En
este primer período republicano se publican textos escolares en Cuba de
destacados educadores de la isla, como Carlos de la Torres, Alfredo M. Aguayo,
Dulce María Borrero y Carolina Poncet, entre otros. Eran textos sobre Lecturas,
Lenguaje, Fisiología e Higiene, Moral y Cívica, etc., que tuvieron múltiples
ediciones y se usaron durante mucho tiempo en las escuelas nacionales.[1]
En las ciencias pedagógicas sobresalen
grandes figuras que vienen del siglo XIX y que han contribuido grandemente a la
formación cultural de la nación cubana, Enrique José Varona, con su voluntad
reformadora, realiza una tarea importantísima al emprender la reforma
universitaria y ser un firme defensor de la educación cubana.
Alfredo Miguel Aguayo (1866-1948) destacado
profesor de pedagogía de la
Universidad de La Habana, fundador de la Pedagogía Moderna
en Cuba, con un amplio trabajo, tanto en la docencia, con en la investigación.
Sus ensayos aparecen en libros y
revistas: “Pedagogía” (1904), “Las Escuelas
Normales y su organización en Cuba” (1909), “La pedagogía en la
universidades” (1909), “Enseñanza de la lengua materna en la escuela elemental”
(1910), “La escuela primaria como debe ser” (1916), “El método funcional en la
educación” (1916), “Los valores humanos en la sociología y en la educación”
(1919) y “El vocabulario de los niños cubanos” (1920)
Al término de la guerra un grupo de
intelectuales cubanos, entre los que se encontraban, Gonzalo de Quesada Arostegui,
Néstor Ponce de León, Vidal Morales, Manuel Sanguily, Diego Vicente Tejera y
Enrique José Varona, gestionaron con el gobierno de ocupación norteamericano la
creación de la Biblioteca Nacional, constituida el 31 de octubre de 1901 y
dirigida por Domingo Figarola Caneda, su sede se asentó en el Castillo de la
Real Fuerza y sus primeros fondos fueron producto de donaciones privadas,
incluyendo los 3 mil volúmenes y una imprenta donada por Pilar Arazoza de
Múller. Poco tiempo después se trasladó para el espacioso recinto del Cuartel
de la Maestranza,
aunque la humedad proveniente de la cercanía al mar fue el principal enemigo de
sus fondos, unido a la falta de ayuda oficial.
En 1918 fue nombrado director de la Biblioteca
Nacional Luis Marino Pérez, sustituido en 1921 por Francisco de Paula Coronado.
Estos directores mantuvieron a la biblioteca como un centro cultural con
regulares tertulias y reuniones de intelectuales de la época.
En 1920 el Departamento de Cultura de la
Secretaría de Educación crea la Biblioteca Municipal de La Habana, de carácter
público y cuyo primer director fue Arturo Carricarte, un eminente periodista y
patriota de vasta cultura y férrea voluntad fundadora.
La Biblioteca Municipal
de Santiago de Cuba, nace adjunta al Museo de dicha ciudad, por iniciativa del
alcalde Emilio Bacardí. Inaugurada en 1899, mantuvo un carácter público con
cuatro pequeñas bibliotecas en barrios de la ciudad y un eficiente servicio al público, mejorado
en 1927 cuando se inaugura el nuevo local del Museo-Biblioteca. La misma ocupó
el entresuelo del edifico y recibió el nombre de “Elvira Cape”, viuda de
Bacardí y sostenedora de la idea.
En cuanto a los estudios bibliográficos en
este período, sobresale la labor de Carlos M. Trilles (1866-1951), para muchos
el más grande bibliógrafo cubano, su obra abarcó todas las temáticas y
constituye una base para los estudios del libro en Cuba. Dejó una copiosa
obras, correspondiendo a este período, la “Bibliografía de la segunda guerra de
independencia y de la Hispano-Yankee” (1902), “Ensayo de Bibliografía Cubana de
los siglos XVII y XVIII”, “Bibliografía cubana del siglo XIX” (1911-1915), en 8
tomos; “Los ciento cincuenta libros más
notables que los cubanos han escrito” (1914), “Bibliografía Cubana del siglo
XX”, dos tomos (1916-1917), “Biblioteca geográfica cubana” (1920),
“bibliografía Antillana” (1921) y “Estudio
de la Bibliografía sobre la Doctrina Monroe” (1922)
Otro bibliógrafo cubano destacado fue Domingo
Figarola Caneda, quien dio a conocer la bibliografía de Rafael María Merchán
(1905), de Ramón Meza (1905), de Enrique Piñeiro (1914) y de José de la Luz y Caballero (1916).
Escribió además una “Cartografía cubana del Britsh Museum. Catálogo
cronológico, planos y mapas de los siglos XVI al XIX “( 1910) y el “Diccionario
de seudónimos” (1922).
En 1910 Mario Guiral Moreno sugiere la idea de
crear un Museo Nacional, idea valorizada por los periódicos de la época y
materializada por el Decreto 184 del 23 de febrero de 1913, ubicándose en una
antigua edificación cedida por el Ayuntamiento de La Habana, siendo su primer
director el arquitecto Emilio Herrera[2]. Los
primeros tiempos del museo fueron difíciles dado su falta de espacio y fondos
por lo que devino en un almacén en el que se depositaron obras de artes,
objetos de interés históricos, pero también muchos trates viejos inservibles.
En 1925 se abre en La Habana el Museo José
Martí, impulsado por Arturo Carricarte, su primer director y la devoción de los
emigrados cubanos y la masonería habanera. Estaba situado en la
Casa Natal del Apóstol y su colección era
muy precaria, al igual que sus fondos que provenían de pequeños donativos
privados y ninguna ayuda oficial.
Desde fines del siglo XIX los vecinos de la
ciudad de Cárdenas anhelaban tener un Museo, idea que vieron materializada el
19 de marzo de 1900, al abrir un pequeño museo en la habitación que había
ocupado Gertrudis Gómez de Avellaneda en la antigua casa consistorial, en ese
momento Ayuntamiento de la ciudad. La primera colección de objetos que mostraba
provenía del coleccionista y benefactor cardenense Francisco Blanes que había
ofrecido su valiosa colección de camafeos, piedras preciosas y monedas
antiguas, algunas de ellas del Imperio Romano con unos 2000 años de antigüedad.
Con el crecimiento de la colección el museo se
traslada para el antiguo Cuartel de Infantería donde permanecieron hasta 1906
cuando fueron desalojados por las fuerzas de ocupación yanqui durante la
segunda intervención.
Los cardenenses encabezados por el intelectual
y coleccionista Oscar María de Rojas decididos a tener un Museo, crean un
“Comité Protector del Museo” recaudan dinero para construir un edificio propio
para su institución, inaugurada el 20 de marzo de 1918 como Museo y Biblioteca
Pública. La historia de la institución cardenense recoge la veneración de su
pueblo por los tesoros patrimoniales de su museo, guardados en casas
particulares hasta la inauguración del nuevo local. Tras la muerte de Oscar
María de Rojas en 1921 el Museo por él fundado fue bautizado con su nombre.
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