Hoy vamos acompañar al
maestro en un tour periodístico a la torre Eiffel, el monumento más alto y majestuoso
que el hombre levantó en el siglo XIX descrito con asombro y detalle para los
niños y jóvenes de América en el primer número de su revista “La Edad de Oro”
como parte de su ensayo sobre “La Exposición de París”. Quien no fue allí, no
se preocupe, la imaginación modernista del Apóstol pondrá en su mente un
detallado retrato de aquella maravilla, no muy bien aceptada por los franceses
de su época y ya elogiada por el cubano precursor que nunca estuvo allí:
“Pero adonde
va el gentío con un silencio como de respeto es a la torre Eiffel, el más alto
y atrevido de los monumentos humanos. Es como el portal de la Exposición.
Arrancan de la tierra, rodeados de palacios, sus cuatro pies de hierro: se
juntan en arco, y van ya casi unidos hasta el segundo estrado de la torre, alto
como la pirámide de Cheops: de allí fina como un encaje, valiente como un
héroe, delgada como una flecha, sube más arriba que el monumento de Washington,
que era la altura mayor entre las obras humanas, y se hunde, donde no alcanzan
los ojos en lo azul, con la campanilla, como la cabeza de los montes, coronada
de nubes-Y todo, de la raíz al tope, es un tejido de hierro.
“… ¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la
mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre es
el mástil! Los vientos se echan sobre la torre, como para derribar a la que los
desafía, y huyen por el espacio azul, vencidos y despedazados.- Allá abajo la
gente entra, como las abejas en el colmenar: por los pies de la torre suben y
bajan, por la escalera de caracol, por los ascensores inclinados, dos mil
visitantes a la vez; los hombres, como gusanos, hormiguean entre las mallas de
hierro; el cielo se ve por entre el tejido como en grandes triángulos azules de
cabeza cortada, de picos agudos. Del primer estrado abierto, con sus cuatro
hoteles curiosos, se sube, por la escalinata de hélice, al descanso segundo,
donde se escribe y se imprime un diario, a la altura de la cúpula de San Pedro.”
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