Autor: Carlos Enriquez
Un
momento importante en la maduración política de José Martí fue su contacto con
la sociedad norteamericana. Llega a
Nueva York el 3 de enero de 1880, venía de España después de haber sido
deportado por el gobierno colonial español de la isla de Cuba algunos meses
antes.
El contacto con aquel país en pleno apogeo de
su desarrollo económico fue deslumbrante, por eso escribe en el periódico The Hour un artículo titulado “Impresiones de América” en el que
expresa: “Estoy, al fin en un país donde
cada uno parece ser su propio dueño.” Poco a poco el conocimiento más
profundo de aquel país le hará escribir un año después: “(...) este país, señor en apariencias de todos los pueblos de la tierra,
y en realidad esclavo de todas las pasiones de orden bajo que perturban y
pervierten a los demás pueblos.”
En
aquella nación vivió las emociones de las grandes transformaciones tecnológica,
la expansión de la nación hacia el oeste, las riadas de emigrantes provenientes
de Europa, base de la vertiginosa transformación del país, las luchas de los
trabajadores, en su mayoría emigrantes, por mejores salarios y ocho hora de
labor, acontecimientos que sirvieron para aguzar su pensamiento social, siempre
al lado de los humildes, sus críticas a los métodos violentos de lucha y su
comprensión paulatina de aquella gente violenta, engañada y víctima del gran
capital, es una constancia dialéctica de su maduración.
En los Estados Unidos el Apóstol cubano conoció
y puso al descubierto el fenómeno imperialista y advierte sobre el peligro que
representaba para Cuba, las Antillas y a la larga para América Latina. El auge
económico de los Estados Unidos traía la necesidad de mercados y sus clases
dominantes apuntaban hacia el dominio de las naciones de la América Latina, como su
zona de influencia natural.
Desde
sus crónicas para los periódicos de Hispanoamérica no se cansa de mostrar las
luces y las sombras de aquella nación y al organizar el movimiento independentista
y liberador de la isla de Cuba, sienta sus objetivos políticos de impedir la
anexión de Cuba al país del norte.
Su profundo espíritu analítico y su voluntad
de estudiar las interioridades de los Estados Unidos, le permitieron llegar a
conclusiones político sociales que aún hoy guardan una gran vigencia:
-
La unidad de los países
latinoamericanos como contraparte al hegemonismo de los Estados Unidos.
-
El desarrollo cultural y económico
de nuestra América como antídoto a la dominación de la nación del norte.
-
La necesidad del desarrollo desde
bases propias como contrapartida a la influencia y penetración de esa cultura
basada en el pragmatismo y el individualismo exacerbado.
-
La esencia humanista de la sociedad,
su confianza en el ser humano y su capacidad de ser bueno.
Esas
y otras que se me escapan son esencias sociales de la prédica martiana, no solo
contenidas en documentos políticos y programáticos, sino en toda su obra.
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