jueves, 13 de septiembre de 2018

MARTÍ, LA INTERPRETACIÓN DE LO LÚDICO

Autor José Luis Fariñas




El mundo moderno capitalista, con sus abismales desigualdades, ha ido creando una cultura del entretenimiento cuyo máximo requerimiento es  llenar el tiempo libre del ser humano con una serie de actividades llamadas a hacerle  pasar momentos “emocionantes”, “gratos”, “placenteros”, de un modo cada vez más estandarizado de acuerdo a los parámetros consumistas de cualquier producto.

  La banalidad es el denominador común de la “mass cultura”, destinada a vaciar de contenido espiritual a los seres humanos y hacerlo vivir de acuerdo a estándares de consumo, sin meterse en problemas, sin preguntarse las causas de las desigualdades y viviendo en función de no quedar atrás, ser competitivo, vivir para el yo y aplicando la filosofía pragmática de aprovechar las circunstancias para escalar, ser de los triunfadores, consumidores por sobre todas las cosas.

Martí en sus crónicas para la prensa latinoamericana desde Nueva York, se ocupa profusamente de los temas lúdicos no solo de los juegos y los deportes, sino del entretenimiento y los espectáculos; no para dar visiones folkloristas o sensacionalistas de esos temas, sino para exponer de forma objetiva, una visión más completa de esta sociedad que deslumbra a los lectores de América Latina.

Los criterios de Martí, ganan en vigencia y actualidad en la sociedad posmoderna cargada de acciones lúdicas tendiente a la enajenación del individuo, que hacen del entretenimiento y la vida frívola el ideal del ser humano, convertido en muchas ocasiones en  consumidor de placeres artificiales y condicionados a las emociones duras y violentas. A estos contrapone Martí la espiritualidad como antídoto, el humanismo como escudo y la virtud como regla.

La llegada de José Martí a Nueva York en 1880 es el inicio de una nueva etapa en su vida, no solo por la consolidación de la obra política a la que se consagró, la independencia de Cuba, sino por la maduración de su intelecto y sus vínculos más amplios con la sociedad norteamericana, a la que conoce en pleno momento de expansión de la Revolución Industrial y de maduración de fenómenos como sus apetencias imperialistas.
 Ante estos procesos que se desarrollan delante de sus ojos, el pensamiento revolucionario y progresista de Martí evoluciona hacia posiciones, primero de observación crítica y luego de advertencia a los gobiernos y pueblos de Latinoamérica, a quienes previene de los males que están en esta sociedad que los deslumbra con su abundancia y parafernalia.

En 1889 en el primer número de la revista La Edad de Oro, redactada por él para los niños, José Martí publica el primer trabajo escrito por un cubano referido a la importancia de los juegos y de lo lúdico en general, en el desarrollo de la cultura y de la educación en particular. Con una muy buena selección de ejemplos Martí va demostrando cuan importante es el juego para el desarrollo humano y con una clara exposición desarrolla su tesis central que guarda una vigencia muy importante y es anterior a la que elaboran ludistas contemporáneos: “Los pueblos, lo mismo que los niños necesitan de tiempo en tiempo algo así como correr mucho, reírse mucho y dar gritos y saltos. Es que en la vida no se puede hacer todo lo que se quiere, y lo que se va quedando sin hacer sale así de tiempo en tiempo, como una locura.”[i]

 Describe con la fuerza de la anticipación los espectáculos y entretenimientos vistos en la ciudad de Nueva York, en la que sobresale Coney Island,  el mundo de lo sorprendente donde la estratificación social es notada por el cubano siempre extrañando la espiritualidad del ser humano,  “(...) el tamaño, la cantidad, el resultado súbito de la actividad humana, esa inmensa válvula de placer abierta a un pueblo inmenso (...)”[ii] y asombrado describe la enorme infraestructura creada para el esparcimiento de esa multitud y su preocupación se centra en aquella gente embriagada de hedonismo.

 Se está ante un fenómeno lúdico incipiente pero en crecimiento, la “industria del ocio”, que hace vivir al hombre de los “sentidos” y que tiene en los ricos sus principales consumidores, con la complacencia de sus extravagancias y lucimientos. Ante este fenómeno Martí reacciona, habla de sí y se ejemplifica como el hombre de Hispanoamérica en busca del goce superior de los sentidos:  “(...) es fama que una melancólica tristeza se apodera de los hombres de nuestros pueblos hispanoamericanos que allá viven, que se buscan en vano y no se hallan; que por mucho que las primeras impresiones hayan halagado sus sentidos, enamorado sus ojos, deslumbrado y ofuscado su razón, la angustia de la soledad les posee al fin, la nostalgia de un mundo espiritual superior los invade y aflige; se sienten como corderos sin madre y sin pastor, extraviados de su manada; y, salgan o no a los ojos, rompe el espíritu espantado en raudal amarguísimo de lágrimas, porque aquella gran tierra está vacía de espíritu.”[iii]

Hablar de un pensamiento lúdico en Martí no es nada descabellado a la luz de la enseñanza contemporánea, ni de las concepciones sobre esta forma de comportamiento humano que es la lúdica, tan necesaria e importante en el desarrollo del hombre.  Pensamiento lúdico que está en función del mejoramiento humano, al advertir de la necesidad de alcanzar un equilibrio entre los placeres, la instrucción y la ejercitación física con el desarrollo de la espiritualidad, que para nada está reñida con la lúdica.


[i] Revista “La Edad de Oro Nº 1, Pág. 25-28, julio de 1889.   Obras Completas de José Martí. Tomo 18, 1975

[ii]Obras Completas de José Martí, tomo 9: 125

[iii] Ídem:126


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