martes, 17 de enero de 2017

LOS SIETEMESINOS




A los sietemesinos sólo les faltará el valor
José Martí

 Vuelvo a leer un recorte del   periódico cubano Juventud Rebelde (22 /5/2010) es un artículo titulado, “Hay que darles mandinga” del periodista Julio Tamayo Martínez en el que se llama la atención acerca de los “modos camaleónicos” de un grupo de personas, no tan pocas como quisiéramos, que encuentran en “la falsía, la replica de actitudes extrañas, costumbres foráneas, modulaciones vocales ajenas a nuestra idiosincrasia u otras conductas “singulares” apreciable en la calle”[1] su manera de evadirse y de reflejarse “distintos”, cuando en realidad caen en el molde neoliberal de la “aldea global” que la industria del consumismo quiere para sus “chicos y chicas plásticos”, play boy tercermundistas que José Martí caracterizara con “sietemesinos”[2].

 Son la gente que encuentra bueno lo extranjero solo por serlo y que llevan su “etiquetada vida” a una especie de status social que lo eleva por encima de los mortales comunes, los que José Martí ridiculiza en su artículo “Nuestra América: “No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades!

 A este Martí recordé cuando leía el artículo de Tamayo Martínez, porque  vemos a diario y como algo esnobista y ridículo, extemporáneo a esos que reniegan de lo suyo, como el que no tiene que ver con los que a diario hacemos la miel y el panal.

 Pero recordé más, y fui a las Obras Completas del Apóstol en busca de las reflexiones de un hombre aún joven que en 1885 describe deslumbrado y sabio las regatas tradicionales entre un yate inglés y uno norteamericano, matizada por el patriotismo que una victoria patria enciende en los hombres y mujeres de cualquier latitud, es por ello que sus atinadas palabras mantienen actualidad para caracterizar a quienes el consumismo convierte en personas, “tan desechables” como los productos que los esclavizan:

“…ya porque un vapor lleno de bostonianos ha venido río arriba, con ocasión de las regatas, a mofarse de los petimetres neoyorquinos que no hallan cosa de su tierra que sea buena: y compran en Inglaterra yates que Nueva York vence, y andan por las calles a paso elástico y rítmico, como si anduviesen sobre pastillas, y hablan comiéndose las erres y la virilidad con ellas, acariciando con el mostachillo rubio el cuerno de plata del bastón que no se sacan de los labios: son unos señorines inútiles y enjutos, a quienes no se ve por las calles desde que venció el Puritan.

“Las regatas, como tantas otras cosas, no son de valer por lo que son en sí, sino por lo que simbolizan. De los Estados Unidos se van las herederas a Inglaterra, a casarse con los lores; ningún galán neoyorquino se cree bautizado en elegancia si no bebe agua de Londres; a la Londres se pinta y escribe, se viste y pasea, se come y se bebe, mientras Emerson, piensa, Lincoln muere, y los capitanes de azul de guerra y ojos claros miran al mar y triunfan. La grandeza tienen en casa, y como buenos imbéciles, porque es de casa la desdeñan. Hasta la hormiga, la mísera hormiga, es más noble que la cotorra y el mono.

“Pues si hay miserias y pequeñeces en la tierra propia, desertarlas es simplemente una infamia, y la verdadera superioridad no consiste en huir de ellas, ¡sino en ponerse a vencerlas! La regata ha dado esto bueno de sí, como da siempre algo bueno, aunque parezca puerilidad al que ahonda poco, todo acto o suceso que concentra la idea de la patria; ¡hay un vino en los aires de la patria, que embriaga y enloquece! Se le bebe, se le bebe a sorbos en estas grandes ocasiones y ¡parece que se deslíen por la sangre, con prisa de batalla, los colores de una gran bandera!”[3]

La vigencia de estas palabras son innegables y toca a la sociedad en su conjunto y a la familia en particular,  formar en el joven los altos valores de la espiritualidad y la nobleza, que serán los que salvarán por encima de  las frivolidades de las que está llena la vida posmoderna, capitalista, egoísta y nada noble.


[1]“Hay que darles mandinga”. Julio Martínez Tamayo. Juventud Rebelde. 22/5/2010
[2] “Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás”.Nuestra América, José Martí. Enero 1889
[3] La Nación. Buenos Aires, 22/10/ 1885. Tomo 10. Obras Completas de José Martí. 1975


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