viernes, 13 de octubre de 2017

LAS IDEAS POLÍTICAS Y FILOSÓFICAS EN LA REPÚBLICA DE CUBA (II)





(1902-1925)

En 1905 las fuerzas nacionalistas se agruparon en torno al Partido Liberal que contaba con el apoyo de Máximo Gómez, Bartolomé Masó y Juan Gualberto Gómez y tenía como líder a José Miguel Gómez. El Partido Liberal bajo consignas populistas y demagógicas agrupó a la burguesía nacionalista y las clases medias, junto a las masas de trabajadores y la discriminada población negra, esperanzados de que con la llegada al poder de los Liberales mejorara su crítica situación económica y social. Los dirigentes del partido coquetearon con las ideas martianas y con un programa de débil nacionalismo ganaron las elecciones de 1909, solo para demostrar  que no eran capaces de enfrentar al bloque oligárquico y a los Estados Unidos y que su objetivo era solo el poder y el presupuesto público que esquilmaron bárbaramente.  El Partido Liberal se agota como opción política, desgajándose de él las fuerzas populares, primero los negros que se nuclearon en el Partido de los Independentistas de Color y luego los trabajadores que entendieron que aquellas luchas políticas no le darían ningún beneficio. Ellos formaron la base del bloque antioligárquico del período.
 El Partido de los Independentistas de Color liderados por Evaristo Estenoz e Ivonet parten del justo reclamo de este sector de la población cubana porque se cumplieran sus demandas de igualdad y justicia social, reclamos que hubieran promovido un fuerte movimiento nacional de lucha social, de no haber estado limitado a la raza negra, lo que constituyó su punto débil y pretexto de la reacción oligárquica para desacreditarlos y reprimirlos de forma sangrienta.[1]
 Los trabajadores enfrentan el reto de la fuerte emigración extranjera, fundamentalmente española y antillana que desnacionaliza este importante grupo social, alejándolo de los problemas políticos y sociales del país y centrando sus demandas en las conquistas económicas, parciales y sectoriales; liderados en este empeño por los sectores anarquistas de influencia europea. Esta situación particular del movimiento obrero cubano influyó en el afianzamiento entre ellos de apoliticismo y economicismo, propios de las corrientes anarquistas, por lo que las ideologías de izquierda tuvieron muy poca influencia entre los trabajadores cubanos.
 Las ideas marxistas llegan con Carlos Baliño (1848-1926), obrero tabaquero y revolucionario que toma contacto con estas ideas en los Estados Unidos a fines del siglo XIX. Baliño militó en el Partido Revolucionario Cubano en el “Club Enrique Roig” de Tampa conformado por obreros tabaqueros que al decir de Martí, “(…)pensaron naturalmente con las ideas rebeldes e iracundas, por causas de actualidad, de los que trabajan y padecen y aspiran como ellos; entre los que, por serles familiar la lengua, leyeron de la justicia nueva lo traducido y confuso que anda de ella en español, sin calma ni hábito ni guía para buscar las fuentes rusas y alemanas a la traducción infeliz ni ver en qué se acomodan las ideas generales a la realidad criolla, y en qué es ésta diferente, e idea por sí, y requiere ira menor y métodos diversos(…);”[2] Al final de un artículo dedicado a este Club en el periódico “Patria”[3] José Martí hace referencia a Baliño: “En el club “Enrique Roig”, Segade preside, Baliño razona, Izaguirre entusiasma, todos, como decía Baliño en noche memorable, “ponen tan alta la bandera de Cuba, que, por mucha ira que revuelva a sus pies la pasión del hombre, jamás llegue a la bandera el fango humano”[4] Baliño dedica su vida a la propaganda marxista y la organización del movimiento obrero, al término de la guerra regresa a Cuba, en 1903 publica el folleto, “Verdades socialistas”, el primer impreso marxista en Cuba en el que Baliño incurre en algunas inexactitudes teóricas, por el poco conocimiento de las fuentes directas del marxismo, pero en general se ajusta a ella.  El alcance del marxismo es muy limitado en este período, principalmente entre grupos de obreros de La Habana y sus alrededores, que tenían muy poco o ningún contacto con las fuentes del marxismo, escasamente traducidas en la época.
 Las ideas socialdemócratas también comienzan a ser difundidas en el país teniendo a Diego Vicente Tejera como su precursor. Tejera propugna un socialismo humanitario, más intuitivo que científico, que no encontró terreno propicio en un país con escaso e inmaduro movimiento obrero
 Entre los sectores cultos de la sociedad cubana predominó la frustración en este período ante la situación creada en la República neocolonial: una  economía en manos extranjera y una oligarquía entreguita, con un sector político interesados en esquilmar el erario público en beneficio propio. En medio de este ambiente surgen las voces críticas entre los intelectuales, muchos de ellos publicando denuncias y  proponiendo soluciones en ensayos que se publicaron en revistas especializadas de la época, “Revista Bimestre” (1910) dirigida por Fernando Ortiz y más tarde “Cuba Contemporánea” (1913-1927), en torno a la cual se nuclearon  intelectuales preocupados por los problemas de Cuba. En ella publicaron los más destacados  intelectuales de esta generación y de las anteriores, entre ellos, Max Henríquez Ureña, Enrique Gay Carbó, José Antonio Ramos, José María Chacón y Calvo, José Sixto Solá,  Luis Rodríguez Embil y Enrique José Varona. El afán de este grupo no terminó en acción política concreta dado su pesimismo frustrante, pero su acción fue válida para descorrer el velo sobre la realidad y conocer el problema.
 El escritor mulato de Santiago de Cuba, José Manuel Poveda(1888-1926) se revela no solo como poeta sino como un observador crítico de su época, reflejándola desde su condición social de marginado e inadaptado en un sistema que lo enajena y frustra:
“Después de todo sería inútil: no podría  prescindir de mi mismo. Y por ahora, no hay realmente acción posible. Estamos aherrojados por dobles cadenas. Nos somos independientes. No somos sino una factoría colonial, obligada a trabajar, y a dar su cosecha y su fruto compelida por el látigo. Estamos desorganizados y envilecidos como una mala mesnada; no podemos defendernos. Un soplo de dispersión a barrido las conciencias, y todo cuanto había de dignidad, pureza y valentía en las conciencias; un soplo de desilusión ha disgregado todas las energías creadoras del alma nacional. Somos la sombra de un pueblo, el sueño de una democracia, el ansia de una libertad. No existimos.”[5]
 Su rebeldía trató de encontrar una vía de acción a través del Grupo Nacional de Acción de Arte, grupo intelectual que aspiraba a preservar los más altos valores de la cultura nacional, como premisa para formar una patria nueva aupada sobre el pensamiento revolucionario de Antonio Maceo, que  hacía critica a los autonomista y al tipo de sociedad que precisamente se enseñoreaba en la República de los primeros veinticinco años, una sociedad exclusivista, que no daba participación a los humildes, ni permitía que la independencia fuera total.[6]
 La claridad de las ideas  de Poveda queda en sus escritos[7] como continuador de esta línea de pensamiento  de frustración y rebeldía ante la realidad que vive, por eso se expresa en términos duros y amargos, aunque sin encontrar solución:

