"Yo he visto"
autor
Raúl Martínez
Todavía
escuchamos el eco de las celebraciones por el 164 aniversario de José Martí, el
más integral de los cubanos, el paradigma de un tiempo y la realidad de una
vida forjada para darse a una idea que hoy podemos resumir en un concepto:
entrega.
Entrega a ideales superiores y humanos, sin el
egoísmo que muchas veces acompañan al talento para darse al brillo cuando fue
hecho para servir de ejemplo.
Artista, político, humanista son categoría que
para él fueron integradas a una vida a la que no acompañó la felicidad por
mucho tiempo, por su entrega a los demás, comenzando por los suyos, la gente de
su isla por entonces esclava, a los cuales entregó un legado que crece con el
tiempo histórico.
En lo particularmente artístico, concibió un
arte de compromiso con los seres humanos, para el goce espiritual, pero no solo
lúdico y sensual, sino para el crecimiento de los que lo disfrutan en su
creación y contemplación.
Arte que diera, más que la apariencia, el
sentido de las cosas, arte que no debía ser “venal adorno” sino “divina
acumulación del alma humana” donde se reconozcan todos los seres humanos; arte
que debía arraigarse en una “hermosa vida nacional”, porque para Martí, “el arte
no es más que la naturaleza creada por el hombre”.
No en vano expresó: “el arte es trabajo.
Trabajo es arte”, porque donde pone el hombre su ingenio y su espíritu, la
banalidad sede el lugar a la cultura como acumulación de saberes de los pueblos.
Pero fue para Martí más importante dejar
sentado el papel del artista, creador, interprete de su tiempo y de las
angustias de su tiempo:
“El mundo es patético, y
el artista mejor no es quien lo cuelga y recama, de modo que solo se le vea el
raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso y mueve a fe inmoral en el lujo
y la dicha, sino quien usa el don de
componer con la palabra, o con los colores, de modo que se vea la pena del
mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras haya un antro, no hay
derecho al sol”[1]
Ese es el Martí vivo que habla para todos los
tiempos, el que respetamos y queremos, el hombre que sigue hablando para
nosotros, porque en la objetividad de la vida, la humanidad y el ser humano
individual necesita siempre a estos hombres que llevan la luz, para encontrar
nuestros caminos.
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