(1902-1925)
En 1905 las fuerzas nacionalistas se agruparon en torno al Partido
Liberal que contaba con el apoyo de Máximo Gómez, Bartolomé Masó y Juan
Gualberto Gómez y tenía como líder a José Miguel Gómez. El Partido Liberal bajo
consignas populistas y demagógicas agrupó a la burguesía nacionalista y las
clases medias, junto a las masas de trabajadores y la discriminada población
negra, esperanzados de que con la llegada al poder de los Liberales mejorara su
crítica situación económica y social. Los dirigentes del partido coquetearon
con las ideas martianas y con un programa de débil nacionalismo ganaron las
elecciones de 1909, solo para demostrar
que no eran capaces de enfrentar al bloque oligárquico y a los Estados
Unidos y que su objetivo era solo el poder y el presupuesto público que
esquilmaron bárbaramente. El Partido
Liberal se agota como opción política, desgajándose de él las fuerzas
populares, primero los negros que se nuclearon en el Partido de los
Independentistas de Color y luego los trabajadores que entendieron que aquellas
luchas políticas no le darían ningún beneficio. Ellos formaron la base del
bloque antioligárquico del período.
El Partido de los
Independentistas de Color liderados por Evaristo Estenoz e Ivonet parten del justo
reclamo de este sector de la población cubana porque se cumplieran sus demandas
de igualdad y justicia social, reclamos que hubieran promovido un fuerte
movimiento nacional de lucha social, de no haber estado limitado a la raza
negra, lo que constituyó su punto débil y pretexto de la reacción oligárquica
para desacreditarlos y reprimirlos de forma sangrienta.[1]
Los trabajadores enfrentan el
reto de la fuerte emigración extranjera, fundamentalmente española y antillana
que desnacionaliza este importante grupo social, alejándolo de los problemas
políticos y sociales del país y centrando sus demandas en las conquistas
económicas, parciales y sectoriales; liderados en este empeño por los sectores
anarquistas de influencia europea. Esta situación particular del movimiento
obrero cubano influyó en el afianzamiento entre ellos de apoliticismo y
economicismo, propios de las corrientes anarquistas, por lo que las ideologías
de izquierda tuvieron muy poca influencia entre los trabajadores cubanos.
Las ideas marxistas llegan con
Carlos Baliño (1848-1926), obrero tabaquero y revolucionario que toma contacto
con estas ideas en los Estados Unidos a fines del siglo XIX. Baliño militó en
el Partido Revolucionario Cubano en el “Club Enrique Roig” de Tampa conformado
por obreros tabaqueros que al decir de Martí, “(…)pensaron naturalmente con las ideas rebeldes e iracundas, por
causas de actualidad, de los que trabajan y padecen y aspiran como ellos; entre
los que, por serles familiar la lengua, leyeron de la justicia nueva lo
traducido y confuso que anda de ella en español, sin calma ni hábito ni guía
para buscar las fuentes rusas y alemanas a la traducción infeliz ni ver en qué
se acomodan las ideas generales a la realidad criolla, y en qué es ésta
diferente, e idea por sí, y requiere ira menor y métodos diversos(…);”[2] Al
final de un artículo dedicado a este Club en el periódico “Patria”[3]
José Martí hace referencia a Baliño: “En
el club “Enrique Roig”, Segade preside, Baliño razona, Izaguirre entusiasma,
todos, como decía Baliño en noche memorable, “ponen tan alta la bandera de
Cuba, que, por mucha ira que revuelva a sus pies la pasión del hombre, jamás
llegue a la bandera el fango humano”[4]
Baliño dedica su vida a la propaganda marxista y la organización del movimiento
obrero, al término de la guerra regresa a Cuba, en 1903 publica el folleto,
“Verdades socialistas”, el primer impreso marxista en Cuba en el que Baliño
incurre en algunas inexactitudes teóricas, por el poco conocimiento de las
fuentes directas del marxismo, pero en general se ajusta a ella. El alcance del marxismo es muy limitado en
este período, principalmente entre grupos de obreros de La Habana y sus
alrededores, que tenían muy poco o ningún contacto con las fuentes del
marxismo, escasamente traducidas en la época.
