lunes, 23 de octubre de 2017

DESARROLLO DE LAS CIENCIAS SOCIALES EN CUBA (1925-1940)




Las ciencias en Cuba están marcadas en este período por la continuidad ascendente de desarrollo de las Ciencias Sociales, encabezadas por los estudios históricos y culturales, encaminados estos últimos a la autentificación de las raíces negras de la cultura nacional, dada la fuerte influencia de la población esclava llegada a Cuba, se distingue en esta vertiente Fernando Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba.
 Durante este período son las ciencias sociales las que tienen un mayor desarrollo en Cuba, principalmente por el surgimiento de una generación de intelectuales inquieta e indagadora que pretende actualizar los estudios sociales en el país. Sobresalen tres figuras capitales: Fernando Ortiz Fernández (1881-1969), Ramiro Guerra Sánchez (1880-1970) y Emilio Roig de Leuchsering (1889-1964).
 La Historia es  de las ciencias sociales la de más amplio desarrollo, por el nacimiento a la vida independiente de la sociedad cubana y por la amplia gama de acontecimientos que ocurren, que estimulan las investigaciones y estudios sobre la historia nacional.
 Ramiro Guerra Sánchez encabeza a un grupo de distinguidos investigadores que se dedican al sistemático estudio de la historia y en particular de la nacional. Su primera obra es una extensa “Historia de Cuba”(1921-1929), en la que se propone escribir una historia general de la isla, pero le faltan fuentes y la obra queda inconclusa. Pero sin embargo la obra es de un gran valor porque actualiza la bibliografía existente en el período que aborda, los primeros años de la conquista y la colonización de Cuba (1492-1607)
 En la introducción de la monografía, Ramiro Guerra expresa: “La historia tiene como objetivo primordial explicar científicamente el proceso de formación y desarrollo de la comunidad nacional, esclareciendo la naturaleza de los factores que en este proceso intervienen y lo condicionan”[1]
 El libro es novedoso porque no se limita al estudio de los aspectos políticos administrativos, sino que incorpora estudios sobre la organización social, la población, la cultura, la vida económica y las costumbres.
 En “Manual de Historia de Cuba” (1938), Guerra sintetiza la información desde el descubrimiento hasta el inicio de la guerra de independencia en 1868. La mayor amplitud corresponde al siglo XIX, etapa de desarrollo de la burguesía esclavista criolla, interrelacionando los problemas económicos, sociales y políticos, haciendo énfasis al estudio de la esclavitud y la actitud de la clase dominante frente a este fenómeno social.
“Azúcar y población en Las Antillas” (1927) es el más conocido y polémico de sus libros, en este trabajo se une la indagación histórica al análisis de la actualidad cubana de su tiempo, se compara el desarrollo de las plantaciones azucareras en Barbado con Cuba, estableciendo sus diferencias y el peligro a los que se veía expuesto el país por la dependencia del monocultivo, previendo el predominio del latifundio en los campos cubanos, la superproducción, la crisis y el  empobrecimiento de Cuba, problemas más políticos que históricos y que mantienen una gran actualidad.
 En diversas obras Ramiro Guerra se ocupa de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, aunque en todas no mantiene el mismo criterio que va desde el conformismo hasta la fustigación de la política imperialista de Estados Unidos en América Latina, y en otras obras posteriores en la que vuelve a justificar y elogiar la intervención norteamericana en los asuntos de Cuba. Esto no le resta méritos a su obra historiográfica que marca una pauta importante en el estudio de la historia nacional. Es un historiador honesto que trató de desentrañar la evolución político-social de su país.
 De él dirá Juan Marinello: “(…)es el mejor historiador que hemos producido(…)Un hombre que tiene esa condición de ver la historia en un sentido moderno y por tanto progresista, sin embargo es un hombre ligado a las fuerzas dominantes de nuestra economía. Era de los grandes auxiliares de la Asociación de Hacendados de Cuba, y fue también nada menos que secretario de la presidencia de Gerardo Machado”[2]
Emilio Roig de Leuchsenring, periodista, investigador e historiador, realiza trabajos fundamentales en la indagación histórica desde su cargo de Historiador de la Ciudad de La Habana, para el cual fue nombrado en 1935.
 Sus investigaciones se centran en el estudio de las relaciones cubano-norteamericanas y en resaltar la figura de José Martí, fue un activo miembro y participante de los Congresos de Historia organizados por la Oficina del Historiador de la Ciudad, donde ratificó algunos criterios y rectificó errores históricos.
 En otras muchas publicaciones dadas a conocer en este período están: “La injerencia norteamericana en los asuntos de Cuba” (1922), “Análisis y consecuencias de la intervención norteamericana en los asuntos interiores de Cuba” (1923), “La colonia superviva. Cuba a los veinte años de la República” (1925), “Nacionalismo e internacionalismo de Martí” (1927), “El intervencionismo, mal de males de Cuba republicana” (1931), “Martí y los niños” (1932), “Historia de la Enmienda Platt. Una interpretación de la realidad cubana” (1935), “El internacionalismo Antimperialista en la obra político-revolucionaria de José Martí” (1935) y “Curso evolutivo de las relaciones cubano-norteamericanas” (1937)
