En la piedra en bruto trabajan a la vez las
dos manos,
la
blanca y la negra:
¡Seque Dios la primera mano que se levante
contra la otra!
José Martí
Carlos Manuel de
Céspedes además de ser un
independentista era un abolicionista convencido por lo que no es de
extrañar que el 10 de octubre de 1868,
proclamara la independencia de Cuba y la libertad de sus esclavos, creía en la
igualdad de todos los hombres, ” y no fue
más grande cuando proclamó a su patria libre, sino cuando reunió a sus siervos,
y los llamó a sus brazos como hermanos”[1]
Su política de atraer a la Revolución
independentista a los ricos hacendados esclavista lo llevó a escribir: “hemos respetado
(…) la emancipación de los esclavos, porque es una cuestión social de gran
trascendencia, que no podemos resolver ligeramente ni inmiscuir es nuestra
cuestión política, porque podría oponer graves obstáculos a nuestra Revolución”[2],
con ello dejaba a la conciencia de cada uno esta decisión tan trascendental e
importante en la sociedad cubana de mediados del siglo XIX.
Pero ya ocupada Bayamo por los insurrectos,
Carlos Manuel de Céspedes actuó según su conciencia, primero respetó el
Ayuntamiento de la ciudad, pero devolviéndole el carácter democrático que había
tenido en otros tiempos. Por ello el cabildo de Bayamo quedó constituido por
nueve regidores, dos de ellos negros y tres españoles, quedó consagrado el principio proclamado
en el Manifiesto de los insurrectos al ocupar la ciudad: la igualdad de
todos los hombres.
En diciembre de 1868 Céspedes da a conocer el
decreto de “Abolición de la Esclavitud” en el
que se expone: “Cuba Libre es
incompatible con Cuba esclavista; y la abolición de las instituciones españolas
debe comprender la esclavitud como la más inicua de todas”[3],
pese a estas radical posición, conservaba la esperanza de unir a todos
dueños de esclavos en esta lucha por la emancipación naciónal y no declaró
totalmente abolida la esclavitud.
Luego de la Asamblea de Guaimaro
donde los cubanos mantuvieron el titubeo sobre la abolición de la esclavitud e
incluso crearon un “Reglamento de Libertos”, inviable en medio de la guerra y
como instrumento político para atraer a los poderosos criollos a la causa de Cuba
Libre, Céspedes, ya en su carácter de Presidente de la República de Cuba en
Armas, deroga el Reglamento de Libertos[4]
y hace real el principio proclamado por la Constitución de
Guaimaro, TODOS LOS HABITANTES DE LA REPÚBLICA
SON ENTERAMENTE LIBRES.
Esto explica la gran acogida que la Revolución
independentista tuvo entre la población negra y mestiza de la isla, libres y
esclavos, porque ella por sí sola significaba la emancipación, la posibilidad de lograr una República de
iguales, aún en medio de aquellas adversas circunstancias, y explica el ascenso
que en el Ejército Libertador alcanzaron hombres de la raza negra, no así en el
gobierno de la República
en Armas, que siguió siendo un coto de blancos.
Pese a los prejuicios raciales que fueron evidentes a lo largo de los diez
años de guerra (1868-1878), estas figuras negras, junto a los campesinos
humildes y otros sectores populares constituyeron la vanguardia más combativa e
intransigente por el logro de la independencia y la abolición de la esclavitud.
Junto a prestigiosos jefes revolucionarios
blancos crecieron por su entrega hombres de la talla de Antonio y José Maceo,
Guillermón Moncada, Quintín Banderas, Flor Crombet, entre otros muchos que
soñaron con la República
de igualdad de oportunidades para todos los cubanos.
[1] José Martí. Obras
Completas. Tomo IV, pág. 358. La Habana, 1975
[2] Hortensia Pichardo:
Facetas de nuestra historia, Pág., 141. Santiago de Cuba, 1989
[3] Ídem
[4] 25 de diciembre de 1870
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