miércoles, 18 de octubre de 2017

JOSÉ MANUEL POVEDA, LA REBELDÍA IMPOTENTE




En mayo de 1912 se produjo la protesta armada de los independentistas de color, un hecho provocado por la ceguera política de los gobernantes de turnos y los que manejaban el poder en Cuba. Los negros que habían luchado de forma masiva en la guerra por la independencia clamaban justicia social para ellos y los sectores humildes de la sociedad cubana; su entrega y sacrificio a la causa por la independencia de Cuba era alimentada por la esperanza de que el resultado de aquellos esfuerzos, sería la igualdad plena de derecho en una República como la proclamó José Martí desde sus prédicas libertarias: “Con todos y para el bien de todos”.

 Para más dolor y tristeza, uno de su raza, Martín Morúa Delgado, miembro de la Cámara de Representante, se había apresurado a pasar una Ley que prohibía los Partido de una sola raza, intención que pudo ser muy bien fundamentada en la “unidad nacional”, pero que bien aprovechada por los sectores racistas de la sociedad cubana, sirvió para combatir a “sangre y fuego”, las justas aspiraciones de los sectores más marginados de la población cubana, los negros.

 En otro momento entraremos en el análisis del programa del “Partido de los Independentistas de Color”, ahora solo quiero adelantar que era un  programa justo y progresista, no excluyente sino defensor de los intereses de los humildes todos, su nombre solo respondía a la ingente necesidad de resaltar la situación del negro en aquellos momentos y la rebeldía que generó su prohibición, fue un modo de presionar al gobierno del presidente José Miguel Gómez para acceder a sus demandas.

 De haber querido aquel contingente de rebeldes veteranos que había enfrentado a España, casi con las manos vacías, hubieran hecho una fuerte resistencia a la Guardia Rural que se lanzó a cazarlos en los lomeríos de Guantánamo, Songo, La Maya y otras intrincadas zonas orientales que ellos conocían muy bien, porque habían sido invencibles en ellas.

 El saldo fue de más de tres mil muertos y una profunda ola de miedo, ira y frustración, que aún hoy es posible percibir en las manifestaciones culturales de la época y posterior.

 Uno de los ejemplos más significativo fue el escritor  de Santiago de Cuba, José Manuel Poveda, un mestizo que se revela no solo como poeta sino como un observador crítico de su época, reflejándola desde su condición social de marginado e inadaptado en un sistema que lo enajena y frustra:

“Después de todo sería inútil: no podría  prescindir de mi mismo. Y por ahora, no hay realmente acción posible. Estamos aherrojados por dobles cadenas. Nos somos independientes. No somos sino una factoría colonial, obligada a trabajar, y a dar su cosecha y su fruto compelida por el látigo. Estamos desorganizados y envilecidos como una mala mesnada; no podemos defendernos. Un soplo de dispersión ha barrido las conciencias, y todo cuanto había de dignidad, pureza y valentía en las conciencias; un soplo de desilusión ha disgregado todas las energías creadoras del alma nacional. Somos la sombra de un pueblo, el sueño de una democracia, el ansia de una libertad. No existimos.”[1]

 Su rebeldía trató de encontrar una vía de acción a través del Grupo Nacional de Acción de Arte, asociación intelectual que aspiraba a preservar los más altos valores de la cultura nacional, como premisa para formar una patria nueva aupada sobre el pensamiento revolucionario de Antonio Maceo que  había critica a los autonomista el tipo de sociedad que precisamente se enseñoreaba en la República de los primeros veinticinco años, una sociedad exclusivista, que no daba participación a los humildes, ni permitía que la independencia fuera total.[2]

 La claridad de las ideas de Poveda queda en sus escritos[3] como continuación de esta línea de pensamiento  de frustración y rebeldía ante la realidad que vive, por eso se expresa en términos duros y amargos, aunque sin encontrar solución:

“La intervención extraña, frustrando el sacrificio frustró la patria. “Entre nosotros” hay distancia y, “sobre nosotros” influencias. Se frustró el sacrificio y solo han triunfado los autonomistas. La paz de San Juan equivale a la Paz del Zanjón[4]. Con la diferencia de que en Baraguá no ha protestado nadie esta vez”[5]

 Este es el revelador testimonio de un hombre “(…) que expresa, (…) el estado de incertidumbre y malestar en el que se debatía la conciencia nacional después de 1912, más allá de las pasiones partiditas de la época”[6]



[1] José Manuel Poveda citado por Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 32.
     La Habana, 1985
[2] Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, pp. 33-34. La Habana, 1985
[3] Jorge Ibarra señala en la obra citada la paciente labor de rescate del investigador Alberto Rocasolano al recopilar para la memoria cubana la obra periodística del José Manuel Poveda  en el volumen “Orbita de José Manuel Poveda”. La Habana, 1975
[4] Se refiere a la rendición de los españoles a las fuerza cubano-norteamericanas en la Loma de San Juan en las afueras de Santiago de Cuba, 1898 y a la tregua firmada entre cubanos y españoles en El Zanjón, en febrero de 1878, para terminar primera guerra de independencia de Cuba.
[5] José Manuel Poveda citado por Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 34.
     La Habana, 1985
[6] Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 37. La Habana, 1985

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