Desde su incorporación activa al movimiento
separatista para alcanzar la independencia de Cuba, José Martí comprende el
papel sobresaliente de la unidad para lograr los objetivos que los
revolucionarios cubanos se habían propuesto y no deje de entender el importante
rol que juegan en los procesos revolucionarios los líderes conductores de
pueblo.
Por ello su
primer contacto con Máximo Gómez se produce en
1878 al escribirle una carta desde Guatemala, con el pretexto de indagar
algunos datos sobre Carlos Manuel de Céspedes y la guerra que acababa de
terminar en Cuba.
La
introducción de la carta deja bien en claro la admiración del joven hacia el
caudillo de la Guerra Grande, de cuyas hazañas ha oído hablar:
“He conmovido muchas veces refiriendo la manera con
que Vd. pelea:--la he escrito, la he hablado:-en lo moderno no le encuentro
semejante: en lo antiguo tampoco.-Sea ésta una razón para que Vd. disculpe esta
carta.
Luego de
decirle el motivo de la carta, cuenta en breves líneas su biografía de
combatiente y sus sueños de cubano:
“De mi: tal vez nadie le dé razón, Rafael Mendive
fue mi padre: de la escuela fui a la cárcel y a un presidio, y a un destierro,
y a otro.-Aquí vivo, muerto de vergüenza porque no peleo.---Enfermo seriamente
y fuertemente atado, pienso, veo y escribo.-Veo las pobrezas de estas tierras,
y pienso con orgullo que nosotros no las tendremos.-En tanto que, en silencio,
admiro a los que lo merecen, y envidio a los que luchan, sírvase darme las noticias
históricas que le pido,-que tengo prisa de estudiarlas y de publicar las
hazañas escondidas de nuestros grandes hombres.-Seré cronista, ya que no puedo
ser soldado.
“No extrañe este lenguaje. Cuando se sirve bien a
la patria, se tienen en todas partes muchos amigos viejos. De los más
ignorados, no de los menos ardientes, es para el General animoso, poco el
mutilado silente.”
Es el
preludio de una amistad que nacerá más allá de la diferencia generacional y que
resistirá los encontronazos de las diferencias tácticas y los temores del joven
demócrata y liberal, frente al caudillo de mérito, acostumbrado a ser obedecido
en medio de los campos de batalla, prejuiciado por los “leguleyos” y
“chupatintas”, que han sido lastre en el arduo batallar por la libertad
En 1880
llega a los Estados Unidos después de haber sido deportado a España por su
labor conspiradora en la isla. Era un joven con una modesta hoja de servicio a
la causa revolucionaria, que se impuso como deber la organización de la
emigración separatista y a los que en Cuba seguían creyendo en la libertad
completa de la patria.
Conoce del
papel decisivo que en la Guerra Grande han tenido figuras como Antonio Maceo,
Máximo Gómez y Calixto García, entre otros por lo que procura el acercamiento a
ellos para comunicarles sus puntos de
vista sobre el importantísimo tema de la independencia y el modo de
conseguirla.
En medio de
estas gestiones contacta con el Mayor
General Máximo Gómez(julio, 1882), en una carta esclarecedora y franca en la
que expone sus criterios sobre la forma de alcanzar los propósitos
separatistas:
“(...) usted sabe, General, que mover un país, por
pequeño que sea, es obra de gigante. Y quien no se sienta gigante de amor, o de
valor, o de pensamiento, o de paciencia, no debe emprenderla”
Más
adelante, tras hablarle de sus contactos para organizar la lucha, le pide
consejos y apoyo para llevar adelante sus ideas, porque “(...)importa mucho que
el país vea juntos, sensatos ahorradores de sangre inútil y preveedores de los
problemas venideros, a los que intentan sacarlo de su quicio, y ponerlo sobre
quicio nuevo”
Llama la
atención el párrafo en el que advierte que existe un peligro mayor debido a las
intenciones de aquellos que no querían perder sus privilegios, aunque ambicionaban
librarse de España: la anexión a los Estados Unidos.
Por eso le
expresa a Máximo Gómez la necesidad de crear un Partido que aúne a los que
quieren la libertad, como modo de atajar a los anexionistas que desean: “una
libertad cómoda” para salvar “(...)a la par su fortuna y su conciencia”
Este fue el
primer contacto con el General Gómez. Quien le respondió de forma amable pero
evasiva, en carta donde le dice que no existían las condiciones en Cuba para
una guerra por el momento, pero dejando en claro su posición ante este asunto.