Las ideas socialdemócratas también
comienzan a ser difundidas en el país teniendo a Diego Vicente Tejera como su
precursor. Tejera propugna un socialismo humanitario, más intuitivo que
científico, que no encontró terreno propicio en un país con escaso e inmaduro
movimiento obrero
Entre los sectores cultos de la
sociedad cubana predominó la frustración en este período ante la situación
creada en la República neocolonial: una
economía en manos extranjera y una oligarquía entreguita, con un sector
político interesados en esquilmar el erario público en beneficio propio. En
medio de este ambiente surgen las voces críticas entre los intelectuales,
muchos de ellos publicando denuncias y
proponiendo soluciones en ensayos que se publicaron en revistas especializadas
de la época, “Revista Bimestre” (1910) dirigida por Fernando Ortiz y más tarde
“Cuba Contemporánea” (1913-1927), en torno a la cual se nuclearon intelectuales preocupados por los problemas
de Cuba. En ella publicaron los más destacados
intelectuales de esta generación y de las anteriores, entre ellos, Max
Henríquez Ureña, Enrique Gay Carbó, José Antonio Ramos, José María Chacón y
Calvo, José Sixto Solá, Luis Rodríguez
Embil y Enrique José Varona. El afán de este grupo no terminó en acción política
concreta dado su pesimismo frustrante, pero su acción fue válida para descorrer
el velo sobre la realidad y conocer el problema.
El escritor mulato de Santiago de
Cuba, José Manuel Poveda(1888-1926) se revela no solo como poeta sino como
un observador crítico de su época, reflejándola desde su condición social de
marginado e inadaptado en un sistema que lo enajena y frustra:
“Después de todo sería inútil: no podría prescindir de mi mismo. Y por ahora, no hay
realmente acción posible. Estamos aherrojados por dobles cadenas. Nos somos
independientes. No somos sino una factoría colonial, obligada a trabajar, y a
dar su cosecha y su fruto compelida por el látigo. Estamos desorganizados y
envilecidos como una mala mesnada; no podemos defendernos. Un soplo de
dispersión a barrido las conciencias, y todo cuanto había de dignidad, pureza y
valentía en las conciencias; un soplo de desilusión ha disgregado todas las
energías creadoras del alma nacional. Somos la sombra de un pueblo, el sueño de
una democracia, el ansia de una libertad. No existimos.”[5]
Su rebeldía trató de encontrar
una vía de acción a través del Grupo Nacional de Acción de Arte, grupo
intelectual que aspiraba a preservar los más altos valores de la cultura nacional,
como premisa para formar una patria nueva aupada sobre el pensamiento
revolucionario de Antonio Maceo, que
hacía critica a los autonomista y al tipo de sociedad que precisamente
se enseñoreaba en la República de los primeros veinticinco años, una sociedad
exclusivista, que no daba participación a los humildes, ni permitía que la
independencia fuera total.[6]
La claridad de las ideas de Poveda queda en sus escritos[7]
como continuador de esta línea de pensamiento
de frustración y rebeldía ante la realidad que vive, por eso se expresa
en términos duros y amargos, aunque sin encontrar solución:
“La intervención extraña, frustrando el sacrificio
frustró la patria. “Entre nosotros” hay distancia y, “sobre nosotros”
influencias. Se frustró el sacrificio y solo han triunfado los autonomistas. La
paz de San Juan equivale a la paz del Zanjón. Con la diferencia de que en
Baraguá no ha protestado nadie esta vez”[8]
Este es el revelador testimonio
de un hombre “(…) que expresa, (…) el
estado de incertidumbre y malestar en el que se debatía la conciencia nacional
de 1912 a
1923, más allá de las pasiones partiditas de la época”[9]
[1] La próxima entra la
dedicaremos al análisis de los independentistas de color
[2] Obras Completas de José
Martí. Tomo II, pág. 198. La
Habana, 1975
[3] 14 de enero de 1893
[4] Ídem a nota 12: 199
[5] José Manuel Poveda citado por Jorge Ibarra en
“Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 32.
La Habana, 1985
[6] Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del
cubano. 1898-1925”,
pp. 33-34. La Habana,
1985
[7] Jorge Ibarra señala en la
obra citada la paciente labor de rescate del investigador Alberto Rocasolano al
recopilar para la memoria cubana la obra periodística del José Manuel
Poveda en el volumen “Orbita de José
Manuel Poveda”. La Habana,
1975
[8] José Manuel Poveda citado
por Jorge Ibarra en “Un análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 34.
La Habana, 1985
[9] Jorge Ibarra en “Un
análisis psicosocial del cubano. 1898-1925”, p. 37. La Habana, 1985
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