El Apóstol
Autora, Adela Suárez
Un
hombre de la gran sensibilidad artística, como lo fue nuestro José Martí
apreció y tuvo en alta estima la música, como vehículo para manifestar la
espiritualidad, de presentar lo más noble del ser humano y el resumen de la
belleza en este arte de los sonidos, bellamente organizado para trasmitir
sensaciones.
“La
música es la más bella forma de lo bello”[1],
escribirá entusiasmado después de escuchar a José White, su coterráneo que le
devuelve los aires de su patria en aquella “Bella Cubana”, que muchos en su
época sintieron como un himno de Cuba, porque era como escuchar el rumor de las
palmas al compás de la brisa o su aletear hermoso y libre ante la brisa
provocadora de cualquier estación del año en nuestra Cuba.
Llevado por ese entusiasmo escribirá en la “Revista
Universal”: “La bella música debía estar donde estaban el noble intento y la
elocuencia bella”[2], a
la manera de exaltar la espiritualidad que no pueden expresar las palabras, ni
pintar el pincel.
Y
seguirá encabalgado con sus versos, las
melodías del alma porque “ (…)la música de las bandas es como un hada
invisible: en campaña pone las armas en manos de los combatientes”[3],
así escribirá para la prensa de su época, pensando en las emociones que pueden
despertar este arte en la gente común, en su crecimiento y nobleza en momento
de cumplir deberes patrios.
Su admiración por la música le hará escribir
en su novela “Amistad Funesta”: (…) ¿qué es la música sino la compañera y guía
del espíritu en su viaje por los espacios”[4],
escribir para los niños en la revista “La Edad de Oro”, un capítulo sobre los
niños genios destacando los músicos que como Mozart empezaron desde la primera
edad, casi sin saber hablar aún a buscarse en las melodías de un instrumento.
Y para dejar sentado su conocimiento y
admiración por la música escribe en el periódico “Patria” en 1892: “(…) voz y
piano han de ir juntos, como la luz y la sombra: la música ha de crear como en
Haendel, ha de gemir como en Verdi, ha de
pintar, como en
Mendelssohn”[5],
virtudes todas que ayudan a engrandecer el espíritu humano ese del que tanto se
ocupó nuestro Martí, en su afán de dejarnos un camino a la bondad como valor
primero y ese camino, acompañado de la música.
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