 Roig fue un estudioso de las costumbres habaneras, la historia de la ciudad y por ello impulsó la creación de la Oficina del Historiador de la Ciudad (1938), de la que fuera su primer director. Esta institución se convierte en  un centro de promoción  histórico-cultural, que publica numerosos e importantes trabajos históricos y nucleó a un grupo importante de historiadores e investigadores, entre ellos Fernando Ortiz, Elías Entralgo, Fernando Portuondo y José Luciano Franco, entre otros.
 Esta institución fundó la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales y los Congresos Nacionales de Historia que contribuyeron a la divulgación de la Historia de Cuba.
 Emilio Roig participó también en la creación del Archivo Histórico Municipal (1937) y de la Biblioteca Cubana y Americana” (1938).
 Fernando Ortiz Fernández es figura capital de las ciencias sociales cubanas, con justicia llamado el “Tercer Descubridor de Cuba”, a partir de la década del veinte se dedica casi por completo a los estudios sociales y etnográficos, que hicieron posible un mejor conocimiento de las raíces de la cultura popular cubana, especialmente su componente africano.
 Ortiz, tras un breve período dedicado a la política, durante el cual no abandonó sus preocupaciones por las problemática cubanas, se dedica con mayor profundidad a los estudios afrocubanos y de la realidad cubana en general.
 Sus estudios afrocubanos van más allá de las indagaciones científicas pues su propósito es lograr una mayor integración de la sociedad cubana. Establece el concepto de que la nación cubana estaba formada por la integración de los diversos etnos que había coincidido en la isla.
 Se desempeña como publicista, profesor universitario, enseña etnografía; animador de la Sociedad Económica de Amigos del País, cuya “Revista Bimestre Cubano”, rescata y mantiene con un alto nivel intelectual.
 Sobre temas etnográficos publica: “Glosario de afronegrismo” (1924), “Personajes del folklor afrocubano” (1924), “La fiesta del Día de Reyes” (1925), “Los afrocubanos dientimellados” (1929), “El coricamo y los conceptos teoplásmicos del folklore afrocubano” (1930), “De la música afrocubana: un estímulo para su estudio” (1934) y “La clave xilofónica de la música cubana” (1935).
 En 1940 aparece el libro fundamental para la comprensión de la formación histórico-social y cultural de Cuba, “Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar”, en ella Fernando Ortiz incorpora el concepto de “trasculturación”, básico para la comprensión e interpretación de la sociedad cubana, siendo este uno de los aportes más importantes de Ortiz a las ciencias sociales.
 Funda en 1923 junto a José María Chacón y Calvo, la Sociedad del Folklore Cubano para investigar, recopilar y estudiar las tradiciones de la vida popular, incluyendo la música, la oralidad, la medicina popular, las creencias religiosas y otras manifestaciones sociales. La Sociedad se disuelve en 1931 por dificultades económica para desarrollar su trabajo. Para divulgar los trabajos realizados por dicha sociedad se creó la revista “Archivo del Folklore” (1924.1929), en la que fueron publicados diversos trabajos sobre variados temas junto a estudios hechos por investigadores extranjeros sobre el tema.
 Entre los colaboradores de la revista se contaron, Chacón y Calvo, Carolina Foncet, Manuel Pérez Beato, Joaquín Llavería, Francisco G. del Valle, Emilio Roig, Elías Entralgo, Eduardo Sánchez de Fuentes, Salvador Massip, Herminio Portell Vilá, Juan Marinello y Gaspar Agüero, entre otros.
 Como continuidad de la Sociedad del Folklore Cubano, Fernando Ortiz crea en 1937 la Sociedad de Estudios Afrocubanos y la revista de igual nombre, en la que continuaron apareciendo estudios y artículos relacionado con los temas etnológicos, fundamentalmente los referidos a las culturas africanas y españolas y su síntesis en lo afrocubano. Pero la revista fue más universal, al incluir temas de otras partes del mundo.
 En ese mismo año 1937 Fernando Ortiz organiza los “Cursos de Verano” en la Universidad de La Habana, que resultaron de  interés impactante al presentar, no solo sus conferencias, sino a modo de ilustración y   de desprejuiciar a la intelectualidad habanera, la música sacra de los ritos afrocubanos, interpretadas por genuinos cultores, como fueron Jesús Pérez (Oba-Ilú, rey del tambor), Pablo Roche (Akilakua), Merceditas Valdés (La pequeña Aché), intérprete de los cantos religiosos y otros músicos y cantantes y bailarines de diversos cultos africanos.
 Fernando Ortiz fue un fustigador de la injerencia de los Estados Unidos en Cuba y denunció los problemas sociales que aquejaban a la sociedad cubana, manteniendo una actitud de compromiso con su tiempo y su pueblo.
 Otros estudiosos del folklor cubano fueron, Manuel Martínez Mole, quien recopila evidencias del folklor espirituano en siete tomos de los cuales publicó tres en su libro, “Contribución al estudio del folklore” (1926-1931). Otro tanto realiza Ramón Martínez con las costumbres de la parte oriental de la isla, al dar a conocer su, “Oriente Folklórico” (1934-1939), en nueve cuadernos en forma de revista.



[1] Ramiro Guerra: Historia de Cuba. Tomo 1, La Habana, 1921
[2] Citado por Luis Baez: “Juan Marinello: otros contemporáneos, Rev. La Gaceta de Cuba , Nº 5, 1993

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