El término de la guerra de los Diez Años
(1868-1878) por la independencia de la isla y el reacomodo político que siguió
en la sociedad colonial no trajeron
mejoras al sistema de enseñanza, muy reglamentado por la burocracia
administrativa, pero que en la práctica mantuvo un gran atraso con relación a
otros países, con déficit de escuelas muy grande e índice de analfabetismo superior al 85 %
entre la población libre. Con una
población esclava excluida de todo beneficio cultural, social y humano.
Las autoridades coloniales solo invertían un 0,7% de los gastos administrativos
en la enseñanza superior, en tanto la enseñanza primaria y secundaria corría a
cargo de los gastos municipales que no ascendían a más del 2,5 % para estos
fines.
Contrastando con este drama, existía una minoría
de gran cultura, con nivel de vida a la altura de los más ricos en los Estados
Unidos y Europa, para quienes funcionaban algunos buenos colegios en la
capital, sostenidos por pedagogos criollos de prestigio, completando la
formación de sus hijos en el único centro de educación superior que había en la
isla o en el extranjero.
En 1880 se introduce un nuevo Plan Para la
Enseñanza, similar al de 1863, pero con algunas variantes formales que no
resolvían la crisis. El objetivo era centralizar aún más las decisiones sobre
educación, limitando las facultades de las escuelas privadas, de gran
influencia criolla. Se mantuvo el carácter obligatorio de la enseñanza
primaria, pero sin que el gobierno pudiera garantizar aulas para todos los
alumnos. Se introduce la inspección técnica para garantizar la calidad de la
enseñanza, aunque nunca llegó a organizarse. En las pocas escuelas que había
sostenida por los municipios no se pasaba de enseñar a leer, escribir, y
contar, con métodos arcaicos donde la memorización era factor fundamental.
La enseñanza secundaria regulada en este Plan,
se amplió a seis instituciones, una por provincia y se facultaba a los
Ayuntamientos a abrir una Escuela de Primaria Superior (Secundaria Básica) en
poblaciones con más de diez mil habitantes. Ninguna lo hizo, por los pocos
recursos de que disponía,
En cuanto a los programas, estaban plagados de
materias humanísticas, muchas de ellas inviables en la sociedad moderna que
pretendiera formar hombres cultos y preparados para hacer avanzar el país.
Mucha gramática, latín, griego, religión y poca ciencia, caracterizaba esta
enseñanza escolástica y memorística.
Igual o peor situación presentaba la
secularizada Universidad, escasa de recursos, sin instrumentos, ni laboratorios
para realizar investigaciones. Era básicamente una formadora de abogados, médicos
y farmacéuticos.
En cuanto a la matrícula, el alumnado de
primaria era de 35 mil niños en 1883, penos del 10 % de la población escolar,
en tanto que en los centros secundarios había 1 186 alumnos en 1895 y en la
universidad había menos de 300 estudiantes por la misma fecha.
Las escuelas primarias sostenidas por los
gobiernos municipales eran 898 en todo el país en 1893, cifra que apenas
llegaba a 312 en 1899 al término de la guerra.
La formación de maestros corría a cargo de la
Escuela Normal fundada por Concha en 1852 en Guanabacoa, desaparecida durante
el conflicto bélico. En 1892 se inauguran dos escuelas para maestros en La
Habana, una para varones y otras para hembras, cerradas con el reinicio de la
guerra de independencia.
La Educación Privada acentúa su papel de
formadora de las clases privilegiadas, muchos de ellos religiosos, otros a
cargo de prestigiosos maestros cubanos que durante la colonia convirtieron sus
escuelas en formadora de una intelectualidad criolla anticolonialista de diferentes
tendencias ideológicas y que influirán decisivamente en los acontecimientos
históricos y sociales de la isla en el entresiglos. Eran colegios con un ganado
prestigio, supervisados por el estado colonial en sus programas, pero mirados
con desconfianza por su tendencia identitaria.
La Sociedad Patriótica de Amigos del País
funda en 1873 la Institución Zapata, la Institución San Manuel y San Fernando
(1886), el Colegio Pío del Santo Ángel (1886) y los Institutos, “La
Encarnación” de Limonar y el de Marianao (1891), eran colegios mixtos para
hembras y varones, gratuitos y sostenidos con donativos de los socios.
En las últimas décadas del siglo XIX se
produce una fuerte penetración de los colegios religiosos, muchos de ellos
norteamericanos. En 1892 se funda en La Habana el Colegio del Apostolado del
Sagrado Corazón de Jesús, para hembras, posteriormente crean escuela en
Marianao (1896) y en Cárdenas en 1897. Las Hermanas de la Caridad del Sagrado
Corazón de Jesús fundan colegios para hembra en Pinar del Río en 1894 y en La
Habana en 1895. La Orden Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl funda
escuelas en Bejucal (1899) y en Güines (1900). Las Madres Dominicas Americanas
crearon en 1900 la “American Dominican Academy of our Lady Help of Christians”
y ese mismo año la Orden de la Divina Providencia se establece en el Colegio
Nuestra Señora de la Caridad en La Habana.
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