martes, 24 de enero de 2017

JOSÉ MARTÍ EN LA CONFERENCIA INTERNACIONAL AMERICANA DE WASHINGTON



 José Martí
Cuadro de Hernández Giró

 La Conferencia Internacional  Americana de Washington fue convocada por el gobierno de los Estados Unidos para reunir a los países de América a fin de coordinar una política económica común, que incluía una libre circulación de capital y mercancía y la adopción de una moneda común.
 
 En el invierno de 1889-1890 se produjo el encuentro, auspiciado por el hábil político norteamericano James G. Blaine, Secretario de Estado del gobierno del presidente Benjamín Harrison (1889-1893).

José Martí, que vive en los Estados Unidos desde 1880  y ostenta el cargo de Cónsul de Uruguay, Argentina y Paraguay en Nueva York, está muy actualizado sobre la evolución de la economía de ese país, se erige en alertador de los peligros de los peligros que se ciernen sobre las naciones de América Latina.

  En los primeros días de la Conferencia José Martí participó como delegado de Uruguay hasta la llegada de su plenipotenciario, y tuvo una activa participación en la reunión desde los momentos preliminares de la misma.

 Martí escribe de forma clara y directa sobre las verdaderas intenciones de los Estados Unidos, tratando de que sus lectores y especialmente los políticos en América Latina, ganaran en claridad en cuanto a lo perjudicial de aquella unión para la que se le convocaba, en la que siempre serían los vecinos pobres aceptando migajas y condicionamientos del poderoso vecino necesitado de expandir sus mercados y penetrar sus débiles economía.
 Pese a ello la mayoría de los delegados a la Conferencia estaban convencidos de la conveniencia de unirse de algún modo a un país tan rico, con unas sólidas instituciones políticas y al que veían como modelo a alcanzar.
 Pese a ello no todo en el cónclave fue maravillosa aceptación, hubo enfrentamientos y muy duros en algunos temas neurálgicos de la reunión en los que las naciones del sur de América se negaron a aceptar los dictados de Estados Unidos sin luchar.
 Uno de esos temas de desencuentro fue el de los “arbitrajes” internacionales para solucionar conflictos entre naciones del continente, en la que Estados Unidos proponía que las naciones se acogieran sin apelaciones al acuerdo que tales comisiones llegaran.
 En contraposición una comisión presidida por Argentina promovió la moción, “contra el derecho de conquista” en la que se condenaba toda forma de despojo territorial, incluyendo aquellos que se hicieron  a través de arbitrajes, impuestos por presiones diplomáticas o mediante la fuerza de las armas.
 Este proyecto presentado por el delegado más brillante de la conferencia, el argentino Quintana, tuvo un solo voto en contra, el de los Estados Unidos.
 La unió aduanera fue otro tema fuertemente debatido, con esta propuesta los Estados Unidos pretendía cerrar el comercio de Hispanoamérica a las naciones europeas y crearse  un mercado seguro para sus producciones.
 El delegado de Uruguay, Alberto Nin, expresó el desacuerdo de su país al considerar que esta unión era prematura dada las diferencias de desarrollo entre países.
 Hubo una singular contradicción entre los  intereses norteamericanos y los del sur al proponerse el bimetalismo(oro-plata) para el patrón monetario, algo aprobado por los países hispanoamericanos y no por el delegado de Estados Unidos, país que defendía al oro como patrón único, esto pese a que la propuesta del bimetalismo la hizo un experto norteamericano, apoyado por Blaine.
 De los delegados de América deja Martí una semblanza que reflejó la personalidad de estos y sus antecedentes más notables:
 Los delegados argentinos fueron,  Sáenz Peña, “con su reserva digna y fuego callado” y Quintana del cual dice, “tiene algo de padre y de duque, y es como un jazmín de la vejez”.
 El Perú se hace representar por Félix C. Zagarra, a quien “el haber estado en Washington en la juventud no le ha  ofuscado el juicio ni entibió su entusiasmo y fe en la patria”.
 Por Venezuela asiste Nicanor Bolet Peraza, “quien en (...) tiempos de abierta rebelión contra Guzmán Blanco, (...) de las filas de este salió para combatirlas”.
 De Guatemala llega Fernando Cruz, “que no ha de errar sino en lo que quiera”.
 Chile envía a Emilio C. Varas, “que tiene la diplomacia como oficio (...) y ganó con él la gran cruz de la Rosa Blanca del Brasil”
 Nicaragua está representada por Horacio Guzmán, “amigo apasionado (...) de estos canales.
 Por Brasil Lafayette Rodríguez Pereira, quien fuera, “presidente de la junta de arbitramiento en los reclamos de aquella guerra en que no se puede pensar sin dolor”, y de quien informa Matías Romero: “viene puesto de acuerdo con Chile, para actuar conjuntamente, en especial en lo referente al arbitramiento”
  A México lo representa su embajador en Washington, Matías Romero, “cree que México está más seguro en la amistad vigilante con los Estados Unidos, que en la hostilidad manifiesta”
 Al terminar 1889 aún la Conferencia no había discutido los asuntos medulares que fueron abordados en enero de 1890.
 Blaine presenta de forma edulcorada su proyecto de Unión Aduanera, “para alcanzar una reciprocidad comercial que se acercara a un régimen de libre comercio de gran escala”.
 El delegado de Argentina, Sáenz Peña, encabeza la oposición al proyecto aduanero, calificándolo de un “sueño utópico” y denunciando “que él entraña desprendimientos cuantiosos de soberanía”, y en lenguaje radical dirá: “América no será para los americanos, sino para la humanidad”.
 Esta actitud recibe de Martí la mayor aprobación y lo expresa en las conclusiones que hace al terminar la reunión:
 “No presidía Zagarra, el primer vice-presidente, ni Romero su segundo, sino Blaine, pálido”, y los motivos eran sobrados, el delegado argentino erigido en la voz de los intereses hispanoamericanos había desenmascarado las verdaderas intenciones de los norteamericanos.”
                    

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