martes, 21 de junio de 2016

MARTÍ: CRECIMIENTO DEL HÉROE




Se ha polemizado mucho acerca del conocimiento que sobre José Martí tenían las generaciones de cubanos de los primeros años de la República. Martí era un impacto para todos los cubanos que de una forma o de otra lo había conocido en su batallar constante en la emigración para unir a los que soñaban con una Cuba Libre.
 Las interpretaciones sobre él fueron múltiples y los juicios fueron de un extremo al otro, desde “fanático incendiario”, “loco imprudente”, hasta su santificación política, por quienes le temían más a sus ideas después de muerto que a su ejemplo de líder de la independencia  e ideólogo de nuestras libertades.
 Los políticos de todas las tendencias han hecho de Martí, ícono por excelencia   en su afán legitimador de sus propuestas. Cada cual ha hecho uso de él y lo hacen “hablar para su causa”, en frases rotundas y cerradas sacadas de contexto, sin un análisis objetivo de su obra y sus circunstancias.
 La “Década Crítica” ha sido el nombre que se le ha dado a los decisivos años veinte en Cuba, en esos tiempos asomaba una nueva generación desinhibida de los pecados cometidos por la Revolución Independentista, frustrada y traicionada, convertida en mascarada en aquella República minusválida que pese a ello se erigía como un logro de los esfuerzos del pueblo cubano por ser libre.
 Aquellos años fueron el punto de giro hacia los nuevos tiempos en Cuba, la juventud cubana, acompañada por aquellos “veteranos” que conservaron la dignidad y voluntad de cambio. emprende la lucha por el mejoramiento de la sociedad cubana, dispuesto a terminar con las lacras coloniales que la oligarquía nacional y los intervencionistas yanquis se encargaron de hacer permanecer.
 En esos momentos José Martí y su obra ocuparon su lugar, su liderazgo es aceptado por esta generación que se da a la tarea de conocerlo, interrogarlo y buscar respuestas.
 Julio Antonio Mella escribe sobre la necesidad de dedicarle un libro a Martí; Rubén Martínez Villena clama por una “carga para matar bribones”; Juan Marinello, hurga en su literatura; Jorge Mañach nos lega una biografía martiana aún no superada, Emilio Roig se acerca al habanero ilustre y comprometido, a la vez que resalta su quehacer antimperialista  y muchos otros van en busca de sus advertencias, compromisos y encendidas palabras para continuar el camino.
 En los medios politiqueros Martí era mármol y bronce; en las escuelas públicas el humilde maestro cubano, lo hace símbolo para arraigarlo en los niños: La Rosa Blanca, Los Zapaticos de Rosa, Los Versos Sencillos, El Beso de la Patria. En los medios intelectuales y académicos se estudia e interpreta, a veces de forma oportunista o tremendista, con una manera libre que elude el cliché o los términos hechos. De esa manera creció Martí, entre nosotros, se hizo el Apóstol y cómplice de las puras causas.
 Hoy no se libra ni de la tribuna, ni del estandarte, asidero de algunos  de variadas intenciones, material de estudio de muchos que siguen asombrándose de su sapiencia y a veces no saben qué hacer con tanta verdad a flor de letra.
 Este es el Martí de los cubanos, la base ideológica de  una nación, empeñada en ser libre e independiente, en medio de un mundo convulso y contradictorio.

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