viernes, 7 de septiembre de 2018

EL MAESTRO DE JOSÉ MARTÍ





En la vida de todo gran hombre siempre hay un maestro que influye e incide en la actitud de este en la sociedad en la que le toca desarrollarse, unas veces ese maestro queda en las sombras pero su prédica y su ejemplo de vida fluyen en su discípulo aún cuando este lo supera en la tarea de llevar adelante ideas de las cuales tuvo una primera noción con ese maestro.

 Ese fue el caso de Rafael María de Mendive (23/10/1821-1886), un intelectual cubano de sólida formación cultural, educado en el colegio de José de la Luz y Caballero, ambos formadores de ciudadanos, cubanos de convicción y  orgullosos de su otredad con respecto a España.

 Al colegio de Mendive llega en 1865 un jovencito de clara inteligencia, sed de aprender y dotes naturales para la poesía, era José Julián Martí Pérez, mente despierta en años de inquietudes, que admiró en su maestro su entrega a la enseñanza, sus dotes poéticas y la pasión por Cuba y su cultura.

 Cuánta inteligencia vio en el discípulo, que terminando el séptimo grado convence a su padre para presentar a su alumno a exámenes de suficiencia con vista a matricular la Segunda Enseñanza, aprobó, y su joven alumno matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana en 1866 y al año siguiente su maestro lo incorpora a su nuevo Colegio San Pablo en el que podía continuar los estudios de segunda enseñanza.

 En octubre de 1868 al iniciarse la guerra por la independencia en Cuba, el colegio de Mendive se convierte en un hervidero de simpatizantes de la independencia y el maestro en sus tertulias mantenían informado a sus discípulos sobre la marcha de la guerra, argumentaba el derecho de Cuba para ser libre y nunca ocultó sus simpatías por la revolución que se desarrollaba en Cuba.

 Él, como ninguno, influyó decisivamente en la formación ideológica de José Martí, influyó en su rigurosa formación humanística, con esa visión de universalidad y pertenencia que lo hicieron al mismo tiempo, el forjador de la unidad de los cubanos para continuar la lucha por la independencia y el impulsor de la unidad latinoamericana para enfrentar los peligros latentes entonces, consumados hoy, de las ambiciones del capitalismo norteamericano sobre nuestra región. El fustigador de dictadores, el partidario del ser humano y sus posibilidades de desarrollo espiritual y el hombre de sensibilidad poética tal que integra los versos a sus ideales, sin perder ni belleza, ni convicción en lo que dice y escribe.

 En esta primera semana de septiembre cuando celebramos la hazaña de nuestro pueblo de mantener un sistema de enseñanza de Primer Mundo, nada mejor que recordar a estos dos grandes de nuestra pedagogía en los cuales se cumple aquel aforismo de José de la Luz y Caballero que me atrevo a parafrasear: “maestro puede ser cualquiera, educador, solo quien sea un evangelio vivo”

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