Rubén Martínez Villena
Cuba
1925-1940
El arte y la literatura occidental están en un
profundo momento de cambio, en las primeras décadas del siglo XX y tras el
término de la Primera Guerra Mundial y el surgimiento de la Revolución de
Octubre (1917) liderada por Lenin, el escepticismo inunda la vida intelectual.
El siglo XX irrumpe con todas sus fuerzas cambiándolo todo en el modo de pensar
y de hacer cultura, fundamentalmente en Europa, desde la cual se expande la
influencia hacia el resto del mundo.
En Cuba estos cambios en la cultura se dan contra
el adormecedor romanticismo y el retrasado modernismo de la primera generación,
a los que se contrapone el vanguardismo, audaz en algunos casos, tímido en
otros, pero en todos, preocupado, consiente y renovador.
Si 1923
significó la apertura política de la nueva generación, 1927 es el momento de la
definición de este movimiento intelectual de vanguardia. La publicación de la
revista “Social”, el “Suplemento Literario del Diario de la Marina” y otras
publicaciones de pensamiento más comprometido, traen como resultado la
aparición de la revista de “Avance”(1927) colofón de un movimiento cultural que
pretendió renovar la sociedad con sus actos. Las masas estaban por entrar en
acción y sería su rica y decisiva participación lo que determinará el profundo
cambio de la década del treinta con la aparición de muchas manifestaciones de la
cultura nacional popular.
Tal es así
que en 1927 un grupo de jóvenes creadores e intelectuales publican en las
páginas del periódico “El Heraldo de Cuba” lo que ellos llamaron un “Manifiesto
del Sindicato de Trabajadores Manuales y Artista de Cuba”[1]
en el que argumentaban que como en el capitalismo la obra de arte es una
mercancía “sujeta a la fluctuaciones de la oferta y la demanda”[2],
la tarea de los artistas y los intelectuales era sumarse a la lucha del
proletariado para abolir el régimen social imperante. Negaban los firmantes
“toda estética que no fuera maduramente nueva en su forma y contenido”[3]
y denunciaban “la irradiación del
imperialismo yanqui sobre los pueblos de América”[4],
condenando todo lo que no fuera auténtico de Latinoamérica, “prefiriendo
siempre el son al charleston”[5]
Por último,
reivindican “las corrientes estéticas de vanguardia poniéndolas al servicio de
los productores, de sus aspiraciones, intereses, pasiones y anhelos de lucha
contra los opresores nacionales y extranjeros”[6]
El “Grupo Minorista” se crea en 1927 por jóvenes intelectuales combativos y luchadores
por las causas más justas, como fueron: el rechazo a la corrupción, la
politiquería, la defensa de la cultura nacional, las dictaduras, el apoyo a los reclamos de
los más humildes y contra el ingerencismo abierto de los Estados Unidos en los
asuntos de Cuba. Muchos de ellos habían militado en el Movimiento de “Veteranos
y Patriotas”, defendiendo los intereses del pueblo y rechazando el oportunismo
de los que trataron de aprovecharse de este para sus intereses politiqueros.
Entre los más destacados miembros de este grupo
Minorista están, Rubén Martínez Villena, Emilio Roig de Leuchsenring, María
Villar Buceta, Alejo Carpentier, Conrado Massaguer, Eduardo Abela, Luis Gómez
Vanguemert, Francisco Ichazo, Enrique Serpa, José Zacarías Tallet, Jorge
Mañach y Juan Marinello, entre otros.
Las ideas
sociales de izquierda se abren paso en el ámbito social cubano, entre ellas el
marxismo, que comienza a ser estudiado entre los jóvenes intelectuales y los
trabajadores.
También las
ideas martianas son reencontradas por esta nueva generación que basa su
nacionalismo, no en el patrioterismo de los políticos de principios de la
República, sino en las ideas comprometidas y democráticas de José Martí
Dentro del
movimiento obrero de la isla la década del veinte va a ser también momento
de cruciales acontecimientos, en La
Habana se funda la Federación Obrera de La Habana (26/11/1920), la primera
organización obrera que en Cuba se plantea luchar de forma unitaria por los
interese de la clase obrera, encabezada por Alfredo López.
En 1924 se
funda la primera organización obrera de carácter nacional, la Hermandad
Ferroviaria de Cuba, un primer paso para poder unir a todos los trabajadores
del país para luchar por sus intereses. Ese mismo año surge la Asociación
Nacional de la Industria Azucarera, en contraposición a los obreros
ferroviarios a quienes consideraban con intereses ajenos a los suyos. Su
posición “gremialista”, llegaba a la negación de las clases sociales, defendiendo
la existencia de “grupos solidarios específicos” por razón a la actividad
económica que realizaba, en su seno estaban los trabajadores industriales y
agrícolas, pero también los altos ejecutivos de los ingenios, convirtiéndose de
hecho en un “instrumento reformista dentro del movimiento obrero azucarero”[7]
En agosto de
1925 se convoca a un Congreso Nacional Obrero, celebrado en Camagüey, del que
emergió la Confederación Nacional Obrera
de Cuba (CNOC), presidida por Alfredo López Arencibia (1894-1926),
la organización líder de los trabajadores cubanos tuvo un papel protagónico en
la lucha contra la dictadura de Machado, en la cual murieron muchos de sus
miembros y dirigentes, entre ellos el propio Alfredo López torturado y
asesinado en el castillo de Atarés en 1926.
Un hito
importantes para la izquierda cubana fue la constitución del Partido Comunista
de Cuba, también en agosto de 1925, organización con la que culminaban años de
orientación y lucha por encaminar las aspiraciones de los trabajadores y de los
más humildes de la sociedad por la vía del marxismo, alentado desde 1917 por el
triunfo de la Revolución Socialista de Octubre en Rusia. En la década del
veinte fueron apareciendo en diversas poblaciones de la isla agrupaciones de
comunistas, poco numerosas, pero muy activa en la propaganda y el activismo
ideológico, que poco a poco fueron coordinando sus esfuerzos y aumentando su
influencia en el movimiento obrero, hasta culminar en la creación del partido.
Pese a la
dura represión contra los comunistas, la ilegalización de su organización y los
prejuicios en la sociedad, el partido
va ganando un prestigio creciente en la clase obrera y los elementos más
radicales del estudiantado y la intelectualidad, teniendo ya para 1927 un lugar
de liderazgo en la lucha antimachadista.
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