jueves, 12 de octubre de 2017

LAS IDEAS POLÍTICAS Y FILOSÓFICAS EN LA REPÚBLICA DE CUBA (I)



Enrique José Varona

(1902-1925)
El pensamiento político y filosófico de este período está marcado por la frustración predomínate en las masas populares, desorientadas y desalentadas después de la cruenta guerra por la emancipación nacional bajo la avanzada prédica de José Martí que se convirtió en letra muerta para los más humildes que constituyeron la base de la Revolución Independentista que encabezó el Apóstol.
 Desde la inauguración de la República despuntan en el ambiente político cubano dos posiciones orientadas por las ideas predominantes a fines del siglo XIX. El pensamiento reformista sigue vivo de forma solapada o abierta en la posición de la oligarquía criolla, transformada ahora en defensora de la república neocolonial, controlada por los Estados Unidos, convencidos de la incapacidad de los cubanos para gobernarse y de que solo ellos con el apoyo de la gran potencia podían garantizar sus intereses. A esta posición se sumó la burguesía comercial española establecida en el país que había mantenido posiciones integristas[1] hasta el último momento de la ocupación española.
 Frente a este bloque antinacional se levantan las ideas independentistas, fuertemente arraigadas en los hombres y mujeres que habían combatido y en el pueblo humilde que los apoyo durante estos cruentos años de guerra por la independencia. Por las fuerza de este sentimiento se frustra la anexión y se crea la “república posible” en aquellas circunstancias, marcada por la Enmienda Platt y el entreguismo de los más ricos, que deja en la sociedad cubana un estado de frustración que marcará todo el período.
 Entre las figuras del pensamiento cubano del momento están Manuel Sanguily y Enrique José Varona, quienes marcan la pauta en la defensa de la nación cubana. Sanguily desde el senado de la República o desde su prestigio como intelectual de Cuba, defiende el derecho ciudadano y de la nacionalidad en peligro frente a las presiones de los intereses de los Estados Unidos y sus servidores en Cuba.
 Desde la tribuna Sanguily expone su punto de vista como defensor del libre cambio ante las presiones y trabas del Tratado de Reciprocidad Comercial entre Cuba y los Estados Unidos, su argumento fundamental estaba, en que dicho tratado exigía a Cuba más de lo que recibía, al tiempo que impedía a la Isla un comercio libre con el resto del mundo.
 Frente a él, defendiendo el Tratado, estaba el bloque oligárquico antinacional encabezado por el senador Antonio S. de Bustamante, quien arguyó que el Tratado daba a Cuba mercado seguro, permitiéndole recuperarse económicamente y afianzar su independencia.
 Sanguily se proyecta como el líder del nacionalismo liberal burgués en nombre de cual presenta un proyecto de Ley en aquella primera legislatura cubana, que impedía la venta de tierras a extranjeros, porque “(…) sin duda ninguna, el predominio social primero y seguidamente el predominio y la dirección en la esfera política, en todas partes, corresponden a los dueños y señores de la tierra”[2].  Con su proyecto no solo pretendió poner fin a la apropiación del suelo, sino impedir el dominio de los extranjeros sobre la población que en ellas vivía. El proyecto ni siquiera fue discutido por el senado.
 Fue un convencido antimperialista, sabedor como era de que el principal problema cubano era la dependencia de los Estados Unido, “(…)el problema de la reciprocidad, como el problema nacional, el problema fundamental de la vida económica y de la vida independiente de los cubanos, está íntimamente relacionado con el problema de los trusts americanos. Primero poco a poco, y ya con rapidez alarmante nos invaden esas asociaciones, como pulpos inmensos que se empeñan en recoger en sus tentáculos para ahogar nuestra personalidad (…)”[3]
 Manuel Sanguily luchó contra la Enmienda Platt y contra el complejo de frustración que cundió en las masas y en lo mejor de la intelectualidad cubana, propugnando siempre una política comprometida con las tradiciones históricas y de beneficio al país, sin ganancias personales, alejado de la actitud que se generalizó entre los políticos contemporáneos.
