Enrique José Varona
(1902-1925)
El pensamiento político y filosófico de este
período está marcado por la frustración predomínate en las masas populares,
desorientadas y desalentadas después de la cruenta guerra por la emancipación
nacional bajo la avanzada prédica de José Martí que se convirtió en letra
muerta para los más humildes que constituyeron la base de la Revolución
Independentista que encabezó el Apóstol.
Desde la
inauguración de la República despuntan en el ambiente político cubano dos
posiciones orientadas por las ideas predominantes a fines del siglo XIX. El
pensamiento reformista sigue vivo de forma solapada o abierta en la posición de
la oligarquía criolla, transformada ahora en defensora de la república
neocolonial, controlada por los Estados Unidos, convencidos de la incapacidad
de los cubanos para gobernarse y de que solo ellos con el apoyo de la gran
potencia podían garantizar sus intereses. A esta posición se sumó la burguesía
comercial española establecida en el país que había mantenido posiciones
integristas[1]
hasta el último momento de la ocupación española.
Frente a
este bloque antinacional se levantan las ideas independentistas, fuertemente
arraigadas en los hombres y mujeres que habían combatido y en el pueblo humilde
que los apoyo durante estos cruentos años de guerra por la independencia. Por
las fuerza de este sentimiento se frustra la anexión y se crea la “república
posible” en aquellas circunstancias, marcada por la Enmienda Platt y el
entreguismo de los más ricos, que deja en la sociedad cubana un estado de frustración
que marcará todo el período.
Entre las
figuras del pensamiento cubano del momento están Manuel Sanguily y Enrique José
Varona, quienes marcan la pauta en la defensa de la nación cubana. Sanguily
desde el senado de la República o desde su prestigio como intelectual de Cuba,
defiende el derecho ciudadano y de la nacionalidad en peligro frente a las
presiones de los intereses de los Estados Unidos y sus servidores en Cuba.
Desde la
tribuna Sanguily expone su punto de vista como defensor del libre cambio ante
las presiones y trabas del Tratado de Reciprocidad Comercial entre Cuba y los
Estados Unidos, su argumento fundamental estaba, en que dicho tratado exigía a
Cuba más de lo que recibía, al tiempo que impedía a la Isla un comercio libre
con el resto del mundo.
Frente a él,
defendiendo el Tratado, estaba el bloque oligárquico antinacional encabezado
por el senador Antonio S. de Bustamante, quien arguyó que el Tratado daba a
Cuba mercado seguro, permitiéndole recuperarse económicamente y afianzar su
independencia.
Sanguily se
proyecta como el líder del nacionalismo liberal burgués en nombre de cual
presenta un proyecto de Ley en aquella primera legislatura cubana, que impedía
la venta de tierras a extranjeros, porque “(…)
sin duda ninguna, el predominio social primero y seguidamente el predominio y
la dirección en la esfera política, en todas partes, corresponden a los dueños
y señores de la tierra”[2].
Con su proyecto no solo pretendió
poner fin a la apropiación del suelo, sino impedir el dominio de los
extranjeros sobre la población que en ellas vivía. El proyecto ni siquiera fue
discutido por el senado.
Fue un
convencido antimperialista, sabedor como era de que el principal problema
cubano era la dependencia de los Estados Unido, “(…)el problema de la reciprocidad, como el problema nacional, el
problema fundamental de la vida económica y de la vida independiente de los
cubanos, está íntimamente relacionado con el problema de los trusts americanos.
Primero poco a poco, y ya con rapidez alarmante nos invaden esas asociaciones,
como pulpos inmensos que se empeñan en recoger en sus tentáculos para ahogar
nuestra personalidad (…)”[3]
Manuel
Sanguily luchó contra la Enmienda Platt y contra el complejo de frustración que
cundió en las masas y en lo mejor de la intelectualidad cubana, propugnando
siempre una política comprometida con las tradiciones históricas y de beneficio
al país, sin ganancias personales, alejado de la actitud que se generalizó
entre los políticos contemporáneos.
