José Martí, visto por Fabelo
En época de definiciones y
esperanzas, en que nos enfrascamos todo por lograr un renacimiento de la virtud
ciudadana en toda Cuba, nadie puede olvidar a José Martí. El cubano que no solo nos legó una patria, sino
un modo de pensar que está más allá de posiciones hoy tan encontradas, los
hombres van en dos bandos, dijo, los que aman y construyen; los que odian y
destruyen, más o menos es la esencia de
las dos maneras de ver la vida en estos tiempos.
Este hombre que se echó a Cuba en los hombros,
enfrentó la desunión de los cubanos como el principal reto para alcanzar su
definitiva independencia, y no se fijó en las riquezas de unos y la pobreza de
otros; la erudición de pocos y la ignorancia de muchos; la blanca piel de los
dominadores y el color negro de los habían levantado las riquezas de una
mayoría.
Dejó una legado moral que no envejece y más
allá de las consignas y las campañas, no se será martiano, por mucho que se lea
de él, sino basamos nuestro actuar en
esa máxima de ser bueno, por sobre todas las cosas, con todos esos valores
potenciados en nuestra sociedad contemporánea, pero también cumpliendo los
deberes que cada uno tiene como ciudadano, con su propio trabajo, con su
sociedad y con sus principios.
Cuba es más que un archipiélago, Cuba es una
cultura múltiple y en expansión, a la que le quedan estrecho toda
reglamentación del pensar, expresar y del ser; cada cubano le debe mucho a la
tradición histórico social en la que se forjó una nación singular, que tiene
mucho que hacer en estos tiempo, con el legado de Martí y de todos los que
antes y después de él pensaron en el ser humano, cubano o no, como premisa de
un vivir mejor.
En los últimos tiempos aprendimos que era
mejor vivir con las ventanas abiertas y el intercambio constate con el otro, en
base a una democracia de pueblo que entiende como suya a todo el que vive y
actúa en el ámbito cubano.
Desterrando el regaño para la voz discordante,
aceptado el debate y teniendo la humildad de saber que nadie tiene la verdad
absoluta y que el consenso se construye día a día en una cultura de paz que nos
hace libre.
En cuanto a la libertad, tan llevada y traída,
rehén de todos los poderes, solo es posible concebirla en un espacio de
cultura, conocimiento de los derechos, propios y ajenos, desterrando nuestras
frustraciones para la soledad de la reflexión que cada ser humano hace consigo
mismo, y entregando a esos que nos rodean, familia, compañeros, conciudadanos;
la confianza de que tiene en nosotros a ese otro con quien pueden contar para
construir el consenso de libertad y democracia que queramos darnos.
Ese sería el sueño martiano, aunque no lo haya
escrito, aunque no repitas ninguna frase, aunque no conozcas muchos, sería la
consecución de un mundo sin egoísmos, próspero y de paz para un país que crece
en cada uno de nosotros, dirigente, intelectual o sencillamente alguien de a
pie que se place con ser bueno.
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