lunes, 11 de julio de 2016

LA MEMORIA HISTÓRICA



La memoria suele ser flaca y tiene como mayor enemiga al tiempo, esa implacable dimensión física que al alejar un hecho histórico lo desdibuja, empequeñece o engrandece, siempre en relación directa con el actor principal que es el ser social.
 La memoria histórica hoy en Cuba, parece haberse convertido en un cliché de añoranzas o un catecismo de repeticiones para no olvidar, algo que está ahí a fuerza de ser parte del sistema ideológico  que tratamos de sacar adelante.
 La memoria histórica en Cuba, aún tiene testigos vivos, cuando se trata de hablar del hecho más relevante que nos ha pasado en la historia nacional, la REVOLUCIÓN, así con mayúsculas y sin tener que agregar nada más, porque fue el hecho que puso este país en los rumbos de la contemporaneidad por necesidad de su pueblo y osadía de su vanguardia, que en aquellos momentos, eso muchas veces se olvida, era muy joven y  heterogénea desde todos los puntos de vista.
 1959 fue un parte agua para los cubanos, apenas unos seis millones en ese momento, con una sociedad de profundos contrastes y desigualdades, tan cerca de los Estados Unidos, que muchos en este país lo consideraron un “fatalismo geográfico”, en tanto sus clases vivas, su burguesía, su gente de política, se desvivían por tener una nación a “imagen y semejanza” de los vecinos ricos, desde donde venía todo, lo bueno y lo malo.
 En la Cuba de la apertura y del contrapropismo, ha surgido un grupo desesperado por acumular cosas, ser alguien porque tienen “algo”, triunfar en la vida aunque en eso le vaya el alma vendida a  una pragmática sociedad de consumo tan poderosa que es capaz de influir aún donde no gobierna y ellos lo saben.
 No podemos pecar de ingenuos,  no podemos seguir cultivando valores y enseñando historia e ideología con “teques” que no creen ni los que los dicen, mientras se olvidan las estrategias de comunicación, tan bien usadas para vender y engatusar, pero que nosotros debemos aprender a manejar para crear al ciudadano que seguirá la obra.
 El pragmatismo se aprender solo con los golpes de la vida y el egoísmo entronizado de triunfar a toda costa, pero el ciudadano honesto, sencillo, trabajador y creador, capaz de ser solidario y patriota, ese hay que formarlo, desde la familia a la escuela, sin cansarnos, teniendo como máxima la de Martí: “Ser bueno es mejor que ser príncipe”.
 La historia no es solo para académicos, debe contarse con el condimento de lo cotidiano, el error de las urgencias y la decisión de la terquedad patriótica, todos esos condimentos nos hicieron una nación distinta que resistió y resiste, que blasona de logros y corrige errores, que abre los ojos ante realidades del mundo de hoy, pero que no puede olvidar,  cuál es la coyuntura mayor de esta nación pequeña al sur de La Florida, con un destino atado a lo que ocurre en las tierras hermanas del sur y a las hostiles decisiones del norte. Esa también es Cuba.

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