Cuba (1902-1925)
El descrédito del Partido Liberal del General José Miguel Gómez[1]
ahonda más la crisis espiritual y política de la flamante República de Cuba por
lo que sus desmanes politiqueros y la corrupción provocan el desmembramiento de este como
fuerza política al separarse dos sectores importantes dentro de este: los
negros y los trabajadores.
Los negros discriminados y
marginados se unen en 1908 alrededor de la Agrupación
Independiente de Color que pronto se convirtió en Partido de
los Independientes de Color, liderados por Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, dos
prestigiosos líderes negros, veteranos de la guerra de independencia y con una
fuerte ascendencia entre los sectores populares.
Era un partido de negros y
mulatos para luchar contra la discriminación racial y contra la desigualdad
social que imperaba en la sociedad cubana. Se propusieron además, la
implementación efectiva de la enseñanza gratuita y obligatoria, el
establecimiento de la jornada de ocho horas, la nacionalización del trabajo,
para aminorar la emigración de mano de obra barata, procedente en su mayoría de
España, distribución de tierras del estado, la abolición de la pena de muerte,
apertura del Servicio Exterior para los ciudadanos negros, entre otras demandas.
Eran medidas progresistas que favorecían a todos los desposeídos en la isla,
pero el error de la agrupación partidista fue convocar a sus bases por el color
de su piel, lo que provocó la división de las masas y fue aprovechado por los
sectores oligárquicos que agitaron el miedo a una revolución negra en contra de
los blancos, el mismo “miedo al negro” que se había esgrimido en la colonia
para impedir el avance de independencia.
Esto le ganó el odio de los
partidos tradicionales y de las clases pudientes en el poder que hicieron todo
por frenar el justo movimiento de las masas negras y mestizas en el país. Por
eso en 1910 aprobaron en el Congreso de la República una ley que prohibía los partidos de
raza o de clases[2].
Con esta ley se hizo ilegal el Partido de los Independientes de Color y se promueve
la persecución de sus miembros, pero sin oír sus demandas justas y postergadas.
La prensa de la época jugó un
papel al exacerbar los miedos y mentir sobre las intenciones de aquellos
valientes y preclaros hombres que ahora luchaban porque se reconociera su
Partido y su derecho a defender lo que consideraban justo. Se les acusaba de
racistas y de querer imponer un poder negro en la isla; se levantó una ola de
miedo al negro, junto con los rumores de presuntas violaciones de mujeres
blancas por hombres negros y muchas otras noticias infundadas que aislaron al
movimiento del resto de la sociedad.
Presionados por la persecución y
la campaña de prensa fueron apareciendo algunos grupos de insurrectos en mayo
de 1912 en Pinar del Río, La Habana, Las Villas y Oriente, en esta última provincia
el movimiento era muy fuerte en las zonas de Santiago de Cuba y Guantánamo.
Eran grupos que se habían alzado
pero no habían realizado acciones de guerra, permanecieron movilizados como una
forma de presionar al gobierno al reconocimiento de su Partidos.
El gobierno de José Miguel Gómez
presionado por las “fuerzas vivas del país” y la amenaza de una nueva
intervención yanqui[3]
envió contra los alzados en Oriente las fuerzas de la Guardia Rural con el General
José de Jesús Monteagudo al frente,
acompañado por una fuerza de “voluntarios” muchos de ellos veteranos de la
guerra de independencia, instigados por el
General retirado Mario García Menocal y Deop quien “propugnaba que los veteranos debían mantener el orden y que se debía
proceder con energía”[4]
En junio de 1912 comenzó el
despliegue de las fuerzas del ejército por las zonas rurales de Guantánamo y
Santiago de Cuba, principales foco de alzamiento de los independentistas de
color, eran grupos mal armados que fueron rodeados y exterminados sin
contemplación, con una saña criticada
por algunos oficiales participantes en esta sangrienta represión, más de
3 000 muertos incluyendo a los dos líderes del Partido de los Independentista
de Color, Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, a principios de agosto de 1912.
“Pocas veces
se ha reparado en que la causa del movimiento insurreccional, o sea la
discriminación racial, era un hecho evidente. Por otra parte también ha sido
evidente que la política al uso ha utilizado elementos políticos de la raza
negra para darle apariencia democrática a sus programas y actividades, sin que
en verdad ello reflejara una sustancial política de igualdad en todas las
actividades del país. Finalmente dentro de las condiciones de miseria en que
vivía el pueblo de Cuba a principios de la República, la población negra era la que sufría
más profundamente sus efectos. Todos estos hechos explican la insurrección aun
cuando en ella pudieran haber elementos ambiciosos e intrigas de grupos
políticos interesados en producir un trastorno de apariencia racista.”[5]
[1] El pueblo lo llamó
“Tiburón” por aquel sarcástico dicho popular de: “Tiburón se baña, pero
salpica”
[2] Llamada por el pueblo Ley
Morúa, por el legislador que la propone, Martín Morúa Delgado, por cierto uno
de los pocos negros que pasó por el Congreso de la República.
[3] Las fuerzas de los marines
destacados en la Base Naval
de Guantánamo salieron de la misma para “proteger las propiedades de los
norteamericanos”.
[4] Julio Le Riverend, La República, pág. 125. La Habana, 1971.
[5] Ídem
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