El 14 de junio de 1845 nació en la parte oriental de Cuba el cubano más
sobresaliente en las luchas por la liberación de Cuba del yugo colonial español,
Antonio Maceo Grajales. En el seno de una familia de negros criollos, apegados
a una ética de orgullo racial y familiar
que forma a los nacidos en este núcleo familiar a no ser tenidos por menos que
ningún otro, pese a no tener la piel blanca. Estigma muy tenido en cuenta en un
país en el que buena parte de la población negra o mestiza era esclava
El pasado domingo (11 de junio de 2017) en su esperada página de crónicas
en el periódico Juventud Rebelde, Ciro Bianchi escribe sobre Antonio Maceo
(“Antonio Maceo encarna a Cuba Heroica”) con esa singular manera de darnos a la
figura humana y asequible para todos los públicos, de ella escojo el fragmento
final que resume la valía del General Antonio en el 172 aniversario de su
natalicio:
“Nace Antonio
Maceo, hace 172 años, en Majaguabo, San Luis, Oriente. Su padre es propietario
allí de una finca que cubre un área de nueve caballerías en la que se cría
ganado, se siembra café, tabaco y plátanos para la venta y se cosechan frutos
menores para el consumo familiar. Tienen los Maceo-Grajales, además, casa en
Santiago de Cuba. El niño aprende con el padre la esgrima del machete, lo mismo
que a cazar, con lo que afina la puntería desde muy joven. Dispone la familia de
medios para pagar maestro privado a los hijos, que son 13: nueve de la unión de
Mariana con Marcos Maceo y cuatro de la unión de Mariana con Fructuoso
Regueyferos, que la deja viuda en plena juventud. Tiene Antonio 16 años de edad
cuando su padre le confía un arria de mulos para transportar mercancías desde
la finca hasta Santiago y otros lugares cercanos.
“Estalla la
guerra el 10 de octubre de 1868, y el 12 Antonio, junto con sus hermanos José y
Justo, se integra al Ejército Libertador. Mariana, con un crucifijo en la mano,
les hace jurar de rodillas al marido y a todos sus hijos que lucharán por la
libertad de la patria o morirán por ella. Antonio tiene 23 años y ya está
casado.
“En una
contienda en que muchas figuras alcanzan el generalato por su solvencia
económica, la ascendencia social o su preminencia en la zona donde se moverían
—el lugareñismo, del que hablaba José Luciano Franco—, Maceo asciende grado a
grado, por su valor y capacidad combativa, desde soldado a general. Es ya
Comandante en 1869. Y a propuesta de Calixto García y la aprobación de Carlos
Manuel de Céspedes, que le entrega en persona el ascenso a General de Brigada,
el 8 de junio de 1873. Cuatro años más tarde, en mayo, le pide el Gobierno que
presente su hoja de servicio. La Cámara de Representantes escucha la lectura
del documento remitido por Maceo. La relación de las batallas en las que ha
participado es interminable. Pero hay dos acápites que, dadas las
circunstancias por las que atraviesa la insurrección, impresionan al auditorio.
Son estos: ¿Licencias de que ha disfrutado? Ninguna, se dice en el documento.
¿Castigos que ha sufrido? Ninguno. La sesión, que es secreta, transcurre
sin contratiempos hasta que el diputado Miguel Betancourt dice que es una
vergüenza que se exija a Maceo, general de generales y ciudadano ejemplar,
pruebas para concederle un ascenso que tiene más que merecido, cuando a otros,
apapipios, intrigantes e indisciplinados, se les concede sin apenas discutirlo.
Tiene Maceo 32 años y ya es Mayor General.
“Lo alegra el
ascenso, pero le inquieta el estado de la Revolución. Se le va apagando la
sonrisa que siempre alegraba su rostro. Hay en el campo insurrecto invitaciones
al desorden y se aprecia una anarquía desmoralizadora que causa mucho daño.
Para colmo, el general español Arsenio Martínez Campos, «El Pacificador»,
inaugura una política para atraer a los revolucionarios y tiene éxito. Muchos
oficiales desertan y se pasan a los españoles. Cunde la desunión y el
cansancio. Para muchos, nueve años de incesante guerrear pesan demasiado.
“Maceo, sin
embargo, se mantiene firme. Se mueve, con su tropa, por Palma Soriano, Cauto,
Baire, Los Indios, Mejía… Redobla el esfuerzo. Es su manera de reciprocar el
ascenso. Cuando llegue el Zanjón, él sostendrá la dignidad nacional en Baraguá.”
Agreguemos que fue el artífice de la
invasión al occidente de la isla en 1895, como modo estratégico de destruir la
base económica sobre la que se sustentaba el dominio colonial de España y de la
burguesía criolla que en su gran mayoría tenía por patria su capital y fue el
aliado más fiel que tuvo la metrópoli hasta sus últimas consecuencias.
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