miércoles, 29 de junio de 2016

LA POLÍTICA CULTURAL A FINES DE LOS 60 EN CUBA



 En medio de la defensa de su  existencia y ante el nuevo frente que se abría  en el sector de la cultura y la intelectualidad, los últimos años de la década de los 60 fueron definitorio para una política cultural ambigua practicada desde el Consejo Nacional de Cultura, dirigido básicamente por personas procedentes del Partido Socialista Popular pero con un apoyo tácito desde el gobierno.

 Era una política cultural dirigida a frenar el “diversionismo ideológico”, “pequeño burgués” proveniente de un “sistema capitalista decadente” que influía de un modo u otro en Cuba.

 Fueron los años del movimiento “hippies” norteamericano, extendido por todo el mundo incluyendo a Cuba donde La Habana tuvo su embrión de peludos, homosexuales, fuertemente reprimidos por “marginales” y corruptores de la juventud.

 Como pasa siempre, en el mismo saco fueron enviados a las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) cientos de jóvenes y no jóvenes, por muchos motivos, religiosos,  vagos, homosexuales y una larga etc. Que no debe enorgullecer a nadie.

 La cultura revolucionaria fue entendida a pie juntilla como la cultura del hombre  revolucionario, ateo y heterosexual y fueron años muy difíciles para los que no entraban dentro de estos parámetros.

En 1967 Carlos Rafael Rodríguez en conversación con alumnos de la Escuela Nacional de Arte define con claridad posiciones con respecto a la creación y los creadores:

“…De una parte existe el peligro de la invasión administrativa en la esfera del arte. Quiere esto decir que desde un punto de vista central cualquiera sea el Partido…o sea la administración haya uno o varios funcionarios que juzguen lo que debe o no debe ser exhibido.

“Y la experiencia nos aconseja a ser muy cauteloso en esa materia, porque en este caso puede ocurrir que los gustos individuales, de los funcionarios se conviertan por obra y gracia de las autoridades, en gustos nacionales”[1]
 Fenómeno que permeó la cultura cubana de ese período por su carga de convocatoria revolucionaria, la exclusión de la “evasión” de los escritores y creadores en otros temas que no fueran directamente de la realidad revolucionaria que se vivía entonces, el fantasma del “realismo socialista” era muy corpóreo y mucho panfleto y oportunistas pasaron a sustituir una cultura más diversa y enriquecedora.

 También el Che se refiere a este fenómeno de la libertad de creación en el socialismo:

“Cuando la Revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales: los demás revolucionarios o no, vieron un camino nuevo. La investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo las rutas estaban más o menos trazadas y el sentido del concepto fuga se escondió tras la palabra libertad. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia”[2]

 Eso fue interpretado por mucho como un espaldarazo al realismo socialista que en medio de la creación de la nueva sociedad  se intentó imponer como la nueva cultura de un pueblo que ya tenía una cultura diversa desde lo popular hasta la más ilustrada.




[1] Carlos Rafael Rodríguez: “Problemas del arte en la Revolución” en Revista Revolución y Cultura. Nº 1. La Habana, 1967
[2] Ernesto Guevara. Guevara, Ernesto: El socialismo y el hombre en Cuba, en Lectura de Filosofía. Tomo II. Pág. 583 La Habana, 1968

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