Alfredo M. Aguayo
Desarrolló una destacada labor pedagógica en el período
Pese
a la noble huella que habían dejado en la educación criolla numerosos pedagogos
del país durante el siglo XIX, no será hasta la ocupación norteamericana que se
organice un sistema de educación pública que
a pesar de sus cortedades dotó a Cuba de un mecanismo eficaz para elevar
la calidad de la enseñanza de la isla. Eso heredó la República que trató de
mantenerlo aún pese a los turbios manejos de los políticos en el gobierno de
los fondos públicos.
El censo población efectuado en Cuba en 1899
señaló que la población del país era 1 572797 habitantes y de ellos el 64 % era
analfabeto por lo que era necesario modernizar el sistema educativo a fin de
ponerlo en condiciones de responder a los retos que se le avecinaban.
“Nuestros males se
estimaban “de educación” y, por tanto, “posible de corregir”, propios de todos
los pueblos que han sido colonias y a los que la metrópoli inculcaba ideas de
inferioridad local”[1]
La renovación metodológica de la enseñanza
que se había iniciado con la ocupación militar norteamericana se mantiene
durante todo este período, con los gobernantes dando cierta atención a la
educación pública en los primeros gobiernos republicanos, pero en la medida que
ganaban confianza y manejaban la maquinaria del estado se fue haciendo cada vez
más evidente el desinterés por la educación pública, fundamentalmente la
primaria, que nunca pudo hacerse realmente obligatoria para toda la población
escolar, en primer lugar por falta de recursos, esquilmado por las “botellas”[2] y los
intereses “caciquista” de los políticos, lo que hacía muy difícil abrir aulas y
pagar maestros; otro factor era la desigualdad social y económica de la
población que agravaba mucho más esta situación de carencias en los campos
cubanos, donde prácticamente no existían escuelas y el analfabetismo duplicaba
las cifras de las zonas urbanas.
La Orden
Militar Nº 368 del gobierno interventor, inicia las
trasformaciones de la educación en el país, fue modificada posteriormente en
1901 y 1902. En ella se estipulaba que la enseñanza primaria era obligatoria y
gratuita para los menores de edad, lo que no impedía que miles de niños no asistían o desertaban antes de completar
esta enseñanza, dada la necesidad de laborar y contribuir al sustento familiar,
sobre todo en las zonas rurales.
En el año 1900 había en Cuba 3 595[3] aulas
para la enseñanza primaria con una matrícula de 172 000 alumnos de una
población escolar de 338 306, es decir el 50,9 %, uno de cada dos niños no
asistía a la escuela. En 1907 la matrícula descendió a 122 214 en las escuelas
públicas, el 30, 1 % de la población en edad escolar. La tendencia decreciente
se mantuvo hasta 1919 con 234 038 alumnos, que representaba solo el 28, 5 % de
la población escolar, cerrando el período con una leve recuperación relativa al matricularse en 1923, 269 796 alumnos, el
30,4 %.
El número de aulas fue creciendo lentamente,
no con el ritmo que exigía la población escolar, pero sí de forma sostenida. En
1907 se reportaban 3841 aulas; en 1920, 5 652, llegando en 1925 a 6 383. Crecimiento
que dejaba insatisfecha la demanda escolar en creciente aumento. Pero casi todo
este crecimiento se estaba dando en las escuelas privadas, ya que las escuelas
públicas en los primeros 25 años de República se vieron afectadas por la
disminución constante del presupuesto educacional que bajó del 23 % en 1901 al
15 % en 1923.
Los planes de estudios de las escuelas
primarias fueron creados en 1901 bajo la asesoría de expertos norteamericanos y
modificados por la Junta de Súper-intendentes en 1905. En 1914 se
producen nuevas modificaciones en la mayoría de las asignaturas, acorde con las
exigencias pedagógicas del momento, siete años después, 1921 se simplificaron
los programas, fundamentalmente en lo referido a la enseñanza rural.
En la Enseñanza Media Superior,
Cuba contaba en 1902 con seis Institutos de Segunda Enseñanza, uno por cada
provincia y unas pocas instituciones especiales como la Academia de Artes
Plásticas San Alejandro, la
Escuela de Artes y Oficio, una Academia de Comercio y una
Escuela Normal de Kindergarten.[4] Al
Instituto de La Habana se anexa una Escuela Náutica, un Jardín Botánico, así
como estudios de taquigrafía y comercio; en el resto de los institutos se anexó
una escuela de agrimensura.
Esta enseñanza
recibió el beneficio reformador del “Plan Varona” que perfecciona el programa
de estudios para este nivel, haciendo énfasis en la enseñanza de las ciencias y
las asignaturas prácticas, por sobre las humanísticas. La enseñanza
pre-universitaria se impartía en cuatro años con el siguiente programa:
gramática, literatura castellana, idioma (inglés o francés), geografía
universal, historia universal, matemática (hasta la trigonometría), química,
física, historia natural, lógica, nociones de psicología, enseñanza cívica, y
como opcionales: cosmología (descripción física del mundo), sociología y
biología. Este Plan estuvo vigente hasta 1937.
