LA MADRE DE JOSÉ MARTÍ
El 19 de junio de 1907 murió en La Habana Leonor Pérez Cabrera, la madre de José Martí, mujer que tuvo que mucho que ver en la formación del hombre que hoy los cubanos tenemos como la figura más alta en nuestra cultura y en la formación de la nacionalidad cubana. Nacida en Sana Cruz de Tenerife, en esas Islas Canarias tan cercanas al swer del cubano, fue una humilde mujer que hizo todo lo posible por encaminar el desarrollo intelectual de su hijo, al mismo tiempo que fue su mayor corresponsal, al recibir de él tantas cartas como su sentimiento de hijo pudieron dictarles, ellas siempre le reprochó el "sacrificio" por una causa que ella consideraba imposible, al tiempo que elogiaba su desarrollo intelectual y sus triunfos personales que la llenaron del sano orgullo materno.
Estoica y fuerte sobrevivió a la muerte de su esposo y a la de siete de sus ocho hijos, teniendo a su lado a la hora de su muerte a su hija Amelia en cuya casa murió esta matrona fuerte.
Como homenaje a ella publico la introducción de un pequeño libro en preparación que sobre su relación con su hijo Pepe estoy preparando, vayan pues estas palabras como homenaje a "La Madre del Héroe":
La figura de
Leonor Pérez Cabrera se alza desde la sencillez de su origen para subrayar la
personalidad única de su hijo, el hombre
que todos los cubanos tenemos como el paradigma patrio de entrega y sacrificio
por el logro de la soberanía nacional y el bienestar individual de los hombres
y mujeres de esta isla nación que es hoy Cuba.
Leonor Pérez Cabrera es la madre de José Martí
Pérez, un hombre cuya trayectoria integral por la vida, es de una influencia
determinante para los destinos de nuestro país y de los pueblos marginados del
sur pobre e ignorado.
El acercamiento que pretendemos hacer a la
biografía de esta mujer de pueblo se basa en el paralelismo que establecemos
entre su personalidad fuerte y voluntariosa y la del hijo heredero de estas
cualidades pero, además, dotado de un talento singular, una capacidad de
estudio muy grande y un destino político que se trazó desde muy joven, pero que
fue moldeándose a lo largo de toda su vida.
El binomio madre-hijo fue entre ellos vaso
comunicante que enfrentó la voluntad de ella por protegerlo y convencerlo de
sus “errores”, con el respeto y el sufrimiento de él al saberse incomprendido.
Nos enfrentamos
a un tema bastante explotado, aunque poco difundido: libros, artículos,
referencias amplias en la abundante bibliografía sobre el hijo, documentales de
cine y televisión, conferencias y otras referencias que han contribuido a difundir
la imagen de doña Leonor.
Es por esta razón que nos acercamos a una tema
tratado, pero no agotado, haciéndolo a partir de las relaciones madre-hijo
desde lo afectivo y lo intelectual, a través del testimonio escrito que se
conserva de ambos, con relación a ellos mismos, y a temas tan recurrentes en
sus cartas como fueron, la familia y Cuba.
Es ver a Leonor a la sombra de la grandeza de
su hijo, insertada en momentos importantes de su vida como conciencia crítica y
presencia dolorosa de esa otra parte del Héroe, el ego personal, abandonado o
supeditado a la tarea mayor que él mismo se propuso: la libertad y
dignificación de su pueblo.
Leonor, mujer preparada para la familia, fruto
de las tradiciones ancestrales, no pudo sobreponerse a su destino y lucha, de
la manera que puede, por impedir o mitigar los sufrimientos del primogénito, su único varón, que pugnaba por
reconocerse a si mismo.
El tratamiento del tema nos lleva a seguir el
desarrollo de esta relación entre Leonor y su Pepe, el desvelo de ella sobre
sus pasos, las angustias al no saber de él y esa exigencia casi opresiva de
recibir sus cartas, saber sus actividades, sus éxitos y fracasos.
No es casual que sea ella receptora de su
obra, que él le va haciendo llegar en la medida que puede, a través de recortes
de prensa, libros y revistas llegadas a
la casa habanera para ser leídos con avidez, principalmente por ella, que no
escatima su opinión, atinada y madura, pese a su cultura insuficiente y
autodidacta.
Desde el punto de vista personal sobresalen
elementos en la biografía de doña Leonor que admiran por su forma de reacción:
primero la pobreza que se acrecienta en la medida que llegan los últimos años
de su vida; la pérdida de la visión y con ella el alejamiento de la posibilidad
de comunicación íntima con su hijo ausente y rebelde, y por último su sino
fatal de ver morir a su esposo y a todos sus hijos con excepción de una.
Este albur la iguala con las clásicas figuras
trágicas, con la diferencia de que ella no puede, ni siquiera culpar a nadie,
se aferra a su fe cristiana y a su vocación de servicio y espera lo que fue su
largo devenir hacia la muerte.
Ante tal figura no es difícil entender las
valoraciones que sobre el concepto materno tenía su hijo:
“La madre
está lejos o cerca de nosotros, es el sostén de nuestra vida. Algo nos guía y
ampara mientras ella no muere. La tierra, cuando ella muere, se abre debajo de
los pies”(1)
Así escribe en el periódico Patria
en 1892, resumiendo sus valoraciones sobre la maternidad como sentimiento
supremo en la escala del amor humano.
“Toda madre debiera llamarse Maravilla”(2)
Sentencia en uno de sus
Cuadernos de Apuntes, tal vez después de haber leído alguna de las cartas
escritas por su madre y admirarla por su persistencia en cuidarlo y protegerlo.
Mucho antes, adolescente
todavía, escribe apasionado en la proclama de denuncia que se imprime en el
Madrid indiferente ante la muerte de los ocho estudiantes de medicina fusilados
en La Habana:
“...las madres son amor, no razón; son sensibilidad exquisita y
dolor inconmensurable”(3)
Bien podía el hablar así de
la valiente mujer que arriesgo de su tranquilidad y la estabilidad de la
familia, acude al Palacio de los Capitanes Generales a demostrar la injusticia
cometida con su hijo y luego lo ve partir lejos de ella al destierro.
(1) Obras Completas de José Martí, Tomo V, pág. 379
(2)
Idem, Tomo XXI, pág.256
(3)
Idem, Tomo I, pág. 84
No hay comentarios:
Publicar un comentario