martes, 19 de julio de 2016

MARTÍ LA PRESENCIA NECESARIA




José Martí, visto por Fabelo 

En época de definiciones y esperanzas, en que nos enfrascamos todo por lograr un renacimiento de la virtud ciudadana en toda Cuba, nadie puede olvidar a José Martí. El  cubano que no solo nos legó una patria, sino un modo de pensar que está más allá de posiciones hoy tan encontradas, los hombres van en dos bandos, dijo, los que aman y construyen; los que odian y destruyen, más o menos es la esencia de  las dos maneras de ver la vida en estos tiempos.
 Este hombre que se echó a Cuba en los hombros, enfrentó la desunión de los cubanos como el principal reto para alcanzar su definitiva independencia, y no se fijó en las riquezas de unos y la pobreza de otros; la erudición de pocos y la ignorancia de muchos; la blanca piel de los dominadores y el color negro de los habían levantado las riquezas de una mayoría.
 Dejó una legado moral que no envejece y más allá de las consignas y las campañas, no se será martiano, por mucho que se lea de él, sino basamos nuestro actuar  en esa máxima de ser bueno, por sobre todas las cosas, con todos esos valores potenciados en nuestra sociedad contemporánea, pero también cumpliendo los deberes que cada uno tiene como ciudadano, con su propio trabajo, con su sociedad y con sus principios.
 Cuba es más que un archipiélago, Cuba es una cultura múltiple y en expansión, a la que le quedan estrecho toda reglamentación del pensar, expresar y del ser; cada cubano le debe mucho a la tradición histórico social en la que se forjó una nación singular, que tiene mucho que hacer en estos tiempo, con el legado de Martí y de todos los que antes y después de él pensaron en el ser humano, cubano o no, como premisa de un vivir mejor.
 En los últimos tiempos aprendimos que era mejor vivir con las ventanas abiertas y el intercambio constate con el otro, en base a una democracia de pueblo que entiende como suya a todo el que vive y actúa en el ámbito cubano.
 Desterrando el regaño para la voz discordante, aceptado el debate y teniendo la humildad de saber que nadie tiene la verdad absoluta y que el consenso se construye día a día en una cultura de paz que nos hace libre.
 En cuanto a la libertad, tan llevada y traída, rehén de todos los poderes, solo es posible concebirla en un espacio de cultura, conocimiento de los derechos, propios y ajenos, desterrando nuestras frustraciones para la soledad de la reflexión que cada ser humano hace consigo mismo, y entregando a esos que nos rodean, familia, compañeros, conciudadanos; la confianza de que tiene en nosotros a ese otro con quien pueden contar para construir el consenso de libertad y democracia que queramos darnos.
 Ese sería el sueño martiano, aunque no lo haya escrito, aunque no repitas ninguna frase, aunque no conozcas muchos, sería la consecución de un mundo sin egoísmos, próspero y de paz para un país que crece en cada uno de nosotros, dirigente, intelectual o sencillamente alguien de a pie que se place con ser bueno. 


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