Sobre este Plan educacional el mismo Varona
diría: “Solo he intentado sentar las
bases y hacer trazas en el terreno dejando de la mano de los obreros las
definitivas construcciones”[5]
La
reforma del programa de enseñanza universitaria quedó también en manos de
Enrique José Varona quien pretendía crear una “universidad modesta” de acuerdo
a los recursos del momento, pero que debía desarrollarse como una gran
universidad, “(…) cuando tengamos más
riquezas, más población y más sosiego”[6]
En base a sus planes se organizaron tres
facultades: Derecho, Medicina y Letras y Ciencias. La primera contaba con las
escuelas de Derecho Civil, Público y Notarial; la segunda con la Medicina, Farmacia,
Cirugía Dental y Veterinaria y la tercera: Letras y Filosofía; Pedagogía,
Ciencias, Ingenieros Eléctricos, Arquitectura y Agronomía.
Con el término del régimen colonial español se
presenta en Cuba un agudo problema de falta de maestros, lo que fue enfrentado
por el gobierno de ocupación yanqui primero y por las autoridades republicanas
después, con la formación emergente de maestros en cursos de verano para
capacitar el personal que atendería a las escuelas primarias. Con ese plan se
habilitaron miles de maestros hasta 1908 en que terminaron estos cursos,
refrendando los títulos de los docentes por
ley en 1909. De esta forma se crea una estabilidad en el sector
magisterial, que hasta ese año rendía exámenes anuales acorde con el resultado
obtenido, dependiendo de ello la continuidad de su contrato. Los cursos de
verano, pese a sus limitaciones, crearon las bases del magisterio nacional.
Estas deficiencias partían básicamente de la falta de adecuación a nuestras
realidades sociales de los sistemas pedagógicos de los Estados
Unidos.
La Ley
Escolar de 1909, obra de Ezequiel García, va dirigida a
perfeccionar el sistema de enseñanza primaria,
creado por los pedagogos norteamericanos. Se reorganizan las Juntas de
Educación, creada por el primer gobierno interventor, se instaura la Inspección
de Distrito, disponiéndose la estabilidad de los maestros.
Tomando conciencia de la formación de los
maestros de Cuba, Manuel Sanguily presenta un proyecto de Ley para la creación
de las escuelas Normales para hembras y varones en cada provincia (1915),
establecidas entre 1916 y 1919, una de hembra y otras de varones en La Habana y
una mixta en el resto de las provincias, completando el sistema se crea la
Escuela del Hogar para preparar maestras de economía doméstica y trabajos
manuales.
La educación privada se reglamenta por la
Orden Nº 4 de 1902, autorizando la apertura
de escuelas de enseñanza elemental, continuando la tradición colonial, cuando
estas escuelas llenaron un vacío que las autoridades coloniales no ocuparon. A partir de la intervención
norteamericana este tipo de enseñanza se regulariza y supervisa en sus
funciones docentes.
Desde la primera intervención las autoridades
yanquis, a la vez que organizan la enseñanza pública, alentaban la penetración
de instituciones escolares extranjeras, principalmente de Europa y los Estados
Unidos, que traían programas educativos divorciados de los intereses nacionales
e impulsados por lo más conservador dentro de la pedagogía de la época.
La enseñanza privada durante el primer período
republicano cobra impulso, alentada por múltiples instituciones de diversos
orígenes, en su mayoría, religiosas, fraternales, sociedades mutualistas,
grupos filántropos e instituciones extranjeras. Los mejores y más grandes colegios
del país eran privados y en su mayoría religiosos, su matrícula general
ascendía a unos veinte mil alumnos y dado su alto costo se convirtieron en
formadores de la élite del país, aun cuando el estado conservaba el monopolio
de la expedición de títulos en cualquier enseñanza.
Por lo pernicioso que era para la sociedad
cubana, los sectores más progresistas se preocuparon por la fuerte penetración
de estas instituciones escolares religiosas y abogaron por la enseñanza laica,
fundamentalmente en la primaria. Este proceso tuvo su momento más importante en
1917 cuando el joven Dr. Fernando Ortiz presentó al congreso un proyecto de
reforma de la enseñanza, argumentando que la misma debería estar bajo control
del estado, principalmente la primaria, para prever que “personas ajenas e incompetentes eviten el desarrollo del patriotismo
en los niños” e impedir la influencias de, “doctrinas caducas y condenadas por las ciencias contemporáneas”,
el proyecto fue rechazado por el Congreso sin discutirlo.[7]
[1] Loló de la Torriente, “Imagen en
dos tiempos”, pág. 102. La
Habana, 1982
[2] “La botella” es el modo de
llamar en la Cuba de entonces al cobro por una puesto de trabajo estatal que no
se ejerce, se le concedía fundamentalmente a los jefes politiqueros que
controlaban los gobiernos locales y los ministerios.
[3] Datos tomados de la
“Historia de la Nación Cubana” Tomo X, Colectivo de Autores, 1952
[4] Enseñanza pre-escolar.
[5] Citado por Loló de la Torriente en Tomando de
“Imagen de dos tiempos”, pp.97-98 La
Habana, 1982
[6] Ídem, pág. 98
[7] José Grigulévich. “La
cultura nacional cubana en el período de la dominación del imperialismo” en La Historia de Cuba. Tomo
II, pág. 257. Moscú, 1980
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