La
labor periodística desarrollada por José
Martí desde los Estados Unidos a partir de 1880, como colaborador de
importantes periódicos de América Latina[1],
le sirven de base para desarrollar su
pensamiento antimperialista y de identidad latinoamericana, que es hoy uno de
sus innegables aportes a las ideas más
progresistas de nuestro continente.
Pero sin embargo, este fragmento escrito en
unos de sus primeros Cuadernos de Apuntes
que data de 1871 durante su exilio en España, nos muestra a un joven de 18 años
con una profunda concepción sobre la sociedad estadounidense y las ideas muy claras en
cuanto a las diferencias entre una sociedad como esa y la que en Cuba y en
América Latina estaban desarrollando pueblos de origen diferente. Sus palabras
son la elocuente prueba del humanista, el cubano independentista y el que
admira y respeta al vecino, pero al que no quiere imitar por considerar que
nuestra circunstancia y formación no son
las mismas, su posterior contacto con esa sociedad no le harán cambiar de
parecer, sino reafirmar de forma más elaborada la necesidad de la unidad
latinoamericana frente a las ambiciones hegemónicas del país del norte:
“Los norteamericanos posponen a la utilidad el
sentimiento, - Nosotros posponemos el sentimiento la utilidad.
“Y si
hay diferencia de organización, de ser, si ellos vendían mientras nosotros
llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra
cabeza imaginativa y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan
especial, tan sensible, tan nuevo que solo puede llamarse corazón cubano, ¿cómo
queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan?
Imitemos.
¡No! –Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos.- Creemos, porque tenemos
necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos
puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La
inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes
iguales vamos a regir dos pueblos diferentes?
Las
leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado
también al más alto grado de corrupción.
Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta
costa!”[2]
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