 Enrique José Varona fue el intransigente maestro de los cubanos, demócrata y libre pensador, que no transigió con el despotismo, mostrándose siempre como un pilar de la nacionalidad cubana, era la gran figura del pensamiento filosófico cubano del período, maestro en lo cívico y en lo cultural, reformador docente y hombre profundamente democrático y liberal.
 Es un pensador en constante renovación, positivista crítico que madura en sus concepciones filosóficas en la medida que entra en contacto con las nuevas ideas, evolucionando hacia posiciones materialistas. Por estos años llega a destacar la importancia del factor económico en el desarrollo social y critica al marxismo partiendo de las tesis tergiversadas de la concepciones materialistas de la historia que él conoce: “La teoría marxista que hace depender toda la evolución social del factor económico no es sino una exageración de un hecho cierto. Las necesidades económicas y las actividades que estas ponen en juego no constituyen el único motor de los fenómenos que presenta una sociedad humana; pero si están en la base de los más aparentes y decisivos”[4]
 En base a ello analiza los problemas de la nación cubana y plantea que él veía en la estructura económica del país las causas de sus inestabilidad[5] Estos criterios lo alejaban del positivismo y lo acercaban a las posiciones materialistas.
 En cuanto al tema de las luchas de clase no las entendió como motor impulsor del progreso social, ateniéndose a la tesis positivista del progreso social a partir de la educación y los sentimientos humanos, aunque reconoce las clases y la existencia de luchas de clases pero como “combates naturales”, tomando como Ley Social Fundamental la “evolución incesante” o “adaptación continuada a las circunstancias”, como los organismos vivos.
 En el período final de su vida Varona hace una negación  dialéctica de muchos de sus  criterios anteriores, aunque no rompe del todo con el positivismo. Condicionado por los avances de la sociedad se produce en él un gran acercamiento al materialismo.
 Fue un nacionalista consecuente, defensor de la identidad nacional, enemigo de la corrupción republicana y partidario de la constitucionalidad. Su civismo incomodó a los politiqueros, así como a los intereses entreguistas y extranjeros frente a los cuales mostró su antiimperialismo, por lo que este significaba para la independencia nacional.
 El fenómeno imperialista es analizado por él desde fechas tempranas, (“El imperialismo a la luz de la sociología”, 1905) ensayo donde desarrolla una serie de estudios sobre la esencia de las relaciones de dependencia neocolonial de Cuba con respecto a los Estados Unidos. Su análisis del imperialismo parte de la definición del fenómeno, de país expansivo y dominante sobre otro. Resalta las raíces latinoamericanas de Cuba y advierte del peligro de la dependencia de la economía de Estados Unidos, recomendando la diversificación comercial y las relaciones con todo el mundo.
 Soñó con una República burguesa orientada por el liberalismo económico y político, preocupado por el bienestar del pueblo. Un estado honesto y eficiente. Comprendió el peligro del monocultivo y la dependencia de un mercado único, aboga por la diversificación que le permitiera al país la autosuficiencia agrícola e industrial.
 Enrique José Varona es el más importante pensador del período, el cubano que de manera más acabada aborda problemas filosóficos y sociales. Hizo análisis y crítica a concepciones y corrientes filosóficas, como el neokantismo y el neohegelianismo; ante problemas fundamentales de la filosofía tomó posiciones materialistas, realizó importantes estudios sobre ética y estética; hizo fuertes críticas a la religión y fue un profundo pensador social. Por todas estas razones Varona constituye uno de los más altos exponentes de la filosofía burguesa en Latinoamérica, progresista y muy significativo para la cultura cubana.



[1] Integrista es el nombre que recibieron los defensores del mantenimiento de estatus colonial de Cuba
[2] Historia de la Nación Cubana. Tomo VIII, pág. 276-277
[3] Ídem
[4] “Algunas consideraciones sobre el análisis sociológico en la Obra de Enrique José Varona”, Pablo Guadarrama en “Letras. Cultura en Cuba”. Tomo VI, pp. 54-55. La Habana, 1989
[5] Ídem

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