“La intervención extraña, frustrando el sacrificio frustró la patria. “Entre nosotros” hay distancia y, “sobre nosotros” influencias. Se frustró el sacrificio y solo han triunfado los autonomistas. La paz de San Juan equivale a la paz del Zanjón. Con la diferencia de que en Baraguá no ha protestado nadie esta vez”[8]

 Este es el revelador testimonio de un hombre “(…) que expresa, (…) el estado de incertidumbre y malestar en el que se debatía la conciencia nacional de 1912 a 1923, más allá de las pasiones partiditas de la época”[9]





[1] La próxima entra la dedicaremos al análisis de los independentistas de color
[2] Obras Completas de José Martí. Tomo II, pág. 198. La Habana, 1975
[3] 14 de enero de 1893
[4] Ídem  a nota 12: 199
[5]  José Manuel Poveda citado por Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 32.
     La Habana, 1985
[6]  Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, pp. 33-34. La Habana, 1985
[7] Jorge Ibarra señala en la obra citada la paciente labor de rescate del investigador Alberto Rocasolano al recopilar para la memoria cubana la obra periodística del José Manuel Poveda  en el volumen “Orbita de José Manuel Poveda”. La Habana, 1975
[8] José Manuel Poveda citado por Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 34.
     La Habana, 1985
[9] Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 37. La Habana, 1985

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