Ayer[1]
murió en La Habana una voz distinta en el ámbito de las Ciencias Sociales Cubanas, últimamente fue distinguido con innumerables
premios en la esfera académica y no dudo
que su huella de intelectual honesto y
osado moleste aún a muchos de los que le confrontaron y trataron de callar su
palabra sabia, precisa, pero siempre revolucionaria y comprometida.
Desde finales de la década de los 60 estuvo al
frente de la Escuela de Filosofía de la Universidad de La Habana, en un momento
crucial del proceso revolucionario cubano. Desde la cátedra él y sus
colaboradores trataron de hacer una interpretación más abierta del pensamiento
marxista, en el momento en que las voces dogmáticas y panfletarias impusieron
un modo de aprender e interpretar el marxismo con el rígido esquema
predominante en los países del extinto Campo Socialista, con la Unión Soviética
al frente.
Enseñar la dialéctica desde el dogma era la
contradicción más aguda de este modo de “predicar” marxismo, apegados a una
academia marxista anquilosada y teorizante que terminó por traicionarse a sí
misma en una “revisión” de la cual aún sufrimos sus consecuencias.
Fernando
estuvo al frente del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y
revolucionó, con los pies en la tierra el modo de enseñar las ideas de Marx,
Engels, Lenin y todos los continuadores que a lo largo del siglo XX fueron
enriqueciendo el marxismo con la praxis como guía y la historia como maestra.
Uno de los principales aportes a esta polémica
anti dogmática de la enseñanza del marxismo fue el “Manual de Filosofía”, publicado
en dos tomos y basados en el principio fidelista de no decirle al pueblo “cree”
sino “lee”, a modo de enseñar el marxismo desde los clásicos y el debatir
constante con sus continuadores.
Los que peinamos canas y tenemos memoria no
podemos olvidar “Pensamiento Crítico”, la revista más revolucionaria de
aquellos primeros años de Revolución: polémica, clara, abierta a otros razonamientos
y cuestionadora, esos fueron atributos de la revista dirigida por Fernando
Martínez que fue acusada de “revisionista” y finalmente fue cerrada en aquel
convulso y aun por estudiar año 1971.
Fueron herejías revolucionarias, herejías
desde la Revolución, modos de ver el proceso revolucionaria internacional y
nacional desde otra óptica, sin encasillarlo en un pensamiento decimonónico,
traicionado por quienes debieron desarrollarlo al convertirlo en una “Biblia
Atea” y ajena a las necesidades de un Tercer Mundo, explosivo y adelantado que
no esperó a tener teoría para hacer los cambios que necesitaba y Cuba era el ejemplo y Fernando su mayor defensor
desde la cátedra, la teoría y el ejemplo de sencillez martiana al fundirse con
su pueblo y su proceso, en el lugar que le asignaron, pero rebelde, despierto,
analítico y dispuesto, hasta la muerte.
Podrán reconocerlo o no, pero tenía razón, el
tiempo y la historia se la han dado; un proceso revolucionario se salvó en
medio del Período Especial, porque volvimos a mirarnos a nosotros mismos y los
análisis de Fernando, en libros y ensayos publicados mayoritariamente en
América latina, le dieron la razón.
Fue un hereje, para mí el filósofo cubano de
la época revolucionaria, marxista sin dogmas, razonador, verdaderamente
dialéctico, vivió y murió en Cuba, junto
a su pueblo y su Revolución de la que, quiéranlo o no reconocerlo, forma parte
indisoluble.
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