miércoles, 20 de julio de 2016

JOSÉ MARTÍ: IDEAS SOBRE EL DEPORTE Y LA EDUCACIÓN FÍSICA




Soy un amante de los deporte y de toda práctica física que mejore el cuerpo  tanto desde lo estético, como de la salud, sigo las grandes competiciones deportivas, la buena pelota (beisbol), empezando por la nuestra, que es pelota “brava”, de pasiones, aunque debe mejorar, nos hemos quedado algo atrás en conceptos técnico-táctico, organizativos y de espectáculo, por problemas económico y de anquilosamiento  mental.
 Martí también gustó de los deportes, en su época y allá en el Nueva York que conoció se practicaba mucho deporte, la gente salía a la luz y al mar, buscando espacios para el juego y esparcimiento, para el espíritu prisionero de tantas obligaciones.  Así lo vio y así escribió.
  Por eso traigo una selección de fragmentos suyos sobre esta actividad humana, tan necesaria y de tantas satisfacciones:
“En estos tiempos de ansiedad de espíritu, urge fortalecer el cuerpo que ha de mantenerlo”[1],así reflexiona en un artículo provocado por su entusiasmo ante un juego de aparato gimnástico que había salido al mercado de Estados Unidos.
 “La gimnasia,  (…) es en verdad fábrica de vida”[2] y recomienda que “(…) a los niños sobre todo, es preciso robustecer el cuerpo a medida que se le robustece el espíritu”[3], axioma hoy muy reconocido pero que en su tiempo aún estaba por ser aceptado por las grandes mayorías.
“Es preciso dar  casa de buenos cimientos y recias paredes al alma atormentada, o en peligro constante de tormenta. Bien es sabido lo que dijo el latino: “Ha de tener alma robusta en cuerpo robusto” (Mens sana in corpore sano)”[4]
 Pero este hombre que resalta la importancia de ejercitar el cuerpo no deja de indignarse ante los rasgos de violencia que tenían y tienen muchas manifestaciones deportivas, convertidas en espectáculos de circo romano:
“La gente entra en el hipódromo de Madinson a oleadas, no para ver el trance de adelanto de los hombres a un estado mental o moral sumo, sino para ver y vitorear el trance de retroceso del hombre al bruto”[5]
 En sus crónicas hay un reclamo por el ideal clásico de los deportes, donde el ser humano compite por el honor personal y de su pueblo, algo que dejó atrás el Comité Olímpico Internacional con las “nobles” reformas que introdujo el catalán Juan Antonio Samaranch:
“Ni es esta aquella garbosa lucha griega en que a los acordes de la flauta y de la cítara, lucían sus músculos robustos y su destreza en la carrera, los hombres jóvenes de ático, para que el viento llevase luego sus hazañas, cantadas por los poetas, coronados de laurel y olivo, a decir  de los tiranos que aún eran bastante fuerte los brazos de los griegos para empuñar el acero vengador de Hermodio y Aristogitón.
“Ni son los premios de estos caminadores, como de los que se disputaban el premio de correr en aquellas fiestas, coronas de laurel verde y fragante, o ramilla de mirto florecido.”[6]
“Porque no es esta porfía de los andadores como animoso estadio griego, donde ha ligero paso, y dando alegres voces juntaban en las fiestas por ganar una rama de laurel los bellos jóvenes de Delfos; sino fatigosa contienda de avarientos”[7]
 Ya no son tiempos de la romántica entrega, cada evento es un espectáculo seguido por millones de espectadores y junto al sano orgullo del coterráneo vencedor, están las ansias de ganar a toda costa y a todo costo, el peligro de la trampa, la deslealtad del doping.
 Por eso es hermoso volver a esta reflexión de Martí, en una revista que escribió para los niños:
“Antes todo se hacía con los puños: ahora la fuerza está en saber, más que en los puños: aunque siempre hay gente bestial en el mundo, y porque la fuerza da salud, y porque se ha de estar pronto a pelear, para cuando un pueblo ladrón quiera venir a robarnos nuestro pueblo. Para eso es bueno ser fuerte de cuerpo; pero para lo demás de la vida, la fuerza está en saber mucho (…)[8]


[1]“El Gimnasio en Casa”. Revista La América. New York, marzo de 1883. Obras Completas, T. 8:389
[2] Ídem
[3] Ídem
[4] Ídem
[5] La Opinión Nacional, Caracas, 22/3/1882. Obras Completas, T. 11:266
[6] La Nación, Buenos Aires, 6/6/1884. Obras Completas, T. 9:267
[7] Ídem
[8] La Edad de Oro. Nº 1, pág., 32

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