Después de
esta serán muchas las cartas cruzadas entre ambos, pero no será hasta 1884 en
que se conocerán personalmente Martí, Gómez y Maceo en la ciudad de Nueva York
a donde habían llegado los dos últimos recavando el apoyo de la comunidad
cubana para el Plan que ambos caudillos tenía para reiniciar la guerra de
independencia en Cuba.
El
conocimiento de estos dos reconocidos generales de la guerra independentista
hizo a Martí concebir esperanzas sobre la posibilidad de reanudar la lucha,
pero el conocimiento de ambos y de los recelos que aún albergaban del liderazgo
civil, así como un exagerado centralismo en los preparativos de la insurrección
hizo reaccionar al joven Martí quien en carta valiente y sincera le dice a Máximo
Gómez:
“Salí en la mañana del sábado de la casa de Vd. con
una impresión tan penosa, que he querido dejarla reposar dos días, para que la
resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado
de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no
quisiera ver yo jamás atacadas,--sino obra de meditación madura. .-¡ qué pena
me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y
en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente
grande!-Pero hay algo que está por encima de toda Ia simpatía personal que Vd.
pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente: y es mi
determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me
está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal,
que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora
soporta, y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por
algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el
triunfo.
“Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento
(...)”
No eran
temores infundados los que guiaban la pluma de Martí, la historia americana
estaba llena de ejemplos tristes en los que valientes jefes de la independencia
terminaron siendo en las repúblicas dictadores de entorchados y capataces de
pueblos a quienes negaron sus derechos por capricho, con el único pretexto de
haberlos servidos en el pasado:
“¿Cómo, General, emprender misiones, atraerme
afectos, aprovechar los que ya tengo, convencer a hombres eminentes, deshelar
voluntades, con estos miedos y dudas en el alma? -Desisto, pues, de todos los
trabajos activos que había comenzado a echar sobre mis hombros.”
“Y no me tenga a mal, General, que le haya escrito
estas razones. Lo tengo por hombre noble, y merece Vd. que se le haga pensar.
Muy grande puede llegar a ser Vd.-y puede no llegar a serlo. Respetar a un
pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza (...)
“Pues después de todo lo que he escrito, y releo
cuidadosamente, y confirmo,-a Vd., lleno de méritos, creo que lo quiero:-a la
guerra que en estos instantes me parece que, por error de forma acaso, esta Vd.
representando,-no:- “
Este
temporal alejamiento de las conspiraciones separatistas fue muy duro para el
Apóstol, muchos cubanos no entendieron sus razones, otros vieron en ellas
demasiado suspicacia civilista y no pocos lo llamaron cobarde, solo el tiempo y
el desarrollo de los acontecimientos le fueron dando la razón en cuanto a su
actitud y la mejor manera de organizar aquella lucha de todos los cubanos,
llamados al máximo sacrificio, con la limpieza de saber que era por la libertad
de Cuba por la que se pedía este sacrificio y no por intereses espurios o
personales.
El Partido
Revolucionario Cubano fue la obra grande de este fundador de pueblos, que llamó
a la unidad a todos los cubanos para conseguir una República en la que fuera
realidad esos sueños de igualdad de alcanzar una patria “con todos y para el
bien de todos”
Creado el
Partido y limadas las diferencias y recelos que habían alejado a Máximo Gómez y
José Martí, este se dirige al Generalísimo en carta fechada el 13 de septiembre
de 1892:
“Sr. Mayor General:
El Partido Revolucionario
Cubano, que continua, con su mismo espíritu de creación y equidad la República
donde acreditó Vd. su pericia y su valor, y es la opinión unánime de cuanto hay
de visible del pueblo libre cubano, viene hoy a rogar a Vd., previa meditación
y consejo suficientes, que repitiendo su sacrificio ayude a la revolución como
encargado supremo del ramo de la guerra, a organizar dentro y fuera de la Isla
el ejército libertador que ha de poner a Cuba y a Puerto Rico con ella, en
condición de realizar con métodos ejecutivos y espíritu republicano, el deseo
manifiesto y legítimo de su independencia.
“Yo ofrezco a Vd., sin temor de negativa, este
nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de
su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres(...)”
No hay comentarios:
Publicar un comentario