Enrique José
Varona fue el intransigente maestro de los cubanos, demócrata y libre pensador,
que no transigió con el despotismo, mostrándose siempre como un pilar de la
nacionalidad cubana, era la gran figura del pensamiento filosófico cubano del
período, maestro en lo cívico y en lo cultural, reformador docente y hombre
profundamente democrático y liberal.
Es un
pensador en constante renovación, positivista crítico que madura en sus
concepciones filosóficas en la medida que entra en contacto con las nuevas
ideas, evolucionando hacia posiciones materialistas. Por estos años llega a
destacar la importancia del factor económico en el desarrollo social y critica
al marxismo partiendo de las tesis tergiversadas de la concepciones
materialistas de la historia que él conoce: “La
teoría marxista que hace depender toda la evolución social del factor económico
no es sino una exageración de un hecho cierto. Las necesidades económicas y las
actividades que estas ponen en juego no constituyen el único motor de los
fenómenos que presenta una sociedad humana; pero si están en la base de los más
aparentes y decisivos”[4]
En base a ello analiza los problemas de la nación
cubana y plantea que él veía en la estructura económica del país las causas de
sus inestabilidad[5]
Estos criterios lo alejaban del positivismo y lo acercaban a las posiciones
materialistas.
En cuanto al
tema de las luchas de clase no las entendió como motor impulsor del progreso
social, ateniéndose a la tesis positivista del progreso social a partir de la
educación y los sentimientos humanos, aunque reconoce las clases y la
existencia de luchas de clases pero como “combates naturales”, tomando como Ley
Social Fundamental la “evolución incesante” o “adaptación continuada a las
circunstancias”, como los organismos vivos.
En el
período final de su vida Varona hace una negación dialéctica de muchos de sus criterios anteriores, aunque no rompe del
todo con el positivismo. Condicionado por los avances de la sociedad se produce
en él un gran acercamiento al materialismo.
Fue un
nacionalista consecuente, defensor de la identidad nacional, enemigo de la
corrupción republicana y partidario de la constitucionalidad. Su civismo
incomodó a los politiqueros, así como a los intereses entreguistas y
extranjeros frente a los cuales mostró su antiimperialismo, por lo que este
significaba para la independencia nacional.
El fenómeno
imperialista es analizado por él desde fechas tempranas, (“El imperialismo a la
luz de la sociología”, 1905) ensayo donde desarrolla una serie de estudios
sobre la esencia de las relaciones de dependencia neocolonial de Cuba con
respecto a los Estados Unidos. Su análisis del imperialismo parte de la
definición del fenómeno, de país expansivo y dominante sobre otro. Resalta las
raíces latinoamericanas de Cuba y advierte del peligro de la dependencia de la
economía de Estados Unidos, recomendando la diversificación comercial y las
relaciones con todo el mundo.
Soñó con una
República burguesa orientada por el liberalismo económico y político,
preocupado por el bienestar del pueblo. Un estado honesto y eficiente.
Comprendió el peligro del monocultivo y la dependencia de un mercado único,
aboga por la diversificación que le permitiera al país la autosuficiencia
agrícola e industrial.
Enrique José
Varona es el más importante pensador del período, el cubano que de manera más
acabada aborda problemas filosóficos y sociales. Hizo análisis y crítica a
concepciones y corrientes filosóficas, como el neokantismo y el
neohegelianismo; ante problemas fundamentales de la filosofía tomó posiciones
materialistas, realizó importantes estudios sobre ética y estética; hizo
fuertes críticas a la religión y fue un profundo pensador social. Por todas
estas razones Varona constituye uno de los más altos exponentes de la filosofía
burguesa en Latinoamérica, progresista y muy significativo para la cultura
cubana.
[1]
Integrista es el nombre que recibieron los defensores del mantenimiento de
estatus colonial de Cuba
[2]
Historia de la Nación Cubana.
Tomo VIII, pág. 276-277
[3] Ídem
[4]
“Algunas consideraciones sobre el análisis sociológico en la Obra de Enrique José Varona”,
Pablo Guadarrama en “Letras. Cultura en Cuba”. Tomo VI, pp. 54-55. La Habana, 1989
[5] Ídem
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