lunes, 17 de septiembre de 2018

CONVERGENCIAS ENTRE LAS IDEAS EDUCATIVAS DE SIMÓN RODRÍGUEZ Y JOSÉ MARTÍ




 Símón Rodríguez, un maestro precursor
 
No es casual la convergencia entre las ideas educativas del maestro y filósofo venezolano Simón Rodríguez y el intelectual y líder político cubano, José Martí, aunque entre ambos medie medio siglo.

 Ambos estaban convencidos de que en Hispanoamérica había que reformar la educación de raíz a fin de ponerla a tono con las necesidades de las nuevas sociedades que nacían con la emancipación del dominio colonial español, no solo en lo metodológico, sino también en la adecuación para solucionar los problemas del Nuevo Mundo anquilosados por la enseñanza escolástica y religiosa que se mantuvo como cáncer cultural durante muchas décadas.

 Es casi seguro que José Martí no leyera a Simón Rodríguez, a fines del siglo XIX este era casi un desconocido cuyas obras estaban poco difundidas y de él apenas quedaba el recuerdo de ser el maestro del Libertador, Simón Bolívar, en tanto que los resquemores y la desconfianza de las clases dominantes y de la Iglesia en los países sudamericanos, habían satanizado su quehacer intelectual y principalmente sus aportes a la educación latinoamericana.

 En el legado ideo-pedagógico de ambos pensadores sobresale una constante, la preocupación por la educación en América Latina.

 Producto de la  conquista y colonización se desarrollan en estas tierras sociedades de cultura mestiza de fuerte influencia europea, pero en la que era posible reconocer los rasgos autóctonos de los pobladores originales y de otras razas traídas por la fuerza, la necesidad o el engaño. El convencimiento de que era necesario aceptar esta realidad trascultural para poder crecer como pueblos, es el hito común entre Simón Rodríguez y José Martí.

 Simón Rodríguez desarrolla su ideario y práctica docente a principio del siglo XIX, influido por las ideas del iluminismo liberal europeo, el socialismo utópico frente a la resistencia conservadora del clero y la educación escolástica. En el plano educativo es partidario de combinar la enseñanza con el trabajo, promoviendo escuelas técnicas y agrícolas, que facilitasen la formación de hombres capaces de “colonizar el continente con sus propios habitantes para evitar así la emigración indiscriminada del exterior...”

 Rodríguez desarrolla el proyecto de Educación Popular en Bogotá y Chuquisaca, Bolivia, proyecto que fracasa por la desconfianza de las familias pudientes, que no concebían que sus hijos concurrieran al mismo colegio a donde iban los indios y pardos y en el que adquiría conocimientos de carácter práctico y manual.

 Cuestionó la educación especulativa, por no afianzarse en lo concreto y porque no permite lograr los objetivos que necesitaba la educación. Denunció a los mercaderes de la educación, que hacían negocio con la actividad educativa y abogó por una enseñanza pública, mixta y laica.

 A fines del siglo XIX persisten en América Latina, mucho más acentuados, los problemas que el maestro caraqueño denunció y trató de subsanar con sus ideas y propuestas: unidad de los pueblos de latinoamericanos como base para el desarrollo socio cultural de nuestros países, la necesidad de elevar el nivel educación del indio, dignificarlo, aprender de él y ponerlo en condición de participar activamente en la sociedad; la enseñanza y desarrollo de las ciencias y los avances técnicos como necesidades para crear sociedades prósperas; cuidado de lo autóctono en lo cultural y educativo, como base de la independencia; denuncia de la asimilación acrítica de las culturas ajenas y otros aspectos puntuales de la cultura, la educación y la política, en lo que coincidieron José Martí y Simón Rodríguez.

 Si bien Simón Rodríguez abre el siglo XIX intentando poner a las sociedades latinoamericanas sobre bases nuevas y experimenta con audacia reformas educacionales, rechazadas por el clero y las clases dominantes: a Martí le corresponde proclamar a fines del mismo siglo, la necesidad de una segunda independencia en la que los pueblos se hicieran dueños de sus destinos.

 José Martí es testigo de la gran revolución educacional que provoca el desarrollo industrial del impetuoso capitalismo del siglo XIX. Se impulsa el aprendizaje rápido de las nuevas tecnologías y las ciencias, y el Apóstol cubano observa y divulga todo aquello que pueda servir en el avance de los pueblos. Aplaude la introducción de los nuevos conocimientos y métodos, pero advierte en la necesidad de no dejar vacío de espiritualidad ese conocimiento y aboga por el humanismo como antídoto al maquinismo y al pragmatismo burgués.

 José Martí, intelectual cubano de plena raíces latinoamericanas, reivindica su pertenencia a estas tierras de “Nuestra América”, exalta las potencialidades socio-culturales de sus pueblos mestizos y basa su proyecto emancipador en la autoctonía, el conocimiento de las virtudes propias de los pueblos del sur y la imbricación de los avances científico-técnicos de su época. Ideas semejantes a las de Simón Rodríguez, pero en un momento de mayor desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos, de mayor amenaza de penetración imperialista, pero ambos confiados en que el triunfo de los pueblos estaría dado por el desarrollo de la educación y cultura, su unidad y solidaridad para impedir que pase el “gigante de las botas de siete legua”.

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