Quiero hablar de un día cubano normal y
natural, uno de esos días en los que trabajamos, no sé si somos muchos, “luchamos”
por coger una guagua, ese transporte público en el que todos caben y donde
manda el chofer, que vale 40 centavos pero que casi todos pagamos un peso,
nunca hay vuelto, y otros muchos no pagan dejándole la deuda a Liborio.[1]
Llegar cansando al trabajo y encontrar que el
administrador y el director, no han llegado, tienen horario abierto, pero
cuando aparezcan con todos sus problemas a cuesta, buscará un momento para la
descarga o la arenga cotidiana que ni
sigue ni conoce, pero la impone (Haz lo que yo digo, no lo que yo hago) y
volverá a su noria de papeles, orientaciones de “arriba”, urgencias de última
hora y no tendrá tiempo para conocer los verdaderos problemas de la producción
y los servicios, volverá a ser Liborio el responsable y el que trabaja
culpable.
Así día por día en un andar que desgasta lo
mismo al trabajador que produce bienes materiales, los que prestan servicios y
los que viven del invento haciendo que hacen pero estancado la rueda que
permite avanzar.
Puro folklor, donde el jolgorio y la gozadera
ocupa un buen lugar, donde a muchos “les resbala” la responsabilidad, pero
sigue la exhortación cansona a ser mejores y “echar palante”
Lo malo de todo esto es que nos acostumbramos
al trabajo a media, al servicio de mala calidad, a la pérdida de tiempo y al
agotamiento físico y mental prácticamente por nada y nos hacemos viejos y
sabemos que nuestro lugar es el olvido o el almacén de años que a cada rato nos
lo recuerdan, porque queramos o no, este es otro tiempo, otro mundo, otras
aspiraciones, también en Cuba.
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