Las
ciencias en Cuba están marcadas en este período por la continuidad ascendente
de desarrollo de las Ciencias Sociales, encabezadas por los estudios históricos
y culturales, encaminados estos últimos a la autentificación de las raíces
negras de la cultura nacional, dada la fuerte influencia de la población
esclava llegada a Cuba, se distingue en esta vertiente Fernando Ortiz,
considerado el tercer descubridor de Cuba.
Durante este período son las ciencias sociales
las que tienen un mayor desarrollo en Cuba, principalmente por el surgimiento
de una generación de intelectuales inquieta e indagadora que pretende
actualizar los estudios sociales en el país. Sobresalen tres figuras capitales:
Fernando Ortiz Fernández (1881-1969), Ramiro Guerra Sánchez (1880-1970) y
Emilio Roig de Leuchsering (1889-1964).
La Historia es
de las ciencias sociales la de más amplio desarrollo, por el nacimiento
a la vida independiente de la sociedad cubana y por la amplia gama de
acontecimientos que ocurren, que estimulan las investigaciones y estudios sobre
la historia nacional.
Ramiro Guerra Sánchez encabeza a un grupo de
distinguidos investigadores que se dedican al sistemático estudio de la
historia y en particular de la nacional. Su primera obra es una extensa
“Historia de Cuba”(1921-1929), en la que se propone escribir una historia
general de la isla, pero le faltan fuentes y la obra queda inconclusa. Pero sin
embargo la obra es de un gran valor porque actualiza la bibliografía existente
en el período que aborda, los primeros años de la conquista y la colonización
de Cuba (1492-1607)
En la introducción de la monografía, Ramiro
Guerra expresa: “La historia tiene como
objetivo primordial explicar científicamente el proceso de formación y
desarrollo de la comunidad nacional, esclareciendo la naturaleza de los
factores que en este proceso intervienen y lo condicionan”[1]
El libro es novedoso porque no se limita al
estudio de los aspectos políticos administrativos, sino que incorpora estudios
sobre la organización social, la población, la cultura, la vida económica y las
costumbres.
En “Manual de Historia de Cuba” (1938), Guerra
sintetiza la información desde el descubrimiento hasta el inicio de la guerra
de independencia en 1868. La mayor amplitud corresponde al siglo XIX, etapa de
desarrollo de la burguesía esclavista criolla, interrelacionando los problemas
económicos, sociales y políticos, haciendo énfasis al estudio de la esclavitud
y la actitud de la clase dominante frente a este fenómeno social.
“Azúcar
y población en Las Antillas” (1927) es el más conocido y polémico de sus
libros, en este trabajo se une la indagación histórica al análisis de la
actualidad cubana de su tiempo, se compara el desarrollo de las plantaciones
azucareras en Barbado con Cuba, estableciendo sus diferencias y el peligro a
los que se veía expuesto el país por la dependencia del monocultivo, previendo
el predominio del latifundio en los campos cubanos, la superproducción, la
crisis y el empobrecimiento de Cuba,
problemas más políticos que históricos y que mantienen una gran actualidad.
En diversas obras Ramiro Guerra se ocupa de
las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, aunque en todas no mantiene el
mismo criterio que va desde el conformismo hasta la fustigación de la política
imperialista de Estados Unidos en América Latina, y en otras obras posteriores
en la que vuelve a justificar y elogiar la intervención norteamericana en los
asuntos de Cuba. Esto no le resta méritos a su obra historiográfica que marca
una pauta importante en el estudio de la historia nacional. Es un historiador
honesto que trató de desentrañar la evolución político-social de su país.
De él dirá Juan Marinello: “(…)es el mejor historiador que hemos
producido(…)Un hombre que tiene esa condición de ver la historia en un sentido
moderno y por tanto progresista, sin embargo es un hombre ligado a las fuerzas
dominantes de nuestra economía. Era de los grandes auxiliares de la Asociación
de Hacendados de Cuba, y fue también nada menos que secretario de la
presidencia de Gerardo Machado”[2]
Emilio
Roig de Leuchsenring, periodista, investigador e historiador, realiza trabajos
fundamentales en la indagación histórica desde su cargo de Historiador de la
Ciudad de La Habana, para el cual fue nombrado en 1935.
Sus investigaciones se centran en el estudio
de las relaciones cubano-norteamericanas y en resaltar la figura de José Martí,
fue un activo miembro y participante de los Congresos de Historia organizados
por la Oficina del Historiador de la Ciudad, donde ratificó algunos criterios y
rectificó errores históricos.
En otras muchas publicaciones dadas a conocer
en este período están: “La injerencia norteamericana en los asuntos de Cuba”
(1922), “Análisis y consecuencias de la intervención norteamericana en los
asuntos interiores de Cuba” (1923), “La colonia superviva. Cuba a los veinte
años de la República” (1925), “Nacionalismo e internacionalismo de Martí”
(1927), “El intervencionismo, mal de males de Cuba republicana” (1931), “Martí
y los niños” (1932), “Historia de la Enmienda Platt. Una interpretación de la
realidad cubana” (1935), “El internacionalismo Antimperialista en la obra
político-revolucionaria de José Martí” (1935) y “Curso evolutivo de las
relaciones cubano-norteamericanas” (1937)
Roig fue un estudioso de las costumbres habaneras,
la historia de la ciudad y por ello impulsó la creación de la Oficina del
Historiador de la Ciudad (1938), de la que fuera su primer director. Esta
institución se convierte en un centro de
promoción histórico-cultural, que
publica numerosos e importantes trabajos históricos y nucleó a un grupo
importante de historiadores e investigadores, entre ellos Fernando Ortiz, Elías
Entralgo, Fernando Portuondo y José Luciano Franco, entre otros.
