Desde hace más de doscientos años esta pequeña
isla con el grupo humano que ha vivido en ella siempre ha tenido una dicotomía
entre la pertenencia a la metrópoli española o la inglesa, primero, y luego con
el surgimiento de la flamante República burguesa de los colonos de las 13
colonias inglesas surgida por obra y gracia de su ambición, su pragmatismo y su
violeta forma de crecer a costa de los pueblos originarios y sus vecinos; en la
sombra anexionista que ha hecho creer
entre los nacidos en esta tierra un sentido de pertenencia que se ha
contrapuesto a estos designios de absorción política y social.
El ambicioso proyecto plantacionista
desarrollado en el siglo XIX por una burguesía criolla en base al sufrimiento y
explotación de miles de esclavos traídos desde África, hicieron más cotizada
esta isla, cuya sociedad siempre se ha debatido entre la plena independencia o
la dependencia de un vecino que lo ha hecho todo por servirse de su posición geográfica,
sus iniciativas económicas y de tenerla siempre a su lado, no con la
condicionalidad de un amigo, sino con la servidumbre que la superioridad de la
historia de los Estados Unidos manda.
Para las principales mentes criollas del siglo
XIX, la anexión no era una opción, a ella acudieron los dueños de capitales y
esclavos temerosos de perder sus privilegios y fortunas y cuando la
independencia fue la alternativa viable de los cubanos, la “neutralidad” cómplice de los gringos alargó
el sufrimiento de los cubanos, a pesar de la colaboración individual de algunos
norteamericanos.
El liderazgo martiano en la continuidad de las
luchas por la independencia de Cuba, no ocultó la necesidad de enfrentar el
peligro mayor que representaba los Estados Unidos para Cuba y el papel
geopolítico que por su situación geográfica estaba llamada a jugar.
“Viví en el monstruo y le conozco las entrañas
y mi honda es la de David” fueron palabras iluminadoras escritas un día antes
de su muerte en Dos Ríos y como advertencia de las intenciones del “vecino del
norte”.
El siglo XX cubano fue la radicalización de un
pueblo que vio frustrada su Revolución por la independencia y por la República “con
todos y para el bien de todos” propuesta por Martí. La clase burguesa cubana
fue cómplice del entreguismo impuesto a la República con la Enmienda Platt, el
chantaje político para dominar a Cuba. La historia vergonzante de los gobiernos
burgueses cubanos, no hicieron más que madurar un radicalismo patriótico que
optó por la República, libre e independiente aún a costa del “cacareado
desarrollo económico y social” que benefició a las minorías burguesas de la
isla, que nunca fueron independientes de los designios yanquis.
La Revolución Cubana triunfante en 1959 fue el
resultado lógico de la violenta confrontación entre la inmensa mayoría del
pueblo cubano y los intereses de las élites burguesas del país y sus padrinos
los oligarcas de los Estados Unidos, de ahí el apoyo contrarrevolucionario, los
sabotajes a la economía cubana, el crimen contra el pueblo cubano, la invasión
directa de Bahía de Cochinos apoyada por la CIA y el gobierno de USA, la crisis
de los misiles, el crecimiento de la conciencia nacionalista en este pueblo y
su sentido de igualdad aún a costa de un bienestar que ha estado condicionado
por el BLOQUEO ECONÓMICO con más de cincuenta años de aplicación infructuosa,
como no sea el dificultar el progreso de una nación como Cuba y alentar el
objetivo que ellos nunca han perdido, volverla al redil capitalista.
Esta es la historia política de David y
Goliat, sé que podrá parecer panfletario y reduccionista, pero de vez en cuando
tenemos que recordar que “nuestra honda sigue siendo la de David”.
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