Quiero completar al paralelismo
entre Simón Rodríguez y José Martí, por la claridad de estos dos pensadores
latinoamericanos sobre algo tan importante como es la educación y la identidad
nacional del ser latinoamericano:
Para
los que hemos hecho de la pedagogía nuestra razón de vida, el acercamiento a
las ideas de Simón Rodríguez y de José Martí es una obligación de primer orden
que nos permite entender los esfuerzos de los procesos revolucionarios y
populares en nuestro continente por elevar los niveles de educación y cultura
de la “gente de a pie”, los millones que nacen y mueren desesperanzados o con
la triste misión de ser “mano de obra barata”.
Desde principios del siglo XIX el maestro
Simón se propuso llevar la educación a toda la sociedad y romper el monopolio
del saber que ostentaban los poderosos, sus enseñanzas e inquietudes
ideológicas lo pusieron al lado de lo más progresista de la humanidad y en su
desandar por el mundo conoció de los sueños e ideas de los pedagogos de
avanzada y los pensadores del socialismo utópico, por eso este gran “loco”
volvió a América y soñó con la posibilidad de que en repúblicas nuevas, hubiera
una escuela nueva, basada en la enseñanza popular, la cultura autóctona y los
más adelantados métodos de su tiempo.
Lo que no cambió en América fue el status de
poder, los oligarcas se vistieron de “padres de la patria” y se avergonzaron de
su indiada, de los descendientes de negros y del mestizaje feraz como la
naturaleza de estas tierras y condenaron a Simón Rodríguez al olvido y al
mencionarlo, parecía que solo sus méritos eran por haber sido el maestro de
Bolívar y que este “lunático” no merecía más recuerdo que la mención.
He aquí que algo cambia en América Latina y
este “señor de la enseñanza” se levanta como ideólogo de la unidad, de lo
auténtico americano y se entronca en su saber de humanidad con otro sencillo
hombre de estas tierras, nuestro José Martí, con quien se hermana por la
similitud de esfuerzo para educar pueblos, levantar conciencia, alertar
peligros y mantener vigencias.
Por esta razón quisiera traer algunos
fragmentos del ensayo que Salvador Morales[1]
le dedicara a estas dos grandes figuras intelectuales de nuestra América
Latina, obra que muestra la cercanía ideológica de estos dos paradigmáticos
maestros y políticos:
« Sin
dudas, Rodríguez, como Martí, fue un ardiente propugnador de una
democratización amplia de la enseñanza y de la educación. Educación popular,
para la masa infantil más humilde, los niños pobres, los hijos de los indios y
negros y mestizos que trabajaban para satisfacer escasamente sus pocas
necesidades, y en exceso las muchas de sus amos y patrones. Educación social
republicana, para hacer ciudadanos, con arraigados sentimientos del deber
social, con una “conciencia social”.[2]
Educación para todos por igual, a fin de crear por ella sentimientos de
igualdad.
« Tanto para
uno como para otro la educación era la panacea que debía conducir a reformas de
la sociedad americana pos-colonial. Rodríguez y Martí distinguían la
instrucción de la educación, y las creían complementarias y necesarias.
Extendían la necesidad de educación igual a todos los sectores sociales, porque
consideraban que ella sería un factor de igualdad. Cuestionaban la escala
social basada en la riqueza y le oponían la jerarquización basada en el saber.
Vieron que la felicidad del pueblo estaría en relación directa con la dirección
de los sentimientos sociales de justicia inculcados y el desarrollo de un pensamiento
científico. Abogaron por la extensión de la noble tarea de enseñar y educar,
exaltaron el papel de los maestros en llenar esa necesidad que a ningún ser
humano debe excluir, el cual debe luego transmitir y emplear correctamente lo
aprendido. Y es que Rodríguez columbró que la unidad de los americanos debía
ser consustancial con un proceso de democratización republicana y popular, que
tomara en consideración no sólo las necesidades y aspiraciones de lo que
entonces llamaban el “pueblo bajo”, sino también los medios de elevarlo para
fundar en él la riqueza pública y “el honor que podrían hacer a sus
conocimientos”[3]
« Sin
estos elementos, considera imposible la fundación de una sociedad genuinamente
democrática, republicana. Por la relación entre el saber de los pueblos y el
poder de sus instituciones, estima que la “instrucción social debe ser general
sin excepción”.[4]
« Rodríguez propuso: “La instrucción debe ser
nacional-no estar a la elección de los discípulos, ni a la de sus padres.”[5]
« Y Martí: “Educación popular no quiere
decir exclusivamente educación de la clase pobre; sino que todas las clases de
la nación, que es lo mismo que el pueblo, sean bien educadas.”[6]En
lo que respecta a una cuestión no clara entonces, la de la relación entre instrucción
y educación, Rodríguez dice en Luces y virtudes sociales: “Instruir no es
educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque
instruyendo se eduque.”[7]
Martí escribió en su compacto resumen “Educación popular”, “instrucción no es
lo mismo que educación: aquella se refiere al pensamiento, y esta
principalmente a los sentimientos. Sin embargo, no hay buena educación sin
instrucción.
« Las cualidades morales suben de precio
cuando están realzadas por las cualidades inteligentes”.[8]
Esas cualidades morales son las palancas para la difusión por toda la sociedad
de la conciencia del deber social, mediante una cadena de homogenización de
esta.
