UNO DE LOS DIBUJOS ORIGINALERS QUE ILUSTRARON LA REVISTA
"LA EDAD DE ORO"
Para
el hombre que sueña humanidad, ningún público es menor y eso lo demuestra José
Martí al escribir su revista La Edad de Oro, uno de sus proyectos
editoriales para nuestra América, que pudo ver realizado en 1889 cuando
encontró a un noble comerciante brasileño Antonio Da Costa Gómez a quien
convenció de la viabilidad de escribir una revista para niños y jóvenes
distinta a las que hasta ese momento se hacían.
Los destinatarios eran los niños y las niñas
de esta parte del mundo, aunque la importancia de lo que trasmite a ellos es
válido para todos los seres humanos de todas las edades.
Es por eso que quiero resaltar la introducción
que hizo Martí al primer número de la revista aparecido en julio, en el
mismo queda resumido el criterio
pedagógico del Apóstol en frases breves y hermosas que definen las cualidades
que deben adornar a todo niño, haciendo un énfasis de género que va más allá de
la galantería del caballero para demostrar cuanto se puede enseñar desde la
palabra y que responsabilidad adquiere el adulto que se comunica con estas
personitas en formación:
“Para los
niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se
puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de
andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse
hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso.
Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre
fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que
nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace
para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para
conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y
con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que
entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños
lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les
vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con
láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar
todo lo que han hecho los hombres hasta ahora Para eso se publica LA EDAD DE ORO: para que los
niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las
demás tierras: y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las
máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando
el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué
quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se
cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos
de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y
son magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del
cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra: y les contaremos cuentos de risa y
novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran
descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben
querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos
quieran, y nos vean como cosa de su corazón.
Cuando un niño quiera saber algo que no esté
en LA EDAD DE
ORO, escribanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le
contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo que
importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la
publicaremos en nuestro correo con la firma al pie para que se sepa que es niño
que vale. Los niños saben más de lo que parecen, y si les dijeran que
escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso La Edad de Oro va ha tener cada
seis meses una competencia y el niño que mande el trabajo mejor, que se conozca
de veras que es suyo, recibirá un buen premio de libro, y diez ejemplares del
número de La Edad
de Oro en que se publique su composición, que será sobre cosas de su edad, para
que puedan escribirla bien, porque para escribir bien de una cosa hay que saber
de ella mucho. Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo
que piensan, y lo digan bien, hombres elocuentes y sinceros.
Las niñas deben saber lo mismo que los niños,
para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una
pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar. Porque
las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas.
Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para
ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad de Oro tiene su mago en
la casa, que le cuenta que en lar almas de las niñas sucede algo parecido a lo
que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre las flores. Les
diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes, si supieran leer. Y
les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se
fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas
también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y
mandarnos sus composiciones para la competencia de cada seis meses. ¡De seguro
que van a ganar las niñas!
Lo que queremos es que los niños sean felices,
como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un
niño de América por el mundo, nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo,
y diga donde todo el mundo lo oiga: “¡Este hombre de La Edad de Oro es mi amigo”
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