miércoles, 25 de enero de 2017

CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS





 Grabado de A. Canet
En el proceso de formación del pensamiento revolucionario cubano ha existido una articulación armónica de las ideas de los más preclaros pensadores de la isla, José Martí tiene como base las concepciones de cubanía que le llegan de hombres como Félix Varela, José María Heredia y José de la Luz y Caballero, entre otros; lo que unido a un pensamiento liberal y democrático que conoce de la tradición occidental de la cual es deudor, va conformando una posición democrática revolucionaria, que en su caso,  lo lleva a una radicalización antiimperialista frente a las posiciones expansionistas de los Estados Unidos, una identificación de sus raíces con la América Latina y la necesidad unitaria de esta para enfrentar los nuevos retos que le imponía el desarrollo del capitalismo a  fines del siglo XIX por la ambiciones de la oligarquía norteamericana.

 El pensamiento social martiano se desarrolla a fines del siglo decimonónico, cuando de forma impetuosa y peligrosa para los pueblos se desarrolla en los Estados Unidos la fase superior del capitalismo, el imperialismo; ese estadío capitalista en el que las poderosas fuerzas de la oligarquía rebasan el marco de lo nacional para expandirse por las naciones de menor desarrollo para subordinarlas a su modo de producción, bien como mercado de sus productos, fuente de materia primas o sitios de expansión geopolítica.

 En medio de este complejo proceso vive José Martí, estudioso de los fenómenos sociales que se desarrollan en la rica nación del norte y signado por una misión liberadora que le ha dado sentido a su vida.

 Mucho antes de que maduraran en  Cuba las simientes del marxismo ya José Martí había definido una manera de pensar novedosa y autóctona, partiendo del principio de construir una sociedad “con todos y para el bien de todos”, para lo cual creó un Partido(Partido Revolucionario Cubano), que tenía como misión no solo luchar por la independencia de Cuba y Puerto Rico, sino también crear una república de hermandad, en la que necesariamente la sociedad tenía que cambiar para cumplir ese reclamo de igualdad del que José Martí se hizo eco.

 Junto a esto el  Apóstol, basado en su experiencia, sagacidad política y conocimiento de la sociedad norteamericana, intuyó que en esa desmedida ambición de la oligarquía  yanqui había un peligro que podía evitarse con la unidad de los países de América Latina, esa que él llamó Nuestra América.

 Tras su muerte en Dos Ríos y la salida de la metrópoli española en 1899 se inicia la intervención norteamericana en Cuba y posteriormente se proclama la República, entidad que nacía conculcada por las condicionantes neocolonialistas que le impuso la Enmienda Platt. En ese ambiente social las ideas de Martí comienzan a arraigarse y difundirse entre los cubanos, venciendo una tendencia oficialista de las clases dominantes, que pretenden presentarlo como un mártir de la independencia, de vida sacrificada y destacada labor literaria; todo esto era verdad pero José Martí era mucho más que eso, el verdadero sentido ideológico de su vida no se había materializado en aquella república y es por ello que las nuevas generaciones de cubanos y su vanguardia lo asumen en su intento por lograr el cumplimiento de sus sueños.

 Este ideario martiano completado con su ética humanista y su pedagogía avanzada y social se fortalece al ser retomada por la generación de los años veinte del siglo anterior, jóvenes que como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena o Juan Marinello, entre otros, abrazan el marxismo como ideología social para luchar por los cambios  que necesitaba la nación cubana, enriquecidos de modo consciente y creciente con la ideología martiana.

 Ellos fueron la base de la continuidad del pensamiento social cubano que entronca con la Generación del Centenario del Apóstol, encabezada por Fidel Castro y Abel Santamaría, martianos de corazón y conocedores de las teorías marxistas.

 Estos jóvenes de la generación del centenario[1]  fueron los que organizaron el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, para dar inicio a las transformaciones que necesitaba aquella república desigual y segundona, los que organizaron el Movimiento 26 de Julio[2]  y lideraron la insurrección popular que barrió no solo a la dictadura sino a todos los males de la sociedad cubana.

 La Revolución Cubana, triunfante en 1959,  auténtica y con una amplia base popular se radicalizó en los primeros años de la década de los 60 en medio de la confrontación abierta contra la oligarquía del país y los intereses de Estados Unidos, su basamento martiano vino a unirse a las ideas marxistas y las circunstancias determinaron compromisos y posiciones pero sin perder el rumbo social, en constante perfeccionamiento en su búsqueda incesante por la plena igualdad humana.

 Martí tiene mucho que decirnos aún, el perfeccionamiento de instituciones y el fortalecimiento de las bases económicas de la nación cubana tiene que pasar por el pleno disfrute de todos los derechos del ciudadano, de modo que nuestras instituciones no sean una parte del engranaje burocrático que nos creamos y ahora nos frenan, sino contrapartes reales y garantes del poder de las mayorías, eso es también pensamiento martiano.






[1]Porque se da a conocer en el año 1953 cuando se conmemoraba el centenario del natalicio de José Martí
[2] Organización política de la Revolución Cubana de tendencia nacionalista y popular que nucleó a todos los sectores que querían derrocar el régimen de Fulgencio Batista

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