Vivo
orgulloso de mi origen, tanto social como geopolítico, soy hijo de padres trabajadores
y cubano oriental, nacido hace 66 años en la ciudad de Guantánamo donde me
eduqué bajo el orgullo y cuidado de mis padres y en compañía de una larga prole
de hermanos.
Pobres de procesión algo que mucha gente en
esta Cuba ha olvidado, favorecido por una educación gratuita que me permitió
hacer dos carreras de las cuales he
vivido orgulloso, aunque no den mucho dinero, como exige hoy el día a día, soy
maestro, estudio historia, soy aprendiz eterno y no me creo en mis campos de
trabajo un improvisado, sino alguien que aprende y enseña, aunque hoy el
arribismo haga aparecer especialistas de última hora haciendo carrera con
cuatro consignas y una incondicionalidad ficticia que se rompe en cuanto no le
conviene.
La Cuba en la que me he criado es un país
donde hay miles de cosas de las que puede una persona sentirse orgullosa y
otras que pudieran ser distintas, porque los procesos sociales lo hacen mujeres
y hombres, con pasiones, intereses y motivos a veces, muchas veces, mezquinos,
reduccionistas, prejuiciados y humillantes.
Viví orgulloso mi infancia y juventud, curioso
e indagador, sé que el ateísmo rampante de los nuevos comunistas fue muy dañino
para la espiritualidad de la gente, que la intolerancia homofóbica creo heridas
que aún sangran en la Cuba de hoy, que el machismo a pulso e hipócrita del
hombre cubano fue y es dañino para el que es diferente, que los derechos
conquistados fueron condicionados para muchos, que la doble moral se hizo la
sicología social de la mayoría y que el concepto de “esto es del pueblo”, ha
servido para enmascarar desvíos, robos a los bienes sociales, destrucción de
propiedad pública y enajenación total que ha dejado al “trabajo” muy mal parado
como fuente de vida, prosperidad y prestigio, Cuba es algo más que consignas,
Cuba es subterránea conciencia que permitió resistir los duros años noventa, el
pueblo que no se calla y dice sus verdades en las esquinas, aunque luego calle
en las asambleas, porque no le hacen casos y los funcionarios de turno no tiene
respuesta.
Precariedad y falta de estabilidad cotidiana
es la escena en la que nos ha tocado vivir siempre en estos últimos cincuenta y
tantos años, amamos a Cuba apreciamos el esfuerzo, pero el resultado siempre
queda a medio camino o la ejecución de un derecho pasa por el escabroso camino
de una burocracia que te maltrata, te chantajea y te humilla en la espera de “resolver”
un derecho que no nos lo dieron ellos, sino que es fruto del sacrifico del
pueblo, ese del que somos todos parte y del que siento cada vez menos su eco en
la calle y en los espacios que nos pertenece.
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