Símbolos identitarios del cubano
En el proceso de
formación del pensamiento revolucionario cubano ha existido una articulación
armónica de las ideas de los más preclaros pensadores de la isla, José Martí
tiene como base las concepciones de cubanía que le llegan de hombres como Félix
Varela, José María Heredia y José de la Luz y Caballero, entre otros; lo que
unido a un pensamiento liberal y democrático que conoce de la tradición
occidental de la cual es deudor, va conformando una posición democrática revolucionaria,
que en su caso, lo lleva a una
radicalización antiimperialista frente a las posiciones expansionistas de los
Estados Unidos, una identificación de sus raíces con la América Latina y la
necesidad unitaria de esta para enfrentar los nuevos retos que le imponía el
desarrollo del capitalismo a fines del
siglo XIX por la ambiciones de la oligarquía norteamericana.
El pensamiento social martiano se desarrolla a
fines del siglo decimonónico, cuando de forma impetuosa y peligrosa para los
pueblos se desarrolla en los Estados Unidos la fase superior del capitalismo,
el imperialismo; ese estadío capitalista en el que las poderosas fuerzas de la
oligarquía rebasan el marco de lo nacional para expandirse por las naciones de
menor desarrollo para subordinarlas a su modo de producción, bien como mercado
de sus productos, fuente de materia primas o sitios de expansión geopolítica.
En medio de este complejo proceso vive José
Martí, estudioso de los fenómenos sociales que se desarrollan en la rica nación
del norte y signado por una misión liberadora que le ha dado sentido a su vida.
Mucho antes de que maduraran en Cuba las simientes del marxismo ya José Martí
había definido una manera de pensar novedosa y autóctona, partiendo del
principio de construir una sociedad “con todos y para el bien de todos”,
para lo cual creó un Partido(Partido Revolucionario Cubano), que tenía como
misión no solo luchar por la independencia de Cuba y Puerto Rico, sino también
crear una república de hermandad, en la que necesariamente la sociedad tenía
que cambiar para cumplir ese reclamo de igualdad del que José Martí se hizo
eco.
Junto a esto el Apóstol, basado en su experiencia, sagacidad
política y conocimiento de la sociedad norteamericana, intuyó que en esa
desmedida ambición de la oligarquía
yanqui había un peligro que podía evitarse con la unidad de los países
de América Latina, esa que él llamó Nuestra América.
Tras su muerte en Dos Ríos y la salida de la
metrópoli española en 1899 se inicia la intervención norteamericana en Cuba y
posteriormente se proclama la República, entidad que nacía conculcada por las
condicionantes neocolonialistas que le impuso la Enmienda Platt. En ese
ambiente social las ideas de Martí comienzan a arraigarse y difundirse entre
los cubanos, venciendo una tendencia oficialista de las clases dominantes, que
pretenden presentarlo como un mártir de la independencia, de vida sacrificada y
destacada labor literaria; todo esto era verdad pero José Martí era mucho más
que eso, el verdadero sentido ideológico de su vida no se había materializado
en aquella república y es por ello que las nuevas generaciones de cubanos y su
vanguardia lo asumen en su intento por lograr el cumplimiento de sus sueños.
Este ideario martiano completado con su ética
humanista y su pedagogía avanzada y social se fortalece al ser retomada por la
generación de los años veinte del siglo anterior, jóvenes que como Julio
Antonio Mella, Rubén Martínez Villena o Juan Marinello, entre otros, abrazan el
marxismo como ideología social para luchar por los cambios que necesitaba la nación cubana, enriquecidos
de modo consciente y creciente con la ideología martiana.
Ellos fueron la base de la continuidad del
pensamiento social cubano que entronca con la Generación del Centenario del
Apóstol, encabezada por Fidel Castro y Abel Santamaría, martianos de corazón y
conocedores de las teorías marxistas.
Estos jóvenes de la generación del centenario[i] fueron los que organizaron el asalto al
cuartel Moncada en Santiago de Cuba, para dar inicio a las transformaciones que
necesitaba aquella república desigual y segundona, los que organizaron el
Movimiento 26 de Julio[ii]
y lideraron la insurrección popular que
barrió no solo a la dictadura sino a todos los males de la sociedad cubana.
La Revolución Cubana, triunfante en 1959, auténtica y con una amplia base popular se
radicalizó en los primeros años de la década de los 60 en medio de la
confrontación abierta contra la oligarquía del país y los intereses de Estados
Unidos, su basamento martiano vino a unirse a las ideas marxistas y las
circunstancias determinaron compromisos y posiciones pero sin perder el rumbo social,
en constante perfeccionamiento en su búsqueda incesante por la plena igualdad
humana.
Martí tiene mucho que decirnos aún, el
perfeccionamiento de instituciones y el fortalecimiento de las bases económicas
de la nación cubana tiene que pasar por el pleno disfrute de todos los derechos
del ciudadano, de modo que nuestras instituciones no sean una parte del
engranaje burocrático que nos creamos y ahora nos frenan, sino contrapartes
reales y garantes del poder de las mayorías, eso es también pensamiento
martiano.
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