« Otra importante faceta común de las
concepciones pedagógicas de ambos pensadores es la del papel del trabajo en la
educación de los niños. Fue Simón Rodríguez un pionero de la combinación del
estudio y el trabajo: “Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor
del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las obras.[9] Estas ideas las llevó a la práctica en sus
frustradas experiencias de Bogotá y Chuquisaca. Las clases poseedoras estimaban
deleznable todo trabajo manual, se escandalizaron y pusieron todo género de
trabas para hacerlo fracasar.
« Ese mismo
criterio pedagógico sostenía Martí al declarar que “en la escuela se ha de
aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar. Escuelas
no debería decirse, sino talleres. Y la pluma debía manejarse por la tarde en
las escuelas; pero por la mañana, la azada”.[10] Numerosas
son las referencias, en ambos pensadores, al papel del trabajo en la educación
social. Principio pedagógico que en Cuba sólo se ha aplicado después del
triunfo de la
Revolución. La educación revolucionaria cimentada en estos
predecesores aspira a que el hombre sea educado en el valor del trabajo
mediante el trabajo. En ese principio los jóvenes se adiestran, toman
conciencia de su utilidad social, del deber con la sociedad, de una nueva
mentalidad.
« Ambos estaban por la enseñanza nacional y
científica, por ello chocaban con los criterios escolásticos y teológicos
dominantes. Rodríguez pensaba que debían impartirse cuatro tipos de
conocimientos a los alumnos: “Instrucción social, para hacer una nación
prudente; corporal, para hacerla fuerte; técnica, para hacerla experta;
científica, para hacerla pensadora.”[11]
Años después, se produjeron nuevos descubrimientos que reclamaban un papel más
activo de la ciencia: “A nuevas ciencias”, observó Martí, “que todo lo invaden,
reforman y minan nuevas cátedras.”[12]
Cátedras que deben comenzar su acción esclarecedora desde la escuela primaria:
“Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica: que en vez de la
historia de Josué, se enseñe la de la formación de la tierra.”[13]
«
Ciertamente, el fanatismo y la ignorancia han ido de la mano con el retraso y
la miseria, con la opresión y el servilismo desesperanzado. Bien sentencia el
maestro de Bolívar: “Al que no sabe cualquiera lo engaña. Al que no tiene
cualquiera lo compra. ”[14] Martí, coincidiendo, va más allá en su
análisis:
“A un pueblo ignorante puede engañársele con
la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y
libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido
en la ciencia y en la conciencia, ya está en camino de ser Dios. No hay que
dudar entre un pueblo de Dioses y un pueblo de bestias. El mejor modo de
defender nuestros derechos, es conocerlos bien; así se tiene fe y fuerza: toda
nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de
hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres.-La educación es el
único medio de salvarse de la esclavitud. Tan repugnante es un pueblo que es
esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismo.”[15]»
[1] “Simón Rodríguez y José Martí, convergencia y
actualidad de ideas”: Salvador Morales Anuario Centro de Estudios Martianos,
1985 Nº 8. Pág. 186-199. Las notas del propio para este trabajo pertenecen al
propio Salvador Morales
[2] S. Rodríguez: Sociedades Americanas en 1828, en Obras
Completas, Caracas,1975, t. 1, p. 284
[3] Ídem, p. 286.
[4] S. Rodríguez: “Extracto de la introducción” a
Sociedades Americanas en 1828, en ob. cit., t. 1, p. 302.
[5] S. Rodríguez: Luces y virtudes sociales, ob. cit., t. II, p. 108.
[6] José Martí: “Educación popular”, en Obras Completas,
La Habana, 1963-1973, t. 19. p. 375. Desde
1875 en México es un ardiente partidario de la educación popular y apoya los
intentos de aplicarla en México, Guatemala y Venezuela.
[7] S. Rodríguez: Luces y virtudes sociales, en ob. cit.,
t. II, p. 136.
[8] J.M.: “Educación popular”, O.C., t. 19, p. 375.
[9] S. Rodríguez: “Extracto de la obra ‘Educación
republicana’ “, en ob. cit., t. 1, p. 230. S. Rodríguez: “Extracto de la obra
‘Educación republicana’ “, en ob. cit., 1. 1. p. 237. El papel del trabajo, en
el proyecto de Rodríguez, llega a alcanzar una “vigorosa proyección
socioeconómica”, corno señala Alfonso Rumazo en el “Estudio introductor” a sus
Obra Completas y cita: “La intención no era. corno se pesó llenar al país de
artesanos rivales o miserables, sino hacer hombres útiles, asignarles tierras y
auxiliarlos en su conocimiento; era colonizar el país con sus propios hijos”.
Ob. cit., t. 1, p. 92. Es decir, crear una república basada en los pequeños
productores y artesanos.
[10] J.M.: “Peter Cooper”, O.C., t.
13, p. 53.
[11] J.M.: “Educación científica”, O.C., t. 8, p. 278. En
sus artículos en La América
de Nueva York, insiste en la educación técnica y científica, masiva y
actualizada, con igual énfasis que Rodríguez.
[12] Ídem
[13] Ídem
[14] S. Rodríguez: Sociedades americanas en 1828, en ob.
cit., t. 1, p. 283.
[15] J.M.: “Educación popular”. O.C., t. 19, p. 375- 376.
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