lunes, 30 de octubre de 2017

EDUCACIÓN, PRIMER PERÍODO REPUBLICANO (1902-1925) (II)




En este primer período republicano se publican textos escolares en Cuba de destacados educadores de la isla, como Carlos de la Torres, Alfredo M. Aguayo, Dulce María Borrero y Carolina Poncet, entre otros. Eran textos sobre Lecturas, Lenguaje, Fisiología e Higiene, Moral y Cívica, etc., que tuvieron múltiples ediciones y se usaron durante mucho tiempo en las escuelas nacionales.[1]

  En las ciencias pedagógicas sobresalen grandes figuras que vienen del siglo XIX y que han contribuido grandemente a la formación cultural de la nación cubana, Enrique José Varona, con su voluntad reformadora, realiza una tarea importantísima al emprender la reforma universitaria y ser un firme defensor de la educación cubana.

 Alfredo Miguel Aguayo (1866-1948) destacado profesor de pedagogía de la Universidad de La Habana, fundador de la Pedagogía Moderna en Cuba, con un amplio trabajo, tanto en la docencia, con en la investigación. Sus ensayos  aparecen en libros y revistas: “Pedagogía” (1904), “Las Escuelas  Normales y su organización en Cuba” (1909), “La pedagogía en la universidades” (1909), “Enseñanza de la lengua materna en la escuela elemental” (1910), “La escuela primaria como debe ser” (1916), “El método funcional en la educación” (1916), “Los valores humanos en la sociología y en la educación” (1919) y “El vocabulario de los niños cubanos” (1920)

 Al término de la guerra un grupo de intelectuales cubanos, entre los que se encontraban, Gonzalo de Quesada Arostegui, Néstor Ponce de León, Vidal Morales, Manuel Sanguily, Diego Vicente Tejera y Enrique José Varona, gestionaron con el gobierno de ocupación norteamericano la creación de la Biblioteca Nacional, constituida el 31 de octubre de 1901 y dirigida por Domingo Figarola Caneda, su sede se asentó en el Castillo de la Real Fuerza y sus primeros fondos fueron producto de donaciones privadas, incluyendo los 3 mil volúmenes y una imprenta donada por Pilar Arazoza de Múller. Poco tiempo después se trasladó para el espacioso recinto del Cuartel de la Maestranza, aunque la humedad proveniente de la cercanía al mar fue el principal enemigo de sus fondos, unido a la falta de ayuda oficial.

 En 1918 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional Luis Marino Pérez, sustituido en 1921 por Francisco de Paula Coronado. Estos directores mantuvieron a la biblioteca como un centro cultural con regulares tertulias y reuniones de intelectuales de la época.

 En 1920 el Departamento de Cultura de la Secretaría de Educación crea la Biblioteca Municipal de La Habana, de carácter público y cuyo primer director fue Arturo Carricarte, un eminente periodista y patriota de vasta cultura y férrea voluntad fundadora.

 La Biblioteca Municipal de Santiago de Cuba, nace adjunta al Museo de dicha ciudad, por iniciativa del alcalde Emilio Bacardí. Inaugurada en 1899, mantuvo un carácter público con cuatro pequeñas bibliotecas en barrios de la ciudad y   un eficiente servicio al público, mejorado en 1927 cuando se inaugura el nuevo local del Museo-Biblioteca. La misma ocupó el entresuelo del edifico y recibió el nombre de “Elvira Cape”, viuda de Bacardí y sostenedora de la idea.

 En cuanto a los estudios bibliográficos en este período, sobresale la labor de Carlos M. Trilles (1866-1951), para muchos el más grande bibliógrafo cubano, su obra abarcó todas las temáticas y constituye una base para los estudios del libro en Cuba. Dejó una copiosa obras, correspondiendo a este período, la “Bibliografía de la segunda guerra de independencia y de la Hispano-Yankee” (1902), “Ensayo de Bibliografía Cubana de los siglos XVII y XVIII”, “Bibliografía cubana del siglo XIX” (1911-1915), en 8 tomos; “Los ciento cincuenta  libros más notables que los cubanos han escrito” (1914), “Bibliografía Cubana del siglo XX”, dos tomos (1916-1917), “Biblioteca geográfica cubana” (1920), “bibliografía Antillana” (1921) y “Estudio  de la Bibliografía sobre la Doctrina Monroe” (1922)

 Otro bibliógrafo cubano destacado fue Domingo Figarola Caneda, quien dio a conocer la bibliografía de Rafael María Merchán (1905), de Ramón Meza (1905), de Enrique Piñeiro (1914) y de José de la Luz y Caballero (1916). Escribió además una “Cartografía cubana del Britsh Museum. Catálogo cronológico, planos y mapas de los siglos XVI al XIX “( 1910) y el “Diccionario de seudónimos” (1922).

 En 1910 Mario Guiral Moreno sugiere la idea de crear un Museo Nacional, idea valorizada por los periódicos de la época y materializada por el Decreto 184 del 23 de febrero de 1913, ubicándose en una antigua edificación cedida por el Ayuntamiento de La Habana, siendo su primer director el arquitecto Emilio Herrera[2]. Los primeros tiempos del museo fueron difíciles dado su falta de espacio y fondos por lo que devino en un almacén en el que se depositaron obras de artes, objetos de interés históricos, pero también muchos trates viejos inservibles.

 En 1925 se abre en La Habana el Museo José Martí, impulsado por Arturo Carricarte, su primer director y la devoción de los emigrados cubanos y la masonería habanera. Estaba situado en la Casa Natal del Apóstol y su colección era muy precaria, al igual que sus fondos que provenían de pequeños donativos privados y ninguna ayuda oficial.

 Desde fines del siglo XIX los vecinos de la ciudad de Cárdenas anhelaban tener un Museo, idea que vieron materializada el 19 de marzo de 1900, al abrir un pequeño museo en la habitación que había ocupado Gertrudis Gómez de Avellaneda en la antigua casa consistorial, en ese momento Ayuntamiento de la ciudad. La primera colección de objetos que mostraba provenía del coleccionista y benefactor cardenense Francisco Blanes que había ofrecido su valiosa colección de camafeos, piedras preciosas y monedas antiguas, algunas de ellas del Imperio Romano con unos 2000 años de antigüedad.

 Con el crecimiento de la colección el museo se traslada para el antiguo Cuartel de Infantería donde permanecieron hasta 1906 cuando fueron desalojados por las fuerzas de ocupación yanqui durante la segunda intervención.

 Los cardenenses encabezados por el intelectual y coleccionista Oscar María de Rojas decididos a tener un Museo, crean un “Comité Protector del Museo” recaudan dinero para construir un edificio propio para su institución, inaugurada el 20 de marzo de 1918 como Museo y Biblioteca Pública. La historia de la institución cardenense recoge la veneración de su pueblo por los tesoros patrimoniales de su museo, guardados en casas particulares hasta la inauguración del nuevo local. Tras la muerte de Oscar María de Rojas en 1921 el Museo por él fundado fue bautizado con su nombre.





[1] José G. Ricardo, “Imprenta en Cuba”, pág. 135. La Habana, 1989
[2] Loló de la Torriente, “Imagen en dos tiempos”, pág. 101. La Habana, 1982

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