
su sapiencia y a veces no saben qué hacer con tanta verdad a flor de letra.
Este es el Martí de los cubanos, la base
ideológica de una nación, empeñada en
ser libre e independiente, en medio de un mundo convulso y contradictorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario