El joven Martí
Autor
Enrique Caravia
Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar:
El arroyo de la sierra
Me complace más que el mar
Esta hermosa cuarteta, parte de sus Versos
Sencillos publicados en la madurez de su vida, definen a un hombre que dedicó
su existencia a los seres humanos, no solo a los de su familia, su patria o
aquellos con los que tenía afinidades culturales, a todos, con un sentido ecuménico que
contrasta con su humildad; demostrando
que lo más importante para los que vivimos en este planeta y nos
llamamos seres racionales es encontrar un sentido de vida que armonice con la
humanidad a la que debemos el ser quienes somos, por su obra de
acumulación cultural, la espiritualidad
forjada y en crecimiento constante y la lucha
perenne por la búsqueda de la bondad, sin exclusión, ni intolerancia.
José Martí nació en La Habana el 28 de enero
de 1853, cuando Cuba era una colonia de España, una colonia que tenía uno de
los grupos burgueses más ricos del mundo occidental que construyó su fortuna en
el breve espacio de poco más de medio siglo, basándose en la superexplotación
de unos seres humanos arrancados de África y tratados como bestia mientras
producían esas inmensa riquezas para esa minoría.
Martí era hijo de emigrantes españoles, gente
humilde que vino a Cuba a mejorar su fortuna y su situación, gente honrada que
conformaban la base de la sociedad de la isla.
Fue en la escuela donde su despierta
inteligencia encontró modo de explicarse algunas cosas que la vida le mostraba
y no entendía, quizás la primera de ella fue la esclavitud, tan cotidiana en la
Cuba de la década del sesenta (“La esclavitud de los hombres es la gran pena
del mundo”) cuando iba al Colegio de Rafael María de Mendive, un cubano, poeta,
pedagogo diestro y partidario de la independencia, cuya influencia reconoció
siempre Martí.
Junto
a él y sus condiscípulo vibró con el levantamiento de los cubanos para luchar
por la libertad (10 de octubre de 1868) y conspiró con apenas quince años en la
levantisca Habana, donde aparecieron sus primeros escritos políticos (“O Yara o
Madrid”), una valiente alternativa a la que fue consecuente cuando era detenido
por conspirar y defendió en el juicio primero el derecho de su patria y dejó en
manos de aquel tribunal militar la condena: seis años de encierro con trabajo
forzado (4 de marzo de 1870)
Desde esta época con apenas 17 años conoce los
horrores de la cárcel y los describe con la veracidad y la fuerza de su poca
edad, (“El Presidio Político en Cuba”) serán sus padres, batalladores y fuertes
quienes logren una conmutación de pena por el destierro para el hijo deshecho
por el trabajo brutal en apenas seis meses del trabajo en canteras.
En enero de 1871 sale rumbo a España, grandes
son las penas, pero muchas más sus esperanzas y compromisos políticos, que en
su caso no eran con nadie más que con su conciencia, Cuba era su razón de ser y
su vida demostrará esa entrega casi fanática y que le reprocharán siempre sus
grandes amores: la esposa y su madre.
Breve pero marcadora será su presencia en
España (1871-1874), esa para la que tiene el sentimiento encontrado de amor y
discrepancia, que no albergó odio en su
pecho para la nutricia tierra que admiró y respetó, al mismo tiempo que
aprendió a combatirla en su empecinamiento de cerrar los ojos ante una realidad
cierta desde hacia mucho tiempo, Cuba, ya no era “La siempre fiel” y quería ser
independiente. Estudió en Madrid y Zaragoza y con talento y entrega pudo
hacerse de los títulos de Derecho Civil y Canónico y Filosofía y Letras,
carreras ambas a las que sacaría un gran provecho intelectual, pocos recursos
económicos y ningún título, pues nunca tuvo dinero para comprarlos.
Terminados sus estudios se traslada a México
(enero de 1875) donde lo espera su familia, allí hará carrera como periodista y
afianza un prestigio intelectual que lo hará habitual en las tertulias de la
capital mexicana y sus teatros. En México se enamora de una joven cubana y con
ella se casa en diciembre de 1877, poco antes ha tenido que dejar México, la
llegada al poder de Porfirio Díaz es el motivo principal de su retiro a
Guatemala donde lo reciben favorablemente la intelectualidad y los funcionarios
del gobierno, conociendo su ilustración y sus dotes para el discursos y la palabra
escrita. Su folleto “Guatemala”, escrito al calor de la noble acogida de este
pueblo, es un atisbo de cuánto espera el de su América mestiza, esa que ya
conoció en México y que poco a poco
crece en su corazón por su historia, su autenticidad y grandeza, negada en
muchos casos por los propios intelectuales de estas tierras, avergonzados de
tanto indio descalzo y tantas costumbres “añejas”.
En 1878 regresa a Cuba, había terminado la
guerra y se le permite establecerse en La Habana, su esposa viene embarazada y
en noviembre de 1878 trae al mundo a su hijo único, José Francisco Martí Zayas
Bazán, a quien dedicara su primer poemario impreso, “Ismaelillo” (1882), razón
por la cual muchos le llamaron de esta manera. Este poemario es capital en la
poesía martiana, versos fundacionales, no hay modernista que no lo asuma como
en la raíz del movimiento que encabezó Darío, que llamó a Martí Maestro.
Pero Martí en medio de sus alegrías tiene un
gran dolor, Cuba sigue siendo colonia y la mayoría de los intelectuales
habaneros creen que la vía de las reformas resuelve los problemas de Cuba, por
eso conspira, por eso se une a los pocos que creen en la independencia y por
eso las autoridades españolas lo vuelven a deportar a España (septiembre de
1879)
Breve
fue su estancia en España, en enero de 1880 llega Nueva York para unirse al
movimiento conspirativo que dirige una nueva insurrección en Cuba y que tiene
sus bases en la fuerte colonia cubana de Nueva York. Pocos meses después
fracasa el intento y le toca a él asumir el triste papel que nunca quiso para
sí, llamar a los insurrectos a deponer las armas, esto le ganó enemigos, sembró
desconfianzas y dividió a los cubanos del exilio patriótico. Es ahora un hombre
decepcionado, desconocido, con un gran talento y una enorme voluntad para
llevar adelante sus planes de organizar un nuevo movimiento independentista en
Cuba. El tiempo, su constancia e inteligencia, se unirían a esos factores
históricos que hacen posibles los cambios en un pueblo que los necesita y que
ya había luchado por ellos.
En 1880 permanece seis meses en Venezuela,
período de intenso estudios de la historia y la realidad de su América, del
contacto con intelectuales liberales de ese y otros países y de confrontar con
un dictador como Guzmán Blanco que finalmente lo expulsa en julio de 1880. De
esa etapa el aprendizaje y el compromiso con los suyos, que ya no son solo los
cubanos, sino los hispanoamericanos.
Regresa a Nueva York y reemprende una intensa
colaboración con periódicos del
continente, El Nacional en Caracas, La Nación de Buenos Aires y El Liberal de México,
base para que otros difundan sus crónicas y ensayos sobre la actualidad del
mundo y de los Estados Unidos, con una mirada moderna, justa y siempre con un
objetivo fundamental, que se conociera mejor en estas tierras de América, la
realidad del capitalismo tanto en Europa como en los Estados Unidos (“Viví en
el monstruo y le conozco las entrañas”), mostrando luces y sombras,
contrastando y tomando distancia del elogio adulón de algunos intelectuales en
el continente.
El período de cinco años que median entre 1882
y 1887 fueron años de consolidación intelectual de un hombre que en lo político
ya tenía definida su línea de idea, Cuba y su independencia, que desarrolló una
intensa actividad diplomática al presidir los consulado de Uruguay, Paraguay y
Argentina en Nueva York, que tradujo para la firma Applenton, libros del
francés y el inglés para el español y que consolidó un prestigio intelectual
que puso en función de esos grandes objetivos políticos que se propuso.
El 10 de octubre de 1887 pronuncia en Nueva York un importante discurso
ante la emigración cubana que marca su regreso a las gestiones conspirativas
para lograr la independencia de Cuba, desde ahora nada lo detendrá. En noviembre
lo nombran presidente de la Comisión
Ejecutiva para organizar los trabajos revolucionarios con
esos fines, entra en contacto con los revolucionarios cubanos en Cayo Hueso y
días después invitan a Máximo Gómez y Antonio Maceo a sumarse a este proyecto
emancipador.
Serán años de cabildeo y voluntad férrea por
lograr que todos los que quieran la
independencia de Cuba se unan bajo una sola organización que desde 1882 le ha dicho a Máximo Gómez debe
existir para impedir un peligro mayor debido a las intenciones de aquellos que
no querían perder sus privilegios, aunque ambicionaban librarse de España: la
anexión a los Estados Unidos.
Por eso le expresa a Máximo Gómez la necesidad
de crear un Partido que aúne a los que quieren la libertad, como modo de atajar
a los anexionistas que desean: “una libertad cómoda” para salvar “(...) a la
par su fortuna y su conciencia”
Para alcanzar estas
metas desarrolló un gran esfuerzo organizativo, convenciendo y despejando dudas
de sus intenciones; limando asperezas y contradicciones y apoyándose en el
legado libertario de los hombres que junto a Carlos Manuel de Céspedes habían
iniciado el camino de libertad que él pretendía continuar. El resultado de este
titánico esfuerzo fue la creación, diez años después del Partido Revolucionario
Cubano (PRC).
Esos años se caracterizaron por la prédica
incesante del Maestro en su empeño por unir a todas las fuerzas revolucionarias
dentro y fuera de Cuba; sus incesantes contactos personales o a través de
correspondencia, con las principales figuras de la anterior guerra. El
peregrinaje por las tierras de América y el Caribe en busca de apoyo a la causa
de Cuba y sobre todo por su prédica dentro de los Estados Unidos, con los
núcleos de emigrados que conformarían posteriormente las bases del PRC.
Tras
la invitación de los emigrados de Tampa para que hablara en el Club Cubano de
esa ciudad, Martí llega a ella el 25 de noviembre de 1891 y habla a los
tabaqueros el 26 de ese mismo mes, esta comparecencia suya es conocida como el
discurso “Con todos y para el bien de todos”,
en el que traza las líneas programáticas del futuro partido y la
revolución independentista. Al día siguiente en la conmemoración del
décimo aniversario del fusilamiento de
los estudiantes Martí vuelve a dirigirse a lo emigrados y su discurso se recoge
como “Los pinos nuevos”. Estas palabras de Martí marcan el
inicio del auge del movimiento revolucionario que culminaría con la
creación del PRC (10 de abril de 1892) y
la organización de la
Guerra Necesaria.
Pero hagamos un alto en estas labores por la
libertad de Cuba que encabeza el Apóstol, simultáneamente por esos mismos meses
entre 1889 y 1891 librará una de sus más brillantes batallas por los pueblos de
América Latina.
El 24 de mayo de 1888 el presidente de los Estados
Unidos “invitó” a los gobiernos de los
países hispanoamericanos independiente a una conferencia internacional en
Washington, para estudiar, entre otras cosas, la adopción por cada uno de los
gobiernos de una moneda común de plata, de uso forzoso en las transacciones
comerciales recíprocas entre estados de América.
El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional
Americana recomienda establecer una unión monetaria internacional que tuviera como
base la acuñación de una o más monedas internacionales,
uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los países representados
en esta conferencia.
El 30 de marzo de 1891 un diplomático de origen cubano que se había ganado
la confianza de la colonia hispanoamericana de Nueva York, presenta un informe
a nombre de Uruguay en la Conferencia Monetaria Internacional de
Washington. Es José Martí quien presenta a la conferencia un informe
brillantísimo, primero en castellano y después en inglés, recomendando el
bimetalismo y recordando de paso que no es “el oficio del continente americano
restablecer con otro método y nombre el sistema imperial por donde se corrompen
y mueren las repúblicas”.
Martí rechaza las opiniones de la delegación de los
Estados Unidos, que aspiraba a la creación de una moneda internacional de
plata. Propone la creación de un sistema de monedas uniformes, que harían más
morales y seguras las relaciones económicas de los pueblos. Hace una
caracterización de los EE.UU. y del peligro que representaba para América las
intenciones de ese país.
Llamaba Martí a que imperara tanto en el comercio como
en la política, la paz igual y culta. Que todo cambio de moneda debía hacerse
en acuerdo con los países implicados.
Un aspecto muy importante sobre el que llamó la
atención fue la unidad económica, al decir “quien dice unión económica dice
unión política” y “el pueblo que compra manda”.
Tan ardua fue
su batalla que su débil salud se quebranta en aquel “invierno de angustia” de
1890 con la presión del convite de los Estados Unidos, “en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo,
o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos
hispanoamericanos” y nacieron sus testimoniales “Verso Sencillos” (1891) y
escribió “Nuestra América”(enero 1891),
su modo más completo de ver América Latina y que comentaremos en otra
oportunidad.
Ahora ya no era solo la urgencia de la
independencia de Cuba, sino de impedir su anexión a los Estados Unidos y tratar
de frenar las ambiciones hegemónicas de esa nación sobre América Latina, eso ya
estaba claro para José Martí.
Era un titán el hombre que llevaba solo sobre
sus hombros tanta responsabilidad en medio de tantas intrigas, divisiones,
personalismos, sin perder el orden de sus prioridades y Cuba, su libertad, era
lo primero:
El PRC es la coronación del trabajo político
de José Martí, el Partido que no es producto de la “(...) vehemencia pasajera,
ni del deseo vociferador e incapaz, ni de la combinación temible, sino del
empuje de un pueblo aleccionado, que... el mismo Partido proclama, ante de la Revolución su redención
de los vicios que afean al nacer la vida republicana”
Ya en enero de 1892 José Martí se reúne en
Nueva York con los dirigentes de la Convención Cubana,
formada por Francisco Lamadriz, José Dolores Poyo y Fernando Figueredo y les
presenta el borrador de las Bases del Partido Revolucionario Cubano.
Esas Bases y los Estatutos serán discutidas el
5 de enero en una reunión efectuada en Nueva York y en la que están presente
los clubes de la ciudad y representantes de los clubes de Tampa y Cayo Hueso.
Se aprueban las bases y los estatutos y se crea la Comisión Recomendadora
de los documentos que preside el propio José Martí.
Se inicia un
proceso de discusión y aprobación de los documentos del PRC en los clubes
patrióticos de base que involucra a todos los que de una forma u otra anhelaban
la independencia de Cuba y Puerto Rico.
Las Bases del Partido proclaman que el
objetivo primero del mismo era lograr la independencia de Cuba y fomentar y
auxiliar la de Puerto Rico.
El ordenamiento dentro de una guerra generosa
y breve, encaminada a asegurar en la paz y el trabajo, la felicidad de los
habitantes de la isla.
Unir a todos los revolucionarios y recaudar
los fondos necesarios sin compromisos inmorales ni con hombre, ni entidad
alguna.
Cumplir en la vida
histórica del continente, los deberes difíciles que su situación
geográfica le señale.
Fundar un pueblo nuevo y de sincera
democracia, capaz de vencer los peligros
de la libertad, restaurar la hacienda y salvar al país de los peligros internos
y externos que lo amenacen.
Como se puede observar al leer los objetivos
del PRC, no es solo la independencia lo que propone fomentar esta organización
revolucionaria, sino que como tareas importantes e impostergables se propone impedir
la anexión de Cuba a los Estados Unidos y contribuir a la creación de una
República equitativa en la que se cumpliera la máxima martiana de “con todos y
para el bien de todos”, razón por la cual su constitución fue una factor de
unidad nacional de todos los que querían no solo una patria libre, sino para
todos sin distinción de riquezas, ni razas, y en la cual las posibilidades
fueran iguales. La no mención directa de los Estados Unidos eran razones
estratégicas para poder desarrollar el movimiento en el territorio de esa
nación que cumplía una neutralidad cómplice acorde con sus intereses.
El 14 de marzo de
1892 aparece el periódico PATRIA dirigido por José Martí, tribuna de la
independencia y de todos los cubanos honestos que quisieran expresarse. Jugó un
importante rol en el trabajo de preparación y organización de la Revolución Liberadora
Cubana convocada por el Apóstol.
A finales de marzo se acelera el trabajo de
creación del PRC con la aprobación de las Bases y los Estatutos por los clubes
de emigrados revolucionarios.
El 8 de abril José Martí es elegido Delegado
del PRC a propuesta de los clubes de Tampa, Cayo Hueso y Nueva York, acompañado
por Benjamín Guerra como Tesorero.
Finalmente se acuerda proclamar oficialmente
al PRC el 10 de abril de 1892, en el aniversario 23 de la Asamblea de Guaimaro, que
proclamó la primera República en Armas.
José Martí fue el
alma del PRC, mientras lo dirigió, la organización fue factor aglutinador de
todos los que querían la independencia y cumplió a cabalidad el fin práctico
para el que fue creado: organizar y dirigir la Guerra Necesaria,
pero a su muerte esta razón práctica se convirtió en su único objetivo,
olvidando sus continuadores que dicha organización tenía mucho más que hacer en
la futura República por nacer.
La Guerra Necesaria, como la llamó
Martí se reinició el 24 de febrero de 1895 a ellas se incorporaron los mejores hijos
de la ya existente nación cubana, la burguesía de la isla cuidando “sus
propiedades” hizo más larga y cruenta la guerra en la que murió un tercio de la
población, que aún no llegaba al millón de habitantes, el cubano de hoy siente
con orgullo el descender de aquellas generaciones que encabezó el más humilde
de nosotros, el que solo quería en su tumba un ramo de flores y una bandera,
murió el 19 de mayo de 1895, ¿murió?
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