Esta institución fundó la Sociedad Cubana de
Estudios Históricos e Internacionales y los Congresos Nacionales de Historia
que contribuyeron a la divulgación de la Historia de Cuba.
Emilio Roig participó también en la creación
del Archivo Histórico Municipal (1937) y de la Biblioteca Cubana y Americana”
(1938).
Fernando Ortiz Fernández es figura capital de
las ciencias sociales cubanas, con justicia llamado el “Tercer Descubridor de
Cuba”, a partir de la década del veinte se dedica casi por completo a los
estudios sociales y etnográficos, que hicieron posible un mejor conocimiento de
las raíces de la cultura popular cubana, especialmente su componente africano.
Ortiz, tras un breve período dedicado a la
política, durante el cual no abandonó sus preocupaciones por las problemática
cubanas, se dedica con mayor profundidad a los estudios afrocubanos y de la
realidad cubana en general.
Sus estudios afrocubanos van más allá de las
indagaciones científicas pues su propósito es lograr una mayor integración de
la sociedad cubana. Establece el concepto de que la nación cubana estaba
formada por la integración de los diversos etnos que había coincidido en la
isla.
Se desempeña como publicista, profesor
universitario, enseña etnografía; animador de la Sociedad Económica de Amigos
del País, cuya “Revista Bimestre Cubano”, rescata y mantiene con un alto nivel
intelectual.
Sobre temas etnográficos publica: “Glosario de
afronegrismo” (1924), “Personajes del folklor afrocubano” (1924), “La fiesta
del Día de Reyes” (1925), “Los afrocubanos dientimellados” (1929), “El coricamo
y los conceptos teoplásmicos del folklore afrocubano” (1930), “De la música
afrocubana: un estímulo para su estudio” (1934) y “La clave xilofónica de la
música cubana” (1935).
En 1940 aparece el libro fundamental para la
comprensión de la formación histórico-social y cultural de Cuba, “Contrapunteo
Cubano del Tabaco y el Azúcar”, en ella Fernando Ortiz incorpora el concepto de
“trasculturación”, básico para la comprensión e interpretación de la sociedad
cubana, siendo este uno de los aportes más importantes de Ortiz a las ciencias
sociales.
Funda en 1923 junto a José María Chacón y
Calvo, la Sociedad del Folklore Cubano para investigar, recopilar y estudiar
las tradiciones de la vida popular, incluyendo la música, la oralidad, la
medicina popular, las creencias religiosas y otras manifestaciones sociales. La
Sociedad se disuelve en 1931 por dificultades económica para desarrollar su
trabajo. Para divulgar los trabajos realizados por dicha sociedad se creó la
revista “Archivo del Folklore” (1924.1929), en la que fueron publicados
diversos trabajos sobre variados temas junto a estudios hechos por
investigadores extranjeros sobre el tema.
Entre los colaboradores de la revista se
contaron, Chacón y Calvo, Carolina Foncet, Manuel Pérez Beato, Joaquín
Llavería, Francisco G. del Valle, Emilio Roig, Elías Entralgo, Eduardo Sánchez
de Fuentes, Salvador Massip, Herminio Portell Vilá, Juan Marinello y Gaspar
Agüero, entre otros.
Como continuidad de la Sociedad del Folklore
Cubano, Fernando Ortiz crea en 1937 la Sociedad de Estudios Afrocubanos y la
revista de igual nombre, en la que continuaron apareciendo estudios y artículos
relacionado con los temas etnológicos, fundamentalmente los referidos a las
culturas africanas y españolas y su síntesis en lo afrocubano. Pero la revista
fue más universal, al incluir temas de otras partes del mundo.
En ese mismo año 1937 Fernando Ortiz organiza
los “Cursos de Verano” en la Universidad de La Habana, que resultaron de interés impactante al presentar, no solo sus
conferencias, sino a modo de ilustración y
de desprejuiciar a la intelectualidad habanera, la música sacra de los ritos
afrocubanos, interpretadas por genuinos cultores, como fueron Jesús Pérez
(Oba-Ilú, rey del tambor), Pablo Roche (Akilakua), Merceditas Valdés (La
pequeña Aché), intérprete de los cantos religiosos y otros músicos y cantantes
y bailarines de diversos cultos africanos.
Fernando Ortiz fue un fustigador de la
injerencia de los Estados Unidos en Cuba y denunció los problemas sociales que
aquejaban a la sociedad cubana, manteniendo una actitud de compromiso con su
tiempo y su pueblo.
Otros estudiosos del folklor cubano fueron,
Manuel Martínez Mole, quien recopila evidencias del folklor espirituano en
siete tomos de los cuales publicó tres en su libro, “Contribución al estudio
del folklore” (1926-1931). Otro tanto realiza Ramón Martínez con las costumbres
de la parte oriental de la isla, al dar a conocer su, “Oriente Folklórico”
(1934-1939), en nueve cuadernos en